ESPECTáCULOS
› PAGINA/12 PRESENTA CON SU EDICION DE MAÑANA
UN DVD QUE REUNE A JAMES BROWN CON B. B. KING
El Padrino del Soul saluda al Rey del Blues
El DVD permite apreciar con lujo de detalles una ocasión histórica. Los dos próceres de la música negra por primera vez juntos arriba de un escenario. El memorable concierto realizado en 1983 en Los Angeles se puede apreciar como una síntesis de las carreras de ambos artistas.
Por C. K.
Curiosamente, son dos de los auténticos originadores aún en actividad, en un momento en que –lamentablemente– van quedando muy pocos (por eso quizá la pérdida de Ray Charles fue tan sentida). Probablemente en este mismo instante, en algún lugar del mundo, estos incansables trabajadores del espectáculo se aprestan a subir a un escenario. James Brown, con sus 72 años, comandando la troupe casi circense –con bailarinas, cantantes y maestro de ceremonias, además de una banda de precisión matemática–, con la que visitó Buenos Aires hace sólo unos meses. B.B. King, a punto de cumplir 80, ya toca sentado, pero el blues urbano y elegante con que consiguió legitimizar el género como una forma artística respetada que pudiera entrar a las salas de conciertos sigue cargando la energía y el sentimiento que lo caracterizan.
Pero en 1983, cuando se grabó James Brown en concierto con B.B. King, el DVD que se edita mañana con Página/12, ambos eran relativamente jóvenes y estaban en la plenitud de sus poderes. James Brown deslumbra con su capacidad como showman y sus gimnásticos pasos de baile, con ese magnetismo casi animal que lo convierte en un performer cautivante del que es imposible despegar la vista. B.B. King, aunque asumiendo con humildad su papel de “invitado especial”, estira las cuerdas con su estilo inigualable, que ha influenciado prácticamente a todos los guitarristas que vinieron después de él.
El padrino del soul
Suele definírselo como “el artista más influyente del siglo XX”, y aunque suene a exageración, es posible que –dentro de la música popular– sólo Los Beatles y Bob Dylan puedan disputarle ese título. James Brown es responsable de haber remodelado el soul, inventado el funk y anunciado el hip hop. Desde Jimi Hendrix y Sly Stone, pasando por Prince y Michael Jackson, hasta llegar a los Red Hot Chili Peppers y Outkast, prácticamente cada uno de los principales desarrollos en la música de la segunda mitad del siglo pasado lo tiene como uno de sus principales mentores.
La simple enumeración de los apodos con que se lo conoce dan una idea de la dimensión de esta leyenda: “Mr. Please Please Please”, “El Padrino del Soul”, “Original Disco Man”, “Soul Brother Nº 1”, “Mr. Dynamite”, “El Fundador del Funk”, “La Octava Maravilla del Mundo” y “El hombre que trabaja más duro en el negocio del espectáculo”. Sería difícil nombrar a algún artista fundamental de las últimas décadas que no esté marcado por su música: los Rolling Stones (Jagger copió cuidadosamente sus pasos de baile durante la primera visita de los Stones a Estados Unidos, en 1964), Talking Heads, Bob Marley, David Bowie, U2, Duran Duran, Madonna, Beastie Boys, Charly García, Soda Stereo, Paralamas.
La considerable influencia de Brown se acrecentó con la llegada del hip-hop. Los nuevos géneros de música urbana guardan una considerable deuda con el estilo crudo de funk creado por The Godfather of Soul. Los patrones rítmicos de su banda –especialmente el trabajo de Clyde Stubblefield en batería y Jimmy Nolen en guitarra– han sido sampleados en incontables oportunidades, así como los notorios gritos, susurros e interjecciones vocales de Brown (de los cuales un temprano ejemplo es Charly García en No me dejan salir, de 1983).
La historia “de mendigo a millonario” de James Brown tiene dimensiones trágicas y heroicas, de resonancias míticas. Nacido hace 72 años (aunque es posible que sean algunos más) en South Carolina en medio de la pobreza, criado en una cabaña en Augusta, Georgia, trabajó de criado, revolvió la basura en busca de comida, aprendió en forma autodidacta a tocar el órgano y bailó por unas monedas frente a los trenes que llevaban soldados a la Segunda Guerra Mundial. Dejó la escuela antes de finalizar la primaria, aprendió a defenderse en un ring de boxeo y en una cancha de básquet, frecuentó los concursos de canto amateur en teatros locales, y empezó cantando gospel y R&B a la vez que tocaba la batería en distintos grupos. Dos años después de abandonar la escuela, él y algunos amigos fueron presos por robo de autos. Fue precisamente en la prisión donde su talento musical floreció: Brown vio que era la única vía de escape de una situación desesperada. Consiguió su liberación anticipada gracias a la intervención del cantante local Bobby Bird, que dirigía el grupo Gospel Starlighters. Pronto, James asumiría la conducción de la banda, cambiaría su estilo del gospel al R&B y su nombre por el de James Brown & The Famous Flames.
En 1956 llegaría su primer éxito, con Please Please Please. Sería el comienzo de una carrera que tuvo numerosos hitos y continúa hasta hoy. La música soul –combinación irresistible de gospel, pop y rhythm & blues– todavía no tenía ese nombre, pero ya estaba presente en la música de Brown cuando éste grabó su álbum Live at the Apollo en 1962, en el legendario teatro Apollo de Harlem, Nueva York. Su grabadora se había negado a sacarlo, pero el cantante –mostrando tanto su avanzada visión artística como afilado olfato para los negocios– puso su propio dinero para hacerlo. El disco permaneció más de un año en los rankings de música pop –algo rarísimo para una grabación de R&B– y está considerado uno de los más grandes álbumes en vivo de todos los tiempos.
Brown inventó un nuevo sonido con Out of Sight y luego con Papa’s Got a Brand New Bag, que evolucionaría hasta subvertir las nociones aceptadas en Occidente en cuanto a estructura y armonía. Una base más dura y rítmica, una guitarra percusiva, la ajustadísima sección de vientos, y por último, metiéndose por entre esa estructura móvil de ritmo imparable, esa voz, los gritos que se convierten en acentuaciones sonoras, las frases entrecortadas, los jadeos, los “Good Gods”, las llamadas al puente (“Take it to the Bridge”). Estas innovaciones marcarían los inicios del funk, revolucionando todo el idioma del R&B, y en última instancia, de la música popular en su conjunto. A mediados de los ’60 continuó puliendo ese sonido a través de una sucesión interminable de hits en los que proclamaba una libertad artística cada vez mayor, como Papa’s Got a Brand New Bag, I Got You (I Feel Good) e It’s a Man’s Man’s Man’s World.
En 1967, Alfred Ellis reemplazó a Nat Brown como director musical de Brown, y Cold Sweat introdujo un nuevo cambio radical en el sonido del grupo. Entre ambos definieron una dirección que no guardaba relación con ninguna de las corrientes conocidas dentro del pop o el R&B, construyendo un género funk basado en la sección rítmica. Dentro de este esquema, la voz y los coros cumplían un papel más subsidiario, en lugar de constituirse en el foco central. En 1971, Brown se pasó a la compañía Polydor Records y estrenó una nueva banda de acompañamiento, los JB’s, liderados por Fred Wesley, con intérpretes experimentados como Maceo Parker y St. Clair Pinckney junto a músicos jóvenes. Por otra parte, el bajista Bootsy Collins desertaba junto a otros miembros de su banda (fundamentalmente por desacuerdos en la paga), hacia las huestes de George Clinton’s Funkadelic, lo que no hizo más que reforzar la determinación de Brown, que continuó obteniendo hits sustanciales, como The Payback, My Thang y Papa Don’t Take No Mess (Part 1), todos de 1974. Sin embargo, a medida que avanzaba la década, su trabajo se fue desacelerando, sufriendo una caída en popularidad con el advenimiento de la música disco, que él mismo había contribuido a crear.
La participación en la película The Blues Brothers (1980) marcó el redescubrimiento de Brown por parte de una nueva generación, y en 1986 –año en que fue introducido al Rock and Roll Hall of Fame–, James se tomaría venganza con Living in America, tema central del film Rocky IV, que resultó un hit internacional.
En 1988 el cantante fue arrestado luego de una persecución a alta velocidad. Acusado de numerosos cargos, entre ellos posesión ilegal de drogas y armas de fuego, fue sentenciado a seis años y medio de prisión y liberado en febrero de 1991. Durante los ’90 continuó teniendo problemas con la ley, llevó adelante –con resultados dispares– una intermitente batalla para dejar las drogas y transitó por episodios como la muerte de su ex esposa Adrienne (durante una operación quirúrgica de “liposucción”), un nuevo casamiento –el cuarto– con la cantante de su banda, Tomi Rae, y otro divorcio, esta vez en términos “amigables”. A pesar de sus problemas personales, Brown continúa girando incesantemente alrededor del mundo y recientemente anunció la aparición de un nuevo material de estudio, el primero desde su álbum I’m Back, de 1998.
El DVD
Grabado en 1983 en el Beverly Theater, de Beverly Hills, Los Angeles, California, el DVD James Brown en concierto con B.B. King registra una ocasión histórica: el encuentro –por primera vez en sus respectivas carreras– de El Padrino del Soul y El Rey del Blues. Tanto es así que el mismísimo Michael Jackson, por ese entonces en plena eclosión de Thriller, su álbum más exitoso, no quiso perdérselo. Brown tampoco dejó pasar la oportunidad de hacerlo subir al escenario y Jackson retribuye con algunos improvisados pasos de baile.
El concierto se convierte en una apretada síntesis de las carreras de ambos. Brown sube al escenario para presentar a King, que a lo largo de tres temas exhibe otras tantas facetas de su inigualable talento. Comienza con un número uptempo, el clásico Let the Good Times Roll, continúa con una balada que dedica a su público a manera de agradecimiento, Guess Who, y concluye con la canción que le brindara el éxito cross over, The Thrill is Gone. Acompañado por un formidable sexteto de músicos que han estado muchos años junto a él, B.B. demuestra sus condiciones como extraordinario vocalista y guitarrista único, a la vez que establece una relación de íntima comunicación con la audiencia.
Cualquier intérprete se sentiría amedrentado de tener que suceder a B.B. King sobre un escenario pero, por supuesto, no es el caso de James Brown. De impecable traje negro brillante, acompañado por una banda de asombrosa precisión, los JB’s, que incluye una sección de vientos de cinco integrantes, dos guitarristas, dos bateristas, teclados, bajo, batería, una cantante (Martha Harvin) y un Maestro de Ceremonias (Danny Ray), Brown no pierde tiempo en demostrar por qué se lo considera “el hombre que trabaja más duro en el show business”.
Para los conocedores, un plus de este concierto es que se trata de una de las últimas actuaciones de Jimmy Nolen, el guitarrista a quien se considera el “inventor” de la guitarra funk, quien fallecería poco después. Puede vérselo casi inmóvil, con una mirada afilada como la de un águila, comandando el ritmo con el chasquido sincopado que ya forma parte indivisible del lenguaje de toda la música actual.
Después de las presentaciones del caso a cargo del MC, la banda acentúa el funk y James entra a todo trapo con Payback. Cuando está en el segundo tema, el concierto ya tiene una intensidad como si estuviera por finalizar: Brown canta con su cara íntegramente cubierta de sudor, y los vientos ejecutan complejas acentuaciones mientras hacen sincronizados pasos de baile. Es el momento de bajar el tempo con una balada, Prisoner of Love, que enlaza con otro clásico, Georgia on my Mind, en homenaje a Ray Charles y otras grandes figuras de la música negra, como Otis Redding, Sam Cooke, Fats Domino y Little Richard.
Enseguida vuelve el funk, con Get on the Good Foot y I Got the Feeling en rápida sucesión, con espacio para el lucimiento de solistas como el saxo St. Clair Pinckney, que le sirve al Padrino para volver con otro vestuario esta vez íntegramente verde, y ensayar unos magníficos pasos de baile. James convierte la banda en su instrumento, cambiando de tempos y arreglos ante señas imperceptibles, todo ejecutado con milimétrica precisión. En It’s a Man’s Man’s Man’s World representa una dramatización digna de un actor consumado, implorando de rodillas, para luego invitar al escenario a Michael Jackson. Sin tomarse respiro, Brown lanza su golpe de gracia: un impresionante “medley” incluyendo muchos de sus éxitos, como Cold Sweat, Papa’s Got a Brand New Bag y Sex Machine.
Luego de esta andanada que deja sin aliento, es el momento de invitar a B.B. King para el esperado encuentro entre grandes. Equitativamente, ambos comparten el terreno: primero, con James cantando un blues clásico de B.B., Sweet Little Angel (incluido en Live at the Regal), y luego King improvisando sobre una de las zapadas funk características de Brown, “Jam”. Es un show que encuentra a ambos artistas conscientes de su dimensión histórica –como lo demuestra el breve discurso con que B.B. introduce The Thrill is Gone– y disfrutando el encuentro, mientras entregan lo mejor de su arte.