ESPECTáCULOS
› MUSICA BALANCE DEL FESTIVAL DE COSQUIN, CON UNA LUNA PENDIENTE
Se quebró la siesta coscoína
La plaza Próspero Molina remodelada pareció animar también una saludable apertura en la programación del encuentro.
Por Karina Micheletto
Desde Cosquin
Lo que pasó en este Cosquín 2005 pareció marcar un quiebre en el alicaído panorama de años anteriores. Seguramente no fue tanto como se lo anunció desde la plaza, “el Cosquín del milagro”, pero es cierto que se percibió cierta efervescencia distinta, tanto entre el público como entre los artistas. La remodelación de la plaza, una mega obra que insumió 3.300.000 de pesos de inversión y que amplió su capacidad a 10.800 espectadores sentados, cambió la cara a la Próspero Molina y sumó tribunas populares con entradas a dos o tres pesos. Pero si hay algo para celebrar este año es que la programación oficial incluyó muchos buenos nuevos exponentes del folklore sobre el escenario oficial. Ya no parece existir la oposición plaza-peñas que solía repetirse en cada Cosquín: los artistas que imponen las compañías discográficas en el espacio oficial, lo más sustancioso y sin apoyo promocional en las peñas. Este año, por suerte, se escucharon más cruces que de costumbre. Mañana podrá verse la última luna coscoína, reprogramada tras el temporal del sábado pasado que obligó a la suspensión del festival.
Las dos apuestas fuertes de la programación de este año, con algún borde de riesgo por su condición de extrafolklóricas, fueron Julio Bocca y Les Luthiers. Cada uno con un sello propio ajeno al ámbito de esta plaza, también aportaron una cuota importante de aire fresco. Bocca mostró que puede bailar folklore y tango, homenajear a Domingo Cura y a Waldo de los Ríos, a Norma Viola y al Chúcaro Santiago Ayala, y hasta incluir un topless de la primera bailarina Cecilia Figaredo sin que esto eclipse su actuación en un contexto cruzado por la pacatería como el de Cosquín. Lo de Les Luthiers fue memorable. El grupo recogió viejos pasajes de su repertorio en los que se ríe del folklore y de sus convenciones, como el Gato con explicaciones o la zamba La añoralgia, esa que describe al pueblito reseco y de insoportable calor húmedo que se dejó atrás, y que a uno le recuerda la desilusión experimentada al haber conocido algún que otro lugar mitificado por el folklore. La zamba de Les Luthiers suena, tal vez, más sincera: “Si a mi pueblo volver yo pudiera, no lo haría ni mamado”. La plaza aplaudió largamente de pie tanto a Les Luthiers como a Bocca, demostrando que en las voces preocupadas que preguntaban hasta dónde encajarían sus propuestas había mucho de prejuicio.
Este año también hubo un espacio importante dedicado al tango con María Graña, Juanjo Domínguez y Rubén Juárez, y con la inclusión de compases tangueros en el cuadro coreográfico de apertura de cada noche. Como todo festival masivo, Cosquín necesita conjugar aquello que garantiza la venta de entradas con lo nuevo y menos conocido. La programación de este año salió bastante airosa en ese sentido: estuvieron Soledad, Los Nocheros (debían presentarse anoche al cierre de esta edición, si la lluvia lo permitía) y el Chaqueño Palavecino (el artista folklórico más convocante del momento), cada uno con su público. Pero también se vieron grandes momentos de otros consagrados: Peteco Carabajal, el Dúo Coplanacu y Raly Barrionuevo –cada uno por separado y en el show integral La Juntada–, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Ica Novo, Mario Bofill, Fortunato Ramos. Y aquellos que forman parte de la nueva guardia: Mariana Carrizo, Néstor Garnica, El Dúo Orozco-Barrientos, Laura Ros, Luna Monti y Juan Quintero, La Bruja Salguero, Franco Luciani, Claudia Pirán, ganadora del Premio Consagración (ver aparte).
El temporal de viento, lluvia y granizo que se desató el sábado pasado obligó a reprogramar todo para mañana (el festival iba a concluir originalmente ayer, y hoy la plaza estará ocupada con un encuentro evangélico de folklore). De nada valió que el locutor invocara al maestro Pugliese: el violento temporal sólo dio tiempo a la actuación de Raly Barrionuevo, y en la desbandada casi se llevan por delante la silla de ruedas de Don Sixto Palavecino, que estaba por subir a recibir un premio.
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