ESPECTáCULOS
› MAX BERLINER DIRIGE “EL GOLEM”, EN EL SHA
Leyendas con raíces
Actor y director, dueño de una extensa trayectoria en cine y en televisión, Max Berliner estrena su propia versión de El Golem, leyenda originada en la Praga del siglo XVII.
› Por Hilda Cabrera
La mirada clara y traviesa del actor y director Max Berliner adquiere aún más brillo cuando muestra un mail de los realizadores de Seres queridos, película en la que participó, donde le comunican que el film recibió el premio Fénix de Plata en el Festival de Varsovia. La alegría es doble. Berliner nació en Varsovia en 1919 y en Seres... compone a Dudu, el abuelo ciego de una familia estremecida por una historia de amor entre la nieta judía y un palestino. Ese premio es particularmente importante para este actor, cuyos padres se establecieron en Argentina en 1922. Ellos quisieron que fuera artista e insistieron en que estudiara piano, violín y declamación, hasta que el vástago comprobó que lo suyo no era la música sino el teatro, donde continúa, alternando la escena con el cine y la tevé. Acaba de estrenar El Golem, una versión propia de la leyenda del muñeco creado por el rabí Lev en la Praga del siglo XVII “para exterminar a la horda devoradora de judíos y no judíos”. Con esta pieza, que además dirige, se reinauguró el teatro SHA (Sociedad Hebraica Argentina), de Sarmiento 2255, donde ofrece funciones los domingos a las 18 conduciendo a un elenco numeroso. Como creador del grupo Teatro para Todos, llevó a escena varias obras, entre las últimas Shopping Auschwitz (en 2000), referida a la “mercantilización del genocidio”, y Liturgias, adaptación de un texto de Nora Glickman, dramaturga y docente en el Queen’s College de la Universidad de Nueva York. Capaz de imprimir llamativos toques a sus actuaciones, Berliner se destaca allí donde aparece. Ejemplo de esto fue su composición en la versión de Platonov, de Anton Chéjov, montada dos años atrás en el teatro San Martín. Participó en tiras televisivas y numerosas películas, entre otras La Patagonia rebelde, El muerto, Los gauchos judíos, Plata dulce, En retirada, La amiga, El lado oscuro del corazón, Yepeto y las más recientes Seres queridos y Morir en San Hilario, de la realizadora Laura Mañá, una coproducción con España filmada en Bariloche, la Quebrada de Humahuaca y los barrios de San Telmo y La Boca, con Lluís Homar, Ana Fernández y Ulises Dumont.
Berliner no desatendió al teatro de su comunidad (dirigió en otro tiempo el elenco estable del Teatro Popular Judío de la AMIA) ni al teatro argentino y el de los clásicos universales. Para expresarse mejor fundó, junto a su esposa Rachel, pintora y actriz, la sala Artea, cerrada en 1971. Atareado hoy con su rol de abuelo “peronista y cascarrabias” en la tira Doble vida, confiesa haber hallado inspiración para crear su Golem en textos de muy diversa procedencia. En la novela del austríaco Gustav Meyrink, publicada en 1915, que transparentaba –en opinión de algunos estudiosos– “la conciencia colectiva del ghetto ante otra nueva Gran Guerra”; la película del alemán Paul Wegener, que muestra al Golem como un antecedente del Frankenstein, de James Whale (de 1931); un corto ruso sobre la leyenda y numerosos escritos en yiddish.
El Golem sería un autómata, alguien que supuestamente no piensa por sí mismo. Sin embargo, en esta puesta el muñeco se rebela. “Quise que este personaje fuera atemporal y que ayudara a los humanos –apunta Berliner–. Lo maneja un rabino, se enamora de la hija de su creador y recorre lugares simbólicos con torres en ruinas ocupadas por gente pobre y marginada. Este Golem trae amor y esperanza y sus más tenaces perseguidores son un comandante y un monje”, sintetiza.
La imaginación de este actor y director no conoce fronteras, y es así que en esta historia reúne muchas otras, como la del “loco del pueblo”, un personaje extrañamente lúcido; la del vino de Pascua (“la sangre de los niños judíos”) y las que rescatan los varios nombres de Jesús. La obra le demandó diez meses de ensayos y un importante acopio de materiales. Dice “buscar un acercamiento al cine y al teatro sin palabras” e interesar a diferentes públicos. El lunes 27 a las 20 habrá función especial con invitados de la Embajada de la República Checa. En su búsqueda, Berliner in- tenta “dialogar con mundos en conflicto, sin máscaras ni mentiras, como las que utilizan los gobernantes y políticos que fomentan la guerra pero se muestran dolidos en los actos que recuerdan alguna masacre”. Se refiere a algunos de los asistentes a la reciente inauguración del monumento a las víctimas de la Shoá, en Berlín. En ese laberinto de bloques diseñado por el arquitecto estadounidense de origen judío Peter Eisenman “había presidentes que promueven políticas de destrucción”. Así como ciertas palabras mágicas podían, según el mito judío centroeuropeo, dar vida a una figura de barro, en la visión de Berliner lo que “anima” es el amor. De ahí que su próxima puesta –adelanta– será sobre una novela de Osvaldo Bayer, Rainer y Minou, la historia de amor entre una argentina, hija de judíos alemanes, y el hijo de un jerarca del Servicio Secreto de la Alemania nazi.