ESPECTáCULOS
Una mujer dulce recuerda su vida desde las llamas
Dominique Sanda, la recordada actriz de “El Conformista” y “El Jardín de los Finzi-Contini”, será la protagonista de “Juana de Arco en la Hoguera”, desde el domingo en el Colón.
› Por Diego Fischerman
Para algunos sigue siendo la mujer dulce del film de Bresson. O la protagonista de El Jardín de los Finzi-Contini de De Sica o de El Conformista de Bertolucci. Dominique Sanda, que desde hace años vive en Argentina, será esta vez Juana de Arco. El oratorio dramático de Arthur Honegger con texto de Paul Claudel subirá a escena este domingo en el Teatro Colón y su personaje principal no sólo no canta sino que, en la puesta del artista plástico Roberto Plate, que se estrenó en 2000 y se repone en esta ocasión, se queda quieta toda la obra. Juana de Arco en la Hoguera es “un largo flashback desde el momento en que se separa el alma del cuerpo”, según las palabras de este pintor que alguna vez fue una de las estrellas del Di Tella y actualmente es uno de los artistas más prestigiosos de Francia. Juana, en lo alto de la pira (que es en este caso una especie de gigantesca vela) es a la vez la llama y la mujer consumida por ella.
La deslumbrante régie de Plate, en que la iluminación de Jacques Rouveyrollis resulta fundamental, es sumamente despojada. “Resistí la tentación de mover a los personajes”, decía el director a Página/12 en ocasión del estreno. “Me limité a dejar que la música y el texto hablaran por sí solos. Me dejé habitar por ellos y traté de intervenir lo menos posible. Apenas tomé algunas decisiones que tienen que ver con evitar la reconstrucción histórica, porque esa hubiera sido una solución demasiado fácil. Aquí, la serpiente es una mujer, simplemente. Lo único que hice, como para ir un poco más lejos, es hacer que el personaje lo represente un travesti. El zorro es un compadrito, a la manera del tango. Y el tigre es un militar carapintada. En el momento en que ella dice que las bestias la van a juzgar, el escenario queda convertido en un anfiteatro: la cancha de Boca. No quiero contarle al público la historia. Ya está contada por Honegger y Claudel. Para mí se trató, apenas, de ubicar las 120 personas que están en escena y de hacer algunas elecciones. Por ejemplo, me pareció que era muy tradicional que el Hermano Dominique entrara con un libro bajo el brazo y entonces el libro es una proyección.”
Alejandro Cervera, quien fue coreógrafo de la régie original, será esta vez, además, el repositor de la puesta. Terminada en 1935, estrenada en Basilea tres años después y presentada en Buenos Aires en 1947, con dirección de Erich Kleiber y Clara Oyuela como la Doncella de Orleans, volvió al escenario del Colón en 1961, 1974 y 2000. En esta reposición el director musical será Reinaldo Censabella y Mario Solomonoff interpretará el papel del Hermano Domingo. Que uno de los principales herederos de Debussy y, a la vez, quien más hizo por tratar de desprenderse de su sombra, haya recurrido, para esta especie de ópera sin movimiento o de obra religiosa excesivamente dramática y teatral, al escritor más odiado por el medio intelectual francés en los años de entreguerras, no es un dato menor. En la búsqueda del catolicismo misticista de Claudel, Honegger buceaba, más bien, en un cierto medievalismo imaginario que, antes de Debussy (pero sin dejar de situarse en contra de Wagner y el romanticismo), fijaba su mira en Erik Satie. La partitura tiene, por otra parte, un curioso rasgo de modernidad: el uso de las Ondas Martenot, el primer instrumento electrónico en ser inventado. Una escritura colorística, teatral, en la que sobresalen los pasajes corales (el final es uno de los más bellos jamás escritos) y el efectivo contrapunto entre pasajes hablados y cantados, es uno de los atractivos que han logrado mantener esta obra en el repertorio, a pesar de su incómoda ubicación a caballo de la ópera burguesa y el oratorio eclesiástico.
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