ESPECTáCULOS
› NESTOR SAIED Y “UNO, NESSUNO E CENTOMILA”
“Freud era argentino”
El actor argentino, radicado en Italia desde 1977, estrena aquí una versión en mutación permanente de Luigi Pirandello, en la que el protagonista hace replanteos constantes de su identidad.
› Por Hilda Cabrera
Hace poco más de veinticinco años que el actor Néstor Saied se afincó en Roma. Desde entonces estuvo alguna vez aquí, pero nunca hasta hoy para presentar un espectáculo en el que actúa y produce con apoyo institucional italiano. Se trata de una pieza de cámara, Uno, nessuno e centomila (“Uno, ninguno y cien mil”), versión de una novela de Luigi Pirandello dirigida por Lorenzo Salveti, con funciones hoy y mañana a las 20 en el C. C. Recoleta (Junín 1930). Este trabajo tuvo su première en 1990 y por su condición de work in progress está sujeto a continua experimentación. Forma parte del Proyecto Pirandello auspiciado por la Unesco, y efectuó giras por Canadá, México, Turquía, Colombia y Brasil. Los organizadores aquí son el Instituto Italiano de Cultura y la Embajada de Italia, que además apoya el estreno de Il caso Catilina (en italiano), por los elencos de Teatro 91 y La Maschera D’Oro (el jueves a las 20 en la Facultad de Derecho, gratis, y el lunes 27 a las 20 en La Scala de San Telmo). Formado en la Academia Nacional de Arte Dramático Silvio D’Amico de Roma, Saied recibió en 1996 el galardón de Commendatore al Merito della Repubblica. Su partida en 1977 no fue por cuestiones políticas sino para probar suerte. No pensaba radicarse: “Fue producto de una casualidad. En esa época vivían ahí Pablo Alarcón, Alicia Bruzzo y Mónica Jouvet. Sin darme cuenta empecé a echar raíces”, cuenta en la entrevista con Página/12.
–¿Se sintió identificado con Italia?
–Como el personaje de Uno..., no estoy seguro de mi identidad. Uno siente que no es de aquí ni de allá, aunque tuve suerte en Italia. Ahí pude hacer mi carrera. Mi casa en Roma es mi punto de referencia, pero no olvido a la Argentina. Me costó hacer teatro, porque se exige que el acento y la cadencia sean limpios. El idioma italiano tiene siete vocales, y una misma construcción significa cosas diferentes según cómo se la pronuncie. Radicarse en un lugar diferente no es siempre algo que uno elige. En cambio se elige cómo trabajar. Me fui durante la dictadura sin saber demasiado qué estaba ocurriendo. Me enteré viviendo afuera. En Italia descubrí que los argentinos tenemos cosas en común: somos gente impulsiva y sabemos improvisar, le encontramos la vuelta a casi todo.
–¿Qué le atrajo de esta novela de Pirandello?
–Fue publicada como si hubiera sido su última novela, en 1926, pero la escribió a lo largo de los años (desde 1909) como un diario personal. Uno... es la suma de su vida literaria. Allí se encuentran personajes de otros textos. La adaptamos como un monólogo, aunque conmigo trabajan otros dos actores (Valentina Piserchia y Giuseppe Tancorre), porque Pirandello escribió esta historia en primera persona y en tercera, buscando también relacionarse con el lector. Aquello que cuenta Vitangelo Moscarda tiene una base filosófica y psicológica impresionante. La estructura del relato es tan contemporánea como muchos textos de Sigmund Freud.
–El tema es la identidad escindida...
–Que Moscarda descubre por un defecto físico señalado a él por su mujer. Esta le dice que la nariz le cuelga hacia la derecha, y eso desata su reflexión. Advierte que hasta ese momento no había reparado en quién era: si ese que los otros veían o lo que él creía ser. A partir de ese momento transforma su vida, renuncia a las comodidades y va en busca de su interioridad, de una explicación de su existencia. Los argentinos entienden esto, porque este país es la cuna de la psicoterapia. Yo no digo que Dios es argentino sino que Freud nació argentino y después emigró.
–Siendo un “work in progress”, ¿influye la atmósfera del país en el que se presenta?
–Para un intérprete actuar es jugar, y, si es posible, con gran humildad para poder llegar mejor al público. La experiencia del work in progress es un lujo. Mantener una compañía por muchos años es difícil, aun cuando se cuente con apoyo institucional. Nosotros probamos. En cadapresentación observamos nuestra reacción y la del público. Esta es la primera parte de una versión definitiva. Si alguien ve este trabajo dentro de dos años va a encontrar algo distinto, aun con el mismo texto. Pero en ese cambio no influye la situación del país porque el escenario es para el actor su recinto, como la cucha del perro.
–¿Por qué dedica la obra a María Rosa Gallo y Alfredo Alcón?
–Esta presentación es muy importante. No me voy a sentir completo hasta que no vea la reacción del público argentino. Por eso quise homenajear a dos artistas que estimo. A Gallo me une la amistad y haber estudiado en Italia, como ella, en la Academia Silvio D’Amico. Alcón significó muchísimo en mis comienzos. Nos tenemos afecto, aunque no puedo decir que soy su amigo. Fue una de las pocas personas que me ayudó cuando yo era un desconocido. El comportamiento que tuvieron conmigo me ayuda a no olvidar mis raíces. Uno... estaba programado desde hace más de un año, y pensé que no se haría por los problemas de Argentina, que tiene una cultura muy particular. Se parece a una estrategia de lucha civil.