ESPECTáCULOS
› OPINION
Belleza y felicidad
› Por Hugo Soriani
Al comenzar su último show en el teatro Ateneo, Fito Páez anunció que convertirá ese espectáculo en disco. Una gran noticia para todos los fans que por una u otra razón no hayan ido a verlo, porque podrán, aunque sea, escuchar así la memorable actuación del rosarino.
Que Gandini tiene ganado un lugar entre los grandes no es algo para descubrir ahora. Tampoco que Páez a esta altura es tan porteño como las veredas de la calle Corrientes, pero verlos a ambos interpretando Los mareados reconforta, divierte y asombra.
El show de Fito, aunque la gente pedía más, duró lo necesario para enterarse de que la orquesta de cuerdas de Gandini es una compañía ideal y que Fito solo, con guitarra o al piano, es igual de solvente y entrañable.
Porque se dio el lujo de cantar un tango, pero antes y después recreó un repertorio de temas propios y ajenos que suenan tan eternos como nuevos en sus arreglos. Quienes están acostumbrados a escuchar Al lado del camino, en su versión grabada, lo vieron enfrentar el micrófono, solo con su guitarrón, y se encontraron con una versión descarnada, bien dylaniana. Antes había hecho Bello abril, de su disco Naturaleza sangre, y a partir de esa canción cualquiera podía adivinar que el mes que viene seguro que vivirá algo de maravillas.
No vale la pena detenerse en todos los temas, porque fueron una seguidilla de interpretaciones que rozaban la perfección. Ya se sabe lo que suena Mariposa tecnicolor, o lo que dice, si uno le da bolilla a la letra y puede despegarse de la melodía, o la fuerza de Dar es dar, que cerró el concierto con él al piano.
También, claro, hizo Un vestido y un amor, Carabelas nada, 11 y 6, Parte del aire. Un flasheo por todos sus discos que culminó en versiones increíbles, por la fuerza con la que sonaron a pesar del formato acústico del show, de Tumbas de la gloria y de Ciudad de pobres corazones que pusieron a la gente de pie mientras Fito transpiraba y Vadalá castigaba a ese bajo que ya parece pegado a la garganta del cantante.
Hubo lugar además para los temas nuevos y sobre todo uno, Te aliviará, ya tiene destino de clásico, con Fito solo al piano. Igual que cuando rindió tributo a sus “maestros” e hizo El otro cambio los que se fueron, de Litto Nebbia, al que llamó “inventor de todo esto, pero del rock en serio, y no toda esa onda latina”.
Solo ante el micrófono cantó Muchacha y se acordó de Calamaro –“que por suerte anda otra vez por el barrio”, dijo antes de arrancar con Flaca–, y después Canción para mi muerte, y ya uno perdió la hoja de ruta, porque está contento y también está contento Páez, que se dio cuenta del clima que generó y se veía cada vez más grande y más entrañable parado en medio del escenario.
Ya se sabe que el domingo apareció Charly García para cantarle el feliz cumpleaños, además de una potente versión de Cerca de la revolución. La gente no se quería ir y Fito no volvía porque ya había hecho los bises y seguramente estaba tirado en los camarines, borracho de música y de alegría.
Fito entregó belleza y recibió felicidad.