Jue 30.06.2005

ESPECTáCULOS  › “A MI MADRE LE GUSTAN LAS MUJERES”

¿Catalanas o argentinas?

POR H. B.

Casi todo lo bueno que tiene A mi madre le gustan las mujeres está concentrado en el título, que logra ser simple, sencillo y provocativo. Aunque también meramente descriptivo, pobretón y sin mucha gracia, si se lo piensa mejor. Meramente descriptiva, pobretona y sin mucha gracia es también la propia película, hasta el punto de que más que una comedia española (catalana, para más datos) parece una comedia argentina. De esas comedias argentinas meramente descriptivas, pobretonas y sin mucha gracia. O sea, casi todas.
Pero no es justo decir que todo lo bueno está en el título. Rosa María Sardà está magnífica –digna y algo turbada, totalmente resuelta y sobriamente enamorada– en el papel de la señora del título, que el día de su cumpleaños les presenta a sus hijas a su novia checa. Que es difícil saber por qué es checa, salvo que la actriz lo es. Cada una de las muchachas, todas ellas mayores de treinta, responde a su manera. A Sol, que es la más moderna (María Abascal), le parece perfecto. La aburguesada Gimena (la mofletuda María Pujalte, de En la ciudad) se escandaliza y Elvira (Leonor Watling) se problematiza.
En el personaje protagónico y recién salida de Hable con ella (A mi madre ... tiene ya tres años de estrenada en España), la rebonita de Watling hace una suerte de versión femenina (y española) de Woody Allen. Escribe novelas pero no se las muestra a nadie, va a terapia día por medio (lo cual confirma la argentinidad latente) y cada vez que se le presenta un candidato lo espanta con las más espantosas metidas de pata del mundo. Así como Watling parece más empeñada en imitar a una comediante que en serlo, A mi madre ... está mejor escrita que actuada. Lo cual es lógico, ya que sus autoras y realizadoras, Inés París y Daniela Fejerman (que tiene, sí, nombre más de cineasta argentina que española), lucen experiencia previa como guionistas para terceros, siendo ésta su opera prima como directoras.
Mientras que el guión lleva a las tres hermanas a conspirar para separar a mamá de su novia checa, buscándole una amante en clubes lésbicos y tramando ser alguna de ellas la víctima sacrificial (para partir finalmente a la República Checa, tratando de enmendar lo desecho), en términos de realización da la sensación de que París y Fejerman jamás saben dónde poner la cámara, elegir el color de un decorado o iluminar adecuadamente la escena. Se entiende: vienen del teatro y la televisión. Su nueva película se llama Semen, una historia de amor, confirmando que sí que saben elegir títulos. Ah, trabaja Héctor Alterio, por supuesto.

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