Lun 31.01.2005

ESPECTáCULOS  › LOS “JOVENES SOCIALES” EN LA PLAYA

Las reglas de oro para la nueva generación conectada

Por Julian Gorodischer
Desde Mar del Plata

Ahora les dicen “jóvenes sociales”. Son la nueva categoría del marketing telefónico que los agrupa en una masa de 50 mil personas divididas en castas fijas. Justo enfrente del dj inglés Fatboy Slim están los privilegiados: los diez mil que mandaron su mensajito a la compañía Nokia y consiguieron un lugar en el Golden Circle (círculo de oro). Ellos bailan con el teléfono en la mano, lo sacuden para que aparezcan luces, tienen entre 15 y 29 años, y desvelan a la ejecutiva que los tiene estudiados de memoria. “Son propensos a agruparse en comunidad, usan Internet y chat, los une la música electrónica más que el rock en Mar del Plata o en Shangai”, dice Yolanda Pineda, directora de Comunicaciones de Nokia, que ideó un sistema de accesorios para garantizar la “inclusión”. Los exclusivos del Golden Circle no pagaron un peso, pero tienen que usar pulserita y remera naranja. Y se los ve como un gran manchón allí en la arena, agachados y después saltando porque –según dice un experto dancista– “acá es a la inversa a la gravedad: todo lo que baja tiene que subir”. La tendencia dicta: convocarlos de a miles al parador El Alamo (al sur del faro) para ofrecerles el dj de lujo, y dividirlos en zonas francas y restringidas que generan nuevos problemas al usuario. ¿Si todos están vestidos de naranja cómo fichar en el levante? Silvana Glam, periodista y dj, aconseja a las lolitas: “‘Customizate nena’, hacete un cinturón, un bordado, un nudito al costado”.
El Golden Circle pauta usos y costumbres a su elite: con el teléfono no se habla. La diosa del verano muestra su aparato con camarita, el rey de la arena escribe mensajes en el cielo (wave messeging), el nerd del costado juega al memotest apuntando a la pantalla gigante. La nueva guía de la ostentación indica: usá el “dispositivo móvil” (¡adiós al telefonito!), sacá a relucir tu status de “joven social” ahora que ya no rige ni la zapatilla (en la playa van todos descalzos) ni la cerveza (¡no se vende alcohol!) para sentirse parte de una tribu. Lo único que queda es lucir el aparato, como lo hace el director de cine que está filmando el video Conectados, con una cajita de celulares que tiene seis ángulos de enfoque y un megapíxel de definición. “Se trata de una pareja que se encuentra y desencuentra hasta que el celular los conecta en pleno Nokia Trends”, cuenta su protagonista, Matías Apóstolo, a punto de filmar la escena del romance consumado. En un rincón, el productor Rubén Vivero (de Cámara testigo, de Endemol) avisa que “está todo muy dado, muy hot, y va a haber sexo playero, vas a ver”. Pero no ocurre en el edulcorado Golden Circle, vallado y custodiado por expertos. Entonces, la cámara de América sale a la inmensidad de la playa oscurecida por la tormenta, rumbo a la orilla, a “pescar” la escena que recupere el mito de la generación Creamfields: éxtasis, agua mineral y sexo espontáneo. Los dos primeros se ven por todos lados, pero lo tercero se retacea. El recorrido detecta pocas imágenes para excitar: un pibe cervecero con forros inflados anudados en la cabeza, una lucha en la arena entre dos gorditas y algunos bañistas rollizos con el culo al aire o en cueros.
Lo que sí compensa es la abundancia de looks; es un oasis a la salida del Golden Circle donde la revancha de los excluidos se da por el vestuario: ellos no tienen que usar la remera naranja con logo de Nokia. Hay “supersexies” de pantalón bajo; “surfers chic” de bermuda floreada y viserita; “urbanos” con pantalón de vestir y camisa abierta y excéntricos que se quieren destacar según el gorro (de conejo, paraguas o con careta de monstruo). Pero la periodista Natalia Páez introduce una asociación perturbadora, un minuto antes de la tormenta: “Estamos en el subsuelo del Titanic, sin cigarrillos ni refugio”. El excluido sigue bailando (sin importarle la lluvia) con la valla a la altura de la nariz, grita”caretas” a los del Golden Circle, y rompe con la ilusión de un nuevo Woodstock telefónico cuando se expresa con furia: “¡Iguales derechos para todos!” (sic Rodrigo Gabriel, taekwondista de Ramos Mejía). A este bolichero le gustaría reflotar otra jerarquía, la del saber: “Hay un 90 por ciento que no entiende nada: se fuma un porro y empieza a saltar”, dice. Mientras, los orilleros (la casta más retraída del evento) se mojan los pies o bailan con el agua hasta las rodillas. “Hice dos salvatajes porque el banco de arena engaña. Pero ¡se portan bárbaro!”, explica el bañero Diego Sánchez, fijo el teléfono en la oreja. ¡El también!
Pero, de pronto, ocurre algo extraño: la multitud (los de afuera, los del Golden Circle y hasta Florencia de la V y Nino Dolce en el Súper Vip que requiere pulserita plateada) entra en una empatía profunda con su “líder”, Fatboy Slim, que los estimula con los brazos en cruz o exhibiendo la camiseta de la Selección, y alguno grita “Sos Dios”, y uno de más atrás empieza a pedir que se arrodillen todos para darle el envión al hit de la noche, Seven Nation Army (de The White Stripes), y un último alucinado empuja la pelota gigante de Nokia a las afueras al grito de ¡Liberación! Ay, esa sensación de comunidad telefónica: se ven por todos lados manos tomadas, gestos enfáticos, cabezas bamboleantes y roces accidentales, pero muy buscados. Y Julieta Shama, de Palermo –con amigos– dice que “es una de las noches más lindas del verano”. Y su novio, Diego Altabaz, ya está pensando en el poema que dedicará al evento. Cuando se recuperó de su maratón en Creamfields él escribió su opus Campos de crema rancia. ¿Y ahora cómo definiría la escena del baile masificado al borde del mar? Señala a los uniformados con la remera de Nokia, clavada la mirada en los dibujos flúo de la pantalla, alternando calma o euforia justo cuando “deberían” hacerlo, y dice: “Esto es: La naranja mecánica”.

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