ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA CON EL MUSICO CUBANO SANTIAGO FELIU
“Somos una potencia musical”
El cantautor, que presentará esta noche en ND Ateneo el espectáculo Canción de arte, admite que su arte es para pocos. “A mí me escuchan los que yo quiero”, señala.
› Por Cristian Vitale
Hace 20 años, durante la época de los maravillosos Trípticos, Silvio Rodríguez detonó uno de los romances “de culto” más duraderos y sentidos entre cierto público argentino amante de la trova y un genuino representante de esa expresión popular: Santiago Feliú. De paso por aquí como parte de una extensa gira, Silvio presentó al joven Santi, de 22 años por entonces, como revelación y continuidad del movimiento trovador y operó, tal vez inconsciente, como el primer motor de un amorío mínimo pero constante que llegó hasta hoy. Al tiempito, Feliú editó su disco debut (Vida, 1986) con arreglos de Oriente López y Pablo Menéndez e inició una carrera que lo trajo una y otra vez al país ya para tocar, ya para tocar y grabar a la vez, como lo demuestran tres buenos discos editados en Argentina: Trovadores (1987), que contó con Fito Páez, León Gieco y Juan Carlos Baglietto como invitados; Para mañana (1988), también con Baglietto, y Náuseas de fin de siglo (1994). “Aquí es donde más se enganchan con mi trabajo, porque son los más neuronales del habla hispana. Me gusta recorrer Argentina, me encanta volver”, menciona el hombre que, como un Aníbal Troilo de otro palo, siempre está volviendo.
Dado el devenir, entonces, tal vez no sea una gran noticia su enésimo regreso –tocará hoy y el próximo viernes en el ND Ateneo–, pero sí lo que trae entre manos: un espectáculo llamado Canción de arte. “Creo que la canción se ha degradado más de lo que estaba. El término cantautor ya no le pertenece al compositor de canción poética, inteligente o pensante, porque quien cante lo que hace ya es cantautor. Bajo el cartel de trovador te encuentras cada cosa de lo peor”, arriesga el hombre nacido en La Habana, en 1962.
–¿Le importa poco ser famoso y comercial?
–Siempre he sido, incluso a propósito, anticomercial, bastante de elite, digamos. Así he logrado que me escuchen los que yo quiero. Les llamo inmensa minoría a quienes les gusta lo que hago. Musicalmente y poéticamente no soy rápidamente digerible y es por eso, porque hago canción de arte: el equilibrio más ingenioso que existe entre música y poética, y que he logrado transmitir bien en un tema como Iceberg, por ejemplo. Yo nunca transé y me pertenezco.
Feliú llega custodiado por dos fieles compañeros de lucha en años: el baterista Ruy Francisco López y el pianista Roberto Carcasses, ex integrantes del grupo de jazz-fusión Estado de Animo. Ambos acaban de secundarlo en el concierto que dio hace días con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. “Fue sensacional –define el rapsoda, emotivo–. Sonó tan grosso que vamos a repetirlo para hacer un disco, un sueño realizado, porque también me di el lujo de tocar un instrumental de guitarra acompañado de la orquesta.” Al terceto se le sumará el bajista uruguayo Daniel Maza, ante quien Feliú, endulzado de máxima, no escatima elogios. “Siempre es experimental y oxigenante tocar con un músico como él. Es un excelente bajista, sensible y conocedor de la cubanía musical.”
–Históricamente, sus influencias pendulan entre la trova cubana, la música folk de antigua data y cierto rock progresivo. ¿Las sigue manteniendo?
–Yo creo que lo de las influencias tienen un tope: cada vez me autoinfluencio más. Soy más yo, gracias a las influencias.
–¿Cuál es el eje de su arte, hoy?
–La belleza primero, claro... queel resultado de la obra resulte bello es vital.
–¿Por qué gran parte de su producción discográfica es en vivo?
–Porque en Cuba siempre fue difícil grabar. En vivo era más rápido, menos costoso y por ende de menor calidad. Somos una potencia musical pero hay un sistema totalmente distinto a los que dominan el mercado internacional. Aquí no hay mercado; nacionalmente hablando no existe. No se puede comprar un disco y con la piratería menos falta hace.
–En su último disco, Sin Julieta, hay una preocupación acentuada por cuestiones ligadas al amor, el desamor, las vicisitudes del sentimiento de pareja y la soledad. ¿La política ha dejado de interesarle un poco?
–Sin Julieta es como una tesis cantada del amor desamorado. Yo soy un adicto a la belleza que provoca la tristeza traducida en música, el amor acuarentado tiene mucho de cansancio de las entendederas, de la pasión dormida o muerta, de cierta resignación o miedo... me cuelgo mucho del tema. Además, las canciones de amor, para que evolucionen, tienen que profundizar más sobre sus formas y sus delirios.
–Algunas letras como la de Alto al fuego, su postura de rechazo al consumismo, e inclusive su figura lo hacen parecer un hippie pacifista, como los que había en la década del 60. ¿Le incomoda la comparación?
–Para nada. Me enorgullece, porque vengo de ahí evolucionadamente. Hoy más que nunca urge la paz.
–¿Cómo es su vida en Cuba más allá de los 40?
–Tranquila, normal. Tuve la suerte de recorrer mundo, de darme cuenta de lo distinto que la paso en la isla. Vivo allí porque puedo salir y me encanta.
–¿Podría hacer una descripción somera sobre cómo es la vida cotidiana hoy allí?
–Somos los pobres más cultos. La verdad es que se vive difícil, en una resistencia constante. Todos los niños van a la escuela, se lucha por sobrevivir y se vive con muy poco. Pero ahí vamos.