ESPECTáCULOS
› PAGINA/12 PRESENTA DESDE MAÑANA
DISCOS DE ARACA LA CANA Y REINA DE LA TEJA
“Este año todo es más emotivo”
Catusa Silva, director de Araca la Cana, habla del presente político del Uruguay. La colección repasa los clásicos de la “murga compañera”, que concilia ritmo y mensaje.
› Por Karina Micheletto
Araca la Cana es la murga con más historia entre tantas de la larga historia del nutrido Carnaval uruguayo. Nació en 1935 en Paso del Molino, un barrio proletario al oeste de Montevideo, pegado al Prado. Fue fundado por un grupo de canillitas, en su mayoría negros, que solían juntarse en una esquina antes de comenzar el reparto de diarios casa por casa. En aquellas reuniones de madrugada se jugaba, entre otras cosas, a los dados, una práctica prohibida para la época. El canillita que oficiaba de campana tenía un santo y seña para advertir la presencia cercana de la policía: “¡Araca la cana!”. Desde entonces, Araca asumió la representación de la “murga mensaje”, aquella asociada a los grupos de barrios montevideanos de mayor movimiento contestatario y compromiso político, en oposición a la “murga-murga”, más tradicional y de menor connotación ideológica. Tanto que su canción La compañera, surgida de la despedida del Carnaval de 1973, en plena gestación de la dictadura en Uruguay, quedó como categoría clasificatoria, y a la “murga mensaje” también se la llama “murga compañera”. Página/12 presenta con su edición de mañana la Antología y algo más de Araca la Cana, un CD que repasa los temas fundamentales de esta historia. La colección se completa el domingo próximo con la Antología siempre reina de Reina de la Teja, otra murga uruguaya con historia, aunque más joven (ver aparte).
“Araca es un buen manual de historia uruguaya, claro que un manual no oficial. Es como leer un diario popular de los últimos 70 años”, sintetiza José María “Catusa” Silva, director de Araca la Cana, en diálogo telefónico con Página/12, antes de salir a actuar en el Carnaval uruguayo, donde su murga concursará mañana. Silva lleva 45 años en Araca, que este año cumple 70, aniversario que prometen venir a festejar a la Argentina. El murguero cuenta que la estrecha relación que existe entre las dos orillas forma parte del cierre del espectáculo que están presentando en estos carnavales, el momento más importante del año para toda murga, que esta vez se extenderá más que de costumbre (empezó antes, el 20 de enero, y va a durar 50 días). “El cierre de nuestra presentación es un canto de reconocimiento a los comptariotas que andan repartidos por el mundo, muchos en la Argentina, y que vinieron a votar”, detalla Silva. “Todos hicieron el esfuerzo de venir para poder cambiar la historia uruguaya. Por eso este año hay cierto clima especial, todo es más emotivo. Mucha gente llora cuando hacemos esa parte.”
–¿Qué más hay en la presentación de Araca la Cana en este Carnaval?
–La murga es un espejo popular, es la transmisión de lo que vive y siente la gente. Hoy hay un cambio político importante y encontramos que el pueblo uruguayo está abrazado a la esperanza, así que la murga debe acompañar esa esperanza, ese es el espíritu de este año. Además, como Araca cumple 70 años le damos la importancia que tiene. Tenemos una introducción de diez minutos donde hacemos un homenaje a los fundadores de la murga, a esos canillas a los que siempre les cantamos. Este año también le cantamos a Paso del Molino, donde nació Araca, y también a La Teja, el barrio vecino y también histórico. Más adelante decimos que Araca la Cana está shoqueada porque casi pasó a ser una murga oficialista, cosa que no quiere ser. Araca tiene que estar donde está la gente, y la gente generalmente está en la vereda de enfrente. Pasan cosas muy graciosas porque la murga está entre ser oficialista y no querer serlo. Pasamos de una Araca alegre por tantos cambios que se están dando, porque en el Uruguay hay obreros que recuperaron fábricas, porque Pinochet está preso, y de repente nos encontramos adentro de un cementerio, que es donde están todos los fantasmas que murieron en las urnas. Porque la elección que dio vuelta 174 años de tradición y que cambió la historia del Uruguay fue el 31 de octubre. ¡El mismo día que Halloween!
–Eso que en Carnaval cuentan de forma graciosa, el dudar entre ser una murga oficialista y no serlo, es algo que también se deben plantear seriamente.
–Claro. Yo luché toda mi vida arriesgando lo que había que arriesgar para conseguir lo que tenemos hoy. Pero ojo: soy frenteamplista, pero no quiero que la murga sea frenteamplista. Para ser creíble con la gente hay que evitar tener banderas en la espalda. La murga no puede tener definiciones políticas, debe ser independiente. Esa independencia siempre nos ha costado carísima, pero la vamos a sostener. Nunca fuimos una murga política, aunque nuestro mensaje siempre haya sido social.
–En 45 años de murga, ¿cuál fue el momento que más lo marcó?
–La pre dictadura, la dictadura y la post dictadura. Fueron 15 años brutales en mi vida personal y en la de la murga. Sufrimos muchísimo. Si hay algo que les reconozco a los militares es que nos enseñaron a escribir. Siempre digo que ellos nos hicieron metafóricos y subliminales. Era increíble lo que pasaba en los tablados, parecían sepulcros, había un silencio total, la gente estaba muy atenta esperando esa pequeña metáfora. Y como nos tachaban todo, había que encontrar formas de decir las cosas hasta con el cuerpo.
–En 70 años de trayectoria, ¿qué cosas cambiaron para mejor y para peor en la murga?
–El peor cambio quizás es el del excesivo profesionalismo. Ahora parecemos Hollywood. Las exigencias artísticas son brutales, desmedidas para un país pobre como el nuestro. Hoy es imposible solventar los costos económicos de poner una murga en la calle. El Carnaval siempre fue el aguinaldo de los carnavaleros, pero hoy ese aguinaldo es muy chico, si llegó a haber 200 tablados y hoy hay 20... Somos muy poquitos los que tenemos la suerte de permanecer, y nos exigen como si tuviéramos los recursos del Primer Mundo. Pero lo que no cambió es que el Carnaval uruguayo sigue siendo una maravilla, tiene espectáculos increíbles. Con crisis y todo, esto termina pareciendo Hollywood.
–De aquel origen en los canillitas, ¿qué se escucha hoy en la murga?
–Hay algo fundamental que se fue perdiendo, el canto del murguista con la boca torcida hacia un costado, tal como voceaban los canillas los diarios. Lo que queremos es lo que estos canillitas siempre postularon: que Araca la Cana no debe dejar de cantarle a la clase a la que pertenece.
–En los ’40 Araca era “La bruta”, en los ’70 “La compañera”. ¿Hoy qué es?
–Sigue siendo las dos cosas, así nos siguen presentando en los tablados. El apodo de “La bruta” Araca se lo ganó con ciertas actitudes. Por ejemplo, hasta el año ’40 los conjuntos de Carnaval concursaban de frente al jurado y de espaldas al público. En el ’41 asumió el director Cipriano Castro, “Pianito”, que para mí fue el mejor de todas las épocas. Cuando le llegó el turno de concursar, él invitó al jurado a pasar para el otro lado, les explicó que no podía actuar de espaldas a la gente. Por supuesto que el jurado se negó, el director igual dio vuelta la murga y actuó mirando a la gente. Al año siguiente el jurado tuvo que ponerse del lado del público. Esas actitudes transformaron a Araca en La Bruta.
–¿En qué se parecen y en qué se diferencian con Reina de la Teja?
–Las diferencias son artísticas y ésa es la riqueza de la murga: no hay dos murgas iguales. Ni parados en un escenario, ni en la forma de cantar, ni en el planteamiento de los temas. Pero nos parecemos porque en definitiva los dos abrazamos la bandera de la gente.
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