ESPECTáCULOS
› EL HIJO DE CHUCKY, CON JENNIFER TILLY
Un muñeco repleto de guiños
POR M. P.
Algo debe estar terriblemente mal si una película en la que Jennifer Tilly se acuesta con Redman, un rapper súbitamente devenido director, para conseguir el papel de la Virgen María, resulta aburrida. Y más si en esa película hay no sólo uno, sino tres muñecos asesinos. Después de tres películas que pretendieron ir en serio y una que fue decididamente en broma, Chucky el muñeco asesino está de regreso. Pero, aun así, parece haber llegado una década tarde. En el submundo post-Scream (y post-Blair Witch) de las películas de terror, no hay mucho lugar para una nueva farsa alrededor de semejante industria. Y en el universo de Chucky y su pareja –que ya llevaba la voz de Jennifer Tilly en la película en la que vio la luz– no queda mucho lugar para chistes. Menos aún para una película decidida a burlarse de sí misma, y a hacerlo en medio de un festival gore. A pesar de que los primeros regueros de sangre no son más que un par de asesinatos soñados y otro actuado para una película, lo único que parece tomarse en serio El hijo de Chucky son esos sangrientos momentos que, según asegura el muñeco asesino, considera como sencillamente terapéuticos. Llena de guiños y homenajes de todo tipo (el mayor de los cuales tal vez sea el de poder ver a John Waters interpretando a un despiadado paparazzi que recibe su merecido), la película de Dan Mancini –eterno guionista original del muñeco– cuenta cómo un muñeco huérfano a lo Dickens descubre a sus padres a través de una marca de nacimiento que lleva en su muñeca, en la que se lee “Made in Japan”.
Así es como el muñeco de acento británico, y que duda entre llamarse Glen o Glenda (como la película de Ed Wood), revivirá a sus padres, que se embarcarán en un complot sangriento. En él estará involucrada, sin saberlo hasta último momento, Jennifer Tilly, que interpreta aquí una versión mucho más cruel de sí misma. Mientras no dejan de preguntarle por su película Bound, Tilly está embarcada en luchar por una carrera en franca decadencia con las armas que tiene a mano, como bien puede atestiguar Redman. Pero, más allá de los guiños y las burlas, El hijo de Chucky no deja de ser una película no tan-orgullosamente mala, casi un extenso sketch de televisión, lento y por momentos incluso aburrido. Una película cuya suma final es mucho menor que la suma de sus placeres culpables.