ESPECTáCULOS
› JAMES BROWN EN EL ESTADIO LUNA PARK
El gran funky espectáculo
En su tercera visita a Buenos Aires, el legendario cantante dosificó sus fuerzas para ofrecer un show que, de todos modos, cautivó a cinco mil fans movilizados por el Padrino del Soul.
› Por Roque Casciero
Cualquiera con un mínimo de sensatez y conocimiento de la historia de la música del siglo XX sabe que el nombre de James Brown figura bien grande en las enciclopedias, porque fue responsable parcial de la existencia del soul y total de la del funk y, muchos años más tarde, una influencia notable para la generación del hip hop. Por eso, su presencia en un escenario argentino bastó para convocar a una multitud y también para enloquecerla, aunque a los 71 años es casi un milagro que el hombre pueda ensayar alguno de los pasitos que lo convirtieron en showman imperdible y también que la garganta le aguante después de cantar con emoción It’s a man’s man’s world.
Resulta obvio aclarar que ya no es la bestia escénica de su juventud, de esos años en los que cimentó su leyenda con conciertos que, con el tiempo, hicieron babear a Prince y Michael Jackson, entre otros. En su tercera visita a Buenos Aires, Brown dosificó sus fuerzas con la certeza del magnetismo que emana de su diminuta figura. Por momentos las dosificó tanto que era fácil perder de vista que uno estaba en un concierto del Soul Bro- ther Number One, porque él se iba hacia atrás, a refugiarse tras unos teclados que tocaba sin brillar especialmente. Entonces le cedía el protagonismo a su troupe enorme, que incluyó a dos bailarinas, tres coristas (The Bittersweets), un presentador, un cantante y una banda numerosa que pese a su nombre (The Soul Generals) parecía más un ejército de valets de hotel cinco estrellas. Y sin el imán-Brown, el concierto no era lo mismo. Aunque, justo es reconocerlo, en el público con pocas caras sub-30 nadie dejaba de mover la patita.
Cuando las luces se apagaron, una voz anunció que “James Brown Enterprises” presentaba el show de James Brown. Sin embargo, la que apareció en escena fue la banda, que tocó un largo instrumental con un largo solo de saxo. La estrella de la noche recién salió en la mitad del segundo tema, con un séquito de valet y presentador, y apenas ensayó algunos movimientos. Recién abrió la boca para cantar I’m back, de su último y homónimo álbum, o para insistir en que todos los presentes iban a pasar “a funky good time” (un buen momento funky). Después, otros dos instrumentales, con Brown al teclado y con presentaciones de sus músicos; una versión del clásico Soul man (de Isaac Hayes y David Porter), de la que cantó apenas la primera estrofa; y la bola de espejos que llenó de brillos el Luna Park durante It’s a man’s man’s world, el pico musical de la noche. El cantante recordó a Ray Charles, dijo que sólo el amor salvaría a la humanidad (pidió que los asistentes al show les dijeran “te quiero” a sus vecinos de butaca), dejó que le secaran la transpiración con una toallita luego arrojada a la platea y bailoteó con todas las damas de su grupo.
Aunque extrañó la ausencia de hits como Papa’s got a brand new bag y Living in America, el final fue con sus dos canciones más reconocidas: cuando Brown gritó I feel good (I got you) no hubo nadie que se quedara pegado a la butaca, aunque la mitad de la canción fuera con la voz de la corista Sheila Wheat. Y tras esa sacudida, una laaaaaarga (otra vez) introducción al borde del aullido a cargo de otra vocalista, Chyntia Moore, quien le recordó a Brown todos sus apodos, en una especie de pantomima para que hiciera un tema más: “El Hombre Más Trabajador del Showbussiness, “El Hermano Número Uno del Soul”, “El Padrino del Soul” y, para dar el pie justo a la canción, “La Original Máquina Sexual”. A bailar, entonces, con (Get up) I feel like being a sex machine, mientras Brown se sacaba el moño y se lo regalaba a alguien de las primeras filas, saludaba una y otra vez y se iba del escenario sin ninguna intención de hacer un bis mientras el Luna Park caía a sus pies. Es que, pese a que se le notan los 71 años, Brown todavía sabe cómo hacer que su público se sienta bien.