Mié 29.06.2005

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA A EDGARDO COZARINSKY,
DIRECTOR DE “SQUASH”, EN EL CICLO BIODRAMA

“Jugar y actuar es algo parecido”

Con un actor fetiche, Rafael Ferro, se estrena en el Teatro Sarmiento la obra Squash, que gira en torno de las confesiones ficcionalizadas del protagonista, ex jugador de tenis y de squash. Cozarinsky compara al jugador con el actor.

› Por Hilda Cabrera

¿Por qué no expresar realidades posibles surgidas de experiencias cotidianas? Quizá los ciclos de Biodrama que se presentan periódicamente en el Teatro Sarmiento abonen ese deseo de recreación libre. Ahora es el escritor, cineasta y director Edgardo Cozarinsky quien estrena un biodrama en la sala de la avenida Sarmiento 2715, pegada al Zoo, cuya dirección artística corresponde a Vivi Tellas. La obra se denomina Squash (escenas de la vida de un actor), escrita por el mismo Cozarinsky, en colaboración con el actor Rafael Ferro, intérprete y figura inspiradora de este trabajo, en el que actúan, entre otros, Lautaro Delgado, Marta Lubos, Jimena Anganuzzi y Gonzalo Heredia. Este montaje, que lleva escenografía de Julieta Ascar y cuenta con el aporte coreográfico de Diana Szeinblum, marca el debut del realizador en la escena y se constituye en la nueva entrega de este artista que dejó la Argentina en 1974 para radicarse en Francia. Realizador destacado en el género documental y de ficción (su film más reciente es Ronda nocturna), ha escrito ensayos, relatos y novelas, como Borges y el cine (que editó Sur en 1974), El pase del testigo, Vudú urbano, La novia de Odessa, El rufián moldavo y Museo del chisme. En diálogo con Página/12, responde así a las varias preguntas que sugiere su ópera prima teatral.
–En Squash se dice bromeando que las líneas que surcan la planta de un pie (en este caso del protagonista) semejan el mapa de la Argentina. Esas líneas auguran, supuestamente, tiempo de vida y chance, cuestiones que los argentinos suelen relacionar con los avatares del país. Incluso en otra secuencia se habla de la Argentina como una carga. ¿Qué opina de esa relación de semejanza y esa carga?
–El parecido entre la planta del pie y el mapa de la Argentina fue una ocurrencia que tuvimos al ver la ampliación. Pero no hubo ninguna intención seria en el comentario. Lo de la carga sólo atañe al protagonista, cuya hermana, al emigrar, le deja el país todo para él, con madre y padre incluidos. Pero no son cosas importantes en el contexto de la obra, sólo toques de color al pasar.
–¿Qué le interesó básicamente de la vida del actor Rafael Ferro, aquí protagonista y partícipe del libreto, y también actor en una reciente película suya, Ronda nocturna?
–De Ferro me entusiasmó primero lo bien que habla en la escena del jacuzzi de Ronda nocturna, los matices de la voz en tono siempre menor, algo que pocos actores dominan sin caer en la falsa espontaneidad de la televisión. Luego la intensidad de la mirada. Pero estas cosas son importantes en el cine. Cuando Vivi Tellas me invitó a hacer un biodrama no pensé inmediatamente en él. Le expliqué a Vivi que me interesaba hacer un paralelo entre teatro y deporte, actividades en que el jugador/actor (para los que hay una sola y misma palabra en otros idiomas: player en inglés, spieler en alemán) se juega, da la cara, pone el cuerpo, está en riesgo de fallar a cada momento, a diferencia del cine, donde se repite una toma y el montaje descarta los momentos débiles. Poco más tarde, Rafael me contó que había sido deportista profesional, tenis primero, squash después, y a los 29 años había abandonado el deporte por el arte dramático. Fue la edad a la que yo decidí abandonar la universidad para hacer una vida más bien errante y free-lance... De allí empezaron a surgir, a pesar de la diferencia de edad, las coincidencias de carácter.
–¿Influye en este biodrama su formación como documentalista?
–No creo. Mis documentales fueron siempre falsos documentales, ficciones encubiertas, y desde hace algún tiempo ya no me interesa incursionar en ese registro. Squash es una ficción total, donde las confidencias de Rafael están ficcionalizadas, asociadas fuera de su contexto temporal. La obra transcurre en un tiempo y lugar imaginarios, el de la experiencia recordada y elaborada por la memoria.
–Son varias las problemáticas que se cruzan y compiten en la obra: drogadicción, sexualidad y locuras más o menos aceptadas hoy socialmente. De todo esto impresiona el vínculo entre amor, sensualidad y dolor del que son protagonistas Rafael y su amante alemán Karol. ¿Qué relación encuentra entre la pasión, el dolor y la resistencia?
–Ante todo, una aclaración. La relación de Rafael y Karol no es de amantes. Está impregnada de un erotismo fuerte, frecuente entre deportistas y soldados que comparten situaciones de riesgo, pero ese erotismo es tanto más potente cuanto más se juega con él sin llegar al acto, algo que –y esto es un sentimiento personal mío– lo banalizaría. En cuanto a pasión y dolor, la raíz es común: pasión viene de padecer... Y la resistencia al dolor es la prueba de virilidad que ambos personajes deben superar. Rafael vence, Karol sucumbe.
–El deporte (que Rafael practicó, según se cuenta, hasta los 29 años) es también resistencia. ¿Y la actuación?
–Actuar en teatro es, como lo hago decir en la penúltima escena, lidiar cada noche con un toro distinto agazapado en la oscuridad de la platea.
–¿Cualquier actividad mantiene al que la practica en una “caja” como la de Squash, especie de cárcel (allí se originó este juego) en la que el deportista se agota? Aquí las cajas son transparentes. ¿Es éste un recurso empleado para que el público se convierta en espía o para alentar el deseo de que el esfuerzo trascienda y no muera con el personaje?
–El cubo transparente y luminoso no sólo es un lugar de juego visible para el espectador, sino también la cárcel mental donde se debaten en distintos momentos Rafael y otros personajes: la madre con su miedo a la demencia, el padre que rechaza a su segunda familia, el canallita que vuelve con la rata muerta y la cara manchada de sangre.
–¿Qué piensa del público de teatro, sobre todo de obras como ésta, con individuos hipersensibilizados por las drogas, el desamparo o la amenaza de una muerte por cáncer? ¿Lo considera un observador más?
–No tengo la menor idea. Creo que todos somos espectadores de nuestras propias vidas y de las que nos rodean. Sólo que hay gente que ve y otros que se cubren los ojos. Cuando se estrenó Ronda nocturna un imbécil escribió que era una película sobre putos y no habló de la relación entre vivos y muertos, del amor como potencia sobrenatural, de la errancia en el laberinto nocturno de la ciudad como metáfora de la vida: en fin, de nada de lo que importaba en el film.
–¿Qué debe tener de atractivo una vida para ser llevada a escena e interesar a otros y no solamente al dramaturgista o director?
–Cualquier vida, mirada de cerca, puede ser apasionante. Se trata de hallar el punto de coincidencia entre una experiencia vivida y la mirada del escritor y director que le dará forma. El resto es misterio.
–La sensualidad es un elemento omnipresente en la obra. Algunas escenas parecen contraponer la sensualidad caribeña a la alemana, esta última adornada de cuero y metal. ¿Lo cree así o es un ardid de autor?
–No lo veo así. Sensualidad hay en todo lo que hago, en cine o literatura, por lo tanto no podía estar ausente de mi primer trabajo teatral. El Caribe es un recuerdo idealizado de la infancia y la adolescencia de Rafael, la escena de la disco alemana es más bien una imagen del infierno disfrazada de placer.
–¿Por qué recurre a fragmentos de Macbeth? ¿Qué fantasías le despierta esta obra de Shakespeare? ¿Relaciona a Macbeth con los fantasmas, inquietantes siempre en sus propios relatos?
–Me interesó anunciar que Rafael terminaría, sueño de todo actor, haciendo Shakespeare. Puesto a elegir un personaje me pareció que Macbeth era el ideal por la importancia de la relación con los muertos en la obra, por el personaje central a la vez fuerte y débil, por el poder artero de brujas y mujeres en su destino. La idea era que Macbeth va poseyendo poco a poco a Rafael. La primera cita la dice como un medium, sin saber de dónde viene, después que el gurú le pide a la madre que le entregue la mente del hijo. La siguiente, cuando cae inerme ante un padre cuya doble vida no había conocido. Finalmente, desarrolladas como problema técnico, casi humorístico, en la noche de su debut: cómo decir ciertas líneas de manera que no parezca mera retórica, Macbeth sería el subtexto de Squash. La conciencia de la proximidad de la muerte parece alimentar aquello de beberse la vida “hasta las heces”: apurar hasta lo que es un desecho de la vida.
–¿Se esfuerza usted también por no perder la capacidad de juego, asombro y resistencia de los niños?
–Ojalá nunca traicione al niño que fui.

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