ESPECTáCULOS
› LO NUEVO DE TSAI MING LIANG Y WES ANDERSON
El festival de Berlín, entre el kitsch y la excentricidad
Las películas The Life Aquatic with Steve Zissou y Tian Bian yi Dou Yun le dieron un tono atípico a una nueva jornada de la competencia oficial en la Berlinale.
La Berlinale vivió ayer una atípica jornada de concurso, con Bill Murray emulando a Jacques Cousteau, en The Life Aquatic with Steve Zissou, y la chino-taiwanesa Tian Bian yi Dou Yun, toda una experiencia cinematográfica con festín de porno y sandías. El “comandante” Murray y su tripulación —Anjelica Huston, Cate Blanchett, Willem Dafoe y Jeff Goldblum, entre otros– se colocaron el gorro de lana característico del uniforme Cousteau para surcar los mares a bordo de una comedia que podría enrolarse dentro del “freak”.
El inefable Zissou –un ser pagado de sí mismo y ansioso de publicidad, ya que al fin y al cabo dirige una empresa– acaba de perder a su más fiel colaborador en las mandíbulas de un tiburón. Ello no le impide meter a su único hijo –cuya existencia acaba de conocer– en la consiguiente operación de castigo contra el escualo, en pos de la siguiente tragedia en el océano. “Cousteau fue mi héroe de juventud, como oceanógrafo y como personaje. Está claro que me inspiro en él. Pero no quiero especular acerca de si le gustaría o no mi película. Supongo que no la reprobaría, puesto que le gustaba la notoriedad”, explicó el director del film, Wes Anderson. El cineasta, que tres años atrás había presentado en la Berlinale Los excéntricos Tenenbaums, reconoció sus “reminiscencias fellinianas”, según dijo en la muestra, en relación con su escenografía de medusas-luciérnaga, sus caballitos de mar en trajes marineros y demás seres marinos –incluido, por supuesto, el tiburón– de su film.
Notorio fue, asimismo, el paso por la Berlinale de la película de Tsai Ming Liang, un cineasta al parecer obsesionado por el agua, que coloca a sus personajes en medio de una pertinaz sequía en Taipei. Números musicales en el más puro estilo “kitsch”, rodajes porno domésticos entre improvisadas duchas de agua mineral y, sobre todo, crustáceos y sandías convertidos en sucedáneo sexual, forman el universo del realizador. Pegajosos pasillos y cuerpos humanos inertes por falta de agua son el escenario y los protagonistas de una historia en formato videoclip, sólo que prolongado a casi dos horas de película, animadas por generosas exhibiciones de sexo y lustrosas sandías.
La tercera película de la competencia oficial fue Les mots bleus, de Alain Corneau, con Sergi López como protagonista. El film cuenta la historia de una niña que no habla –Camille Gauthier–, porque su madre –Sylvie Testud– le ha inculcado el pánico a la palabra. Un maestro para sordomudos –por supuesto, López– resolverá los problemas de ambas.
Corneau aborda una historia de silencios y miradas sin pretensiones y, desde la sencillez de medios, demasiado “normal” para una Berlinale que, cuando faltan las dos últimas jornadas de competición, no acaba de arrancar. Es en las secciones paralelas donde el público encuentra los mayores atractivos de una muestra que tiene pergaminos como para dar a conocer el mejor cine que se hace en el mundo.