ESPECTáCULOS
› ELEKTRA, DE ROB BOWMAN, CON JENNIFER GARNER
La heroína que dio el mal paso
Por M. P.
Para no dar pie a chistes tan tontos y efectivos como aquel del Superagente 86 en el que un malvado llamado La Garra era una y otra vez mencionado como La Gala, la sociedad del mal que es la némesis de la protagonista de esta película con superhéroe femenino lleva un nombre liso y llano, que es difícil de confundir con otros: La Mano. Y sin embargo, es imposible no reírse de una película como Elektra, pero más que nada porque su guión es un chiste. Creada por el historietista Frank Miller cuando revivió un personaje como Daredevil en su paso por la Marvel, la Elektra de Jennifer Garner se robó todas sus escenas durante la inane versión cinematográfica de Daredevil protagonizada por Ben Affleck. Pero no sucede lo mismo en esta película que se toma demasiado en serio desde su prólogo, y termina siendo sencillamente engreída en sus pretensiones seudo-místicas cuando no deja de ser en el fondo apenas un melodrama barato. Y con sólo dos púdicos besos.
Vestida como para ir de fiesta, Elektra es la asesina perfecta. Ha regresado de la muerte para dedicarse a matar gente por dinero, mientras el director Rob Bowman no se priva de mostrar en primer plano el trasero de su estrella justo cuando tiene que demostrar ser la mujer más fatal de todas. Con un tono de tragedia nunca logrado, y en el que Jennifer Garner no parece nunca sentirse cómoda, Elektra es una película envarada y sumamente previsible, en la que ni siquiera las apariciones de Terence Stamp como maestro de artes marciales o una caterva de seudo–superhéroes del mal orientales son capaces de ponerle algo de onda.
Como una mala copia de Kill Bill, Elektra es una película con una heroína que es una máquina de matar, que llega al borde de la muerte y al límite de su aprendizaje con un maestro oriental. Pero si Uma Thurman vestía de amarillo para resaltar la sangre, Garner aquí viste de rojo porque no hay casi sangre en su película. Y si Tarantino sabía que no hay que tomarse muy en serio la tragedia para que funcione en toda su plenitud, Bowman se toma en serio demasiadas cosas como para que su película funcione siquiera de alguna otra manera que no sea la de una involuntaria parodia. Habitante de un mundo aparentemente vacío, en el que sólo existe ella y los pocos personajes que la acompañan en este viaje, Elektra parece no haber regresado jamás de la muerte. Y haber filmado desde un infierno del aburrimiento una película que es más un castigo para Jennifer Garner antes que un merecido premio por haber alegrado la vista de aquellos que compraron sus entradas para Daredevil.