ESPECTáCULOS
› EL ULTIMO REALITY DE MASAS
Por un millón de dólares, se admiten golpes bajos
El retador es la nueva apuesta de Mark Burnett –creador de El aprendiz– en el género reality de supervivencia. Sylvester Stallone y Ray “Sugar” Leonard conducen el ciclo que propone el último grito del sueño americano.
› Por Julián Gorodischer
El retador es una novela dramática con la intensidad de una gran ficción por entregas. Tiene melodrama (cuando el boxeador decepciona), violencia (en el ring), traición (entre dos de un mismo equipo) y superación personal, pero aplicados a la crónica realista. Aquí compiten aspirantes a boxeador profesional en busca del millón y están dispuestos a llegar a extremos (un participante despedido se suicidó al terminar). Pero El retador (que se estrenó el domingo en People + Arts y repite hoy a las 23) es, además, el tercer programa más visto de los Estados Unidos y, a su vez, la continuación perfecta de sus precursores. Como en El aprendiz y Survivor (todas creaciones del pródigo Mark Burnett) se ve más una radiografía social del capitalismo globalizado que un vulgar reality profesional. El retador trasciende a las leyes de su género y simboliza, aunque sea a pesar suyo: salvate y elimina al de al lado. Se lo puede leer en contienda entre boxeadores divididos en dos equipos enfrentados. Se irán eliminando en un combate por capítulo hasta llegar a La Final. En cada uno, hay un destino y una tradición de sueño americano inconcluso.
El productor Burnett encontró ese punto exacto en que se fusiona el entertainment con la figura del cronista social. Si en El aprendiz tiene a su cargo la gran novela americana de los ricos concentrados en la figura de Donald Trump a cargo de larguísima entrevista de selección de personal que no ahorra crueldad y cinismo, aquí la crónica es de desclasados con momento emotivo en el alegato familiar, más cerca del melodrama que de la crónica ácida, pero igualmente eficaz para funcionar como síntoma: así viven los pobres en los Estados Unidos, así desean el ascenso rápido que da el reality en todo el mundo. Y por eso Sylvester Stallone y el ex boxeador Ray “Sugar” Leonard los reciben a préstamo en un gimnasio de luxe, para que se maten preparando la pelea. Antes los dos equipos (Este y Oeste de los Estados Unidos) compiten en una prueba del tipo Survivor (carrera en montaña empinada cargando troncos) por el derecho a elegir al peleador y su rival. De allí en más la crónica se convierte en un relato típico de ascenso y caída: pelearán Alfonso, latino posiblemente indocumentado (uno sin pasta) contra un ganador cantado (Peter Manfredo Jr.), y se anticipa una paliza.
Mark Burnett, productor estrella, sabe exactamente qué necesita cada uno de sus relatos populares que algún crítico exagerado definió como el drama shakespeariano adaptado a 2005: a los ricos aspirantes a súbdito de Trump, en El aprendiz, les regala un verdugo que los introduzca en el trato campechano y el látigo. Hay que verlos protestar por el gritito de Señor Trump, e igualmente seguir lamiéndole las botas hasta que él, asqueado, los envía de vuelta a casa; hay que disfrutar de ese castigo leve que les otorgan (como vender en la calle o limpiar caca de perro en el Central Park). En El retador la mirada de Burnett (el verdadero protagonista de estos realities) se invierte y otorga a los desclasados el amparo del consejo cálido de un entrenador (parecido al de Clint Eastwood en Million Dollar Baby), el contacto con un mega star (Rocky) y la conversión prematura en estrellas del boxeo (que dan conferencias de prensa y pelean ante Melanie Griffith, en el primer episodio). Y sobrevolando sucede el relevo: el reality mama de la novela realista, absorbe la pasión de los mejores cronistas del nuevo periodismo norteamericano, hurga en las tradiciones periodísticas (contar la tribu desde adentro, personificar, importar el dramatismo de las mejores ficciones para narrar la realidad) y funda este reality journ que no responde a nada conocido, inclasificable, que retrata a un grupo (los boxeadores) pero también una ciudad (aquí Los Angeles; en El aprendiz, Nueva York) y por si fuera poco entrega su moraleja siempre igual en Survivor, El Aprendiz o El retador: el mundo del trabajo es, por naturaleza, opresivo. “El que ganará vendrá bien de abajo”, sigue Sylvester Stallone incluyendo al relato en dos sagas a la vez: en la tradición de Rocky y en la mística de las vidas duras para comprobar una y otra vez que el sueño americano es, entre todos, el mejor relato sobre compensaciones.