ESPECTáCULOS
› COMO SE DIRIGE A “LOS REIDORES” EN LAS SITCOMS
Risas, aplausos y abucheos
Ricardo Genovese es “director de risas y aplausos” en las sitcoms de Telefé. El trabajo de “la claque” es fundamental en ese género. Ninguna risotada puede durar más de un segundo.
› Por Emanuel Respighi
A un costado del set de Casados con hijos, un grupo de personas charla en voz baja. Mientras los actores ensayan la próxima escena, apenas si se escucha el murmullo multitonal que proviene de esa docena de personas, de entre 22 y 65 años, que espera sentada las órdenes para soltar la carcajada larga, la risa corta o el abucheo juzgador. “Ellos son el séptimo personaje del programa”, reconoce Guillermo Francella, con relación a que la claque es algo así como un actor más en la adaptación que Telefé hace del programa de Sony. “Nosotros somos la famosa claque, esas risas y aplausos que se escuchan en off detrás de cada uno de los chistes y remates de los actores de las series”, apunta Ricardo Genovese, desde el orgullo que le provoca su cargo de director de risas y aplausos de las sitcoms de Telefé.
Cual director de orquesta, aunque sin el acompañamiento de batuta alguna, un hombre gordo y pelado mueve sus brazos, los agita de un lado a otro, abre y cierra sus puños ante un grupo de personas que reacciona de acuerdo con sus mohínes. “Las marcaciones –cuenta Ricardo, en un alto de la grabación– las hago una vez que leo el libro dos o tres veces, cuando ya tengo el concepto de cada escena correctamente. Ya en el set, en el momento en que los actores ensayan la escena, hago las correcciones que sean necesarias para ajustar el ritmo de los aplausos, risas y abucheos, los tres elementos fundamentales con los que trabaja la claque.”
Quien dirige a esa turba de risas y aplausos apócrifos que surgió en la TV desde hace décadas, pero que en la era de las sitcoms tiene su propia primavera, confiesa que para ostentar el cargo de director de la claque no hay estudio que ayude. En su caso, admite, se trata de la experiencia que le da haberles puesto su voz a programas como Agrandadytos, La Biblia y el calefón o Poné a Francella, que lo ubica entre los pioneros en este campo. “El secreto –detalla– es tener mucho oído, estar despabilado y atento a las marcaciones. Si un actor resuelve rematar una escena con un gesto, hay que mandar risotadas para apoyar la situación. Pero eso sí: ninguna risotada puede durar más de un segundo y medio. De lo contrario, el programa pierde ritmo.”
Fiel defensor de su fuente de trabajo o conclusión objetiva acerca de un hecho artístico, lo cierto es que “el dire” (como lo llama su elenco de voces) cree que, en un género como la sitcom, la claque es un protagonista determinante para conformar un buen producto televisivo. “Sin exagerar, puedo decir que la claque es, al menos, un 40 por ciento del programa”, dispara en voz baja, sin que los actores escuchen semejante afirmación. Según su opinión, la expectación del otro lado de la pantalla sería muy diferente sin las risas de fondo. “Un programa puede tener buenos actores y un excelente guión, pero sin nosotros no podría causar demasiada gracia: el ser humano reacciona por efecto dominó y sentido de mimetización. La claque incentiva al espectador a la comicidad y a la risa, de la misma manera que la mueca del actor o el chiste en el guión.”
Síntoma de estos tiempos de vacas flacas, Genovese reconoce que las doce personas que conforman la claque apenas si alcanzan para lograr un buen acompañamiento a la serie protagonizada por Francella y Florencia Peña. “Antes –dice resignado– éramos muchos más, pero por un tema presupuestario quedamos en una docena. Con doce personas se puede lograr un rendimiento aceptable, pero el ideal son veinte.” Al igual de lo que sucede en la conformación del elenco actoral, el casting es el vehículo utilizado para conformar las claque. “En el casting –explica Genovese, quien se encargó del mismo– se buscan distintos colores de voz, diferentes caudales de risa y distintos timbres de voz. Y aquí los organizo por lugares: cada fila tiene distinta tonalidad de voz. Hay rosas chillones, otras más apagadas y unas cuantas graves. De esa manera conformamos una sinfonía de vocales única e irrepetible.”
Tras nueve horas de trabajo diario, Genovese reconoce que termina extenuado. Es que cada tono, cada risa o aplauso de la claque requiere de la puesta en práctica de todo un sistema de mohínes. “Para arrancar el aplauso –ejemplifica– levanto las manos hacia arriba; si comienzo a bajar la mano es para decrecer las risas; juntar los dedos es la señal para hacer risas pequeñas y cortas; el brazo hacia arriba con la mano hacia abajo es sinónimo de risa colgada, para que las carcajadas no se corten abruptamente; y el signo de admiración es para la risa con la repetición en el tiempo de alguna vocal, como: ¡ah ah ah ah ah!”