ESPECTáCULOS
› TELEVISION
“Esta profesión no es fácil, y al fin de cuentas, ¡de carne somos!”
Hoy empieza “Mil millones”, una tira que los protagonistas, Araceli González y Gustavo Bermúdez, definen como “telenovela pura”.
› Por Patricia Chaina
Carolina y Julián son vecinos. Ella estudia contabilidad y él trabaja como estibador. Hasta que el milagro de la telenovela se produce y él recibe una millonaria herencia que ella le ayudará a administrar. Ese es, a grandes rasgos, el núcleo argumental de la tira que protagonizarán Araceli González y Gustavo Bermúdez a partir de hoy a las 19, por Canal 13: “Mil millones, para compartir”. Con mucho de comedia y un visible sello Pol-Ka en la construcción de lo cotidiano, el ciclo producido por Raúl Lecouna, anunciado como “algo diferente en el rubro”, se apoya en un paradigma del género: protagonista adoptado por una familia muy humilde recibe herencia de un padre que ni siquiera conoce.
“Telenovela pura”, advierten Araceli y Bermúdez. “Pero no es el típico culebrón”, anticipa ella. “Se trata de una comedia romántica –explica a Página/12– y me gusta, consumí telenovelas toda la vida. Esta cuenta una historia de chicos de barrio, vecinos. Los separa una pared. Ella cree que la única forma de salir del barrio es estudiando. Y trata de ayudar a su amigo aunque no comparte su forma de vida, su informalidad. Me hace acordar a mi adolescencia en Haedo, a un novio que tuve al que le decía todo lo que tenía que hacer. Hasta el típico: ¡Andá a cortarte el pelo! Es que cada personaje tiene algo de uno.” El galán, asiente con una sonrisa pero aclara que aunque la composición lleva cosas propia, “cuando estás grabando, sos el personaje, cuando besás, el que besa es el personaje, sino no se podría trabajar”, explica. Ella se ríe y sostiene con espontaneidad: “Pero es que esta profesión no es fácil –se ríe ella–, porque al fin de cuentas: ¡De carne somos!”.
Araceli y Bermúdez se reúnen en una tira por tercera vez. Primero fue la exitosa “Nano”, donde él adiestraba orcas y ella era muda, hasta que al fin conseguía hablar más allá del lenguaje de señas. “Nano” tuvo alto impacto en la Argentina y en el exterior. Luego llegó “Sheik”, una tira de época que requería mayores cuidados de los que la producción le prodigaba: cuando el televidente veía en las túnicas de los beduinos las marcas de las telas prolijamente dobladas, era difícil seguir creyendo que se trataba de beduinos. La falta de precaución rompía el acuerdo de credibilidad necesario para sostener un ciclo de ficción.
“Sin embargo... no hay dos sin tres”, apunta Bermúdez. “Eso no quiere decir –agrega Araceli– que lo vivamos como una revancha de ‘Sheik’. Actuar te genera presión porque querés hacerlo cada vez mejor. A veces funciona y otras no”, acepta. Bermúdez intenta trabajar con comodidad y entretenerse, “haciendo algo que entretiene a la gente cuando lo ve”. Pero no piensa en el éxito como lo impone la industria, dice. “Lo mío es menos ambicioso”, se protege. Se defiende y evita las opiniones propias contundentes. Quizá ese gesto se acentúa por el riesgo de volver a escena luego de dos años sabáticos en los que decidió vivir lejos de “esta difícil ciudad”, como define a Buenos Aires. Eligió la tranquilidad de San Martín de los Andes, donde produjo y protagonizó “Alen, luz de luna”. Y eligió volver con una propuesta ya no pensada para el mercado local sino para pantallas internacionales. “Mil millones” es la idea de un productor israelí que firmó con Lecouna para realizar cuatro tiras en la Argentina. Araceli es osada y arriesga. Protagonizará dos de esas tiras. Además podría hacer a fin de año una película “de la época de Rosas, una historia muy triste”, según describe. Y sueña: “Me gustaría conducir algo para mujeres, dar información. Frente a la pobreza y las malas condiciones de vida, como las de las mujeres norteñas, desnutridas, creo que desde este lugar se puede ayudar”. Bermúdez dice que sueña con vivir en pleno campo. Y si recibiera los mil millones de una herencia, dice que “ayudaría a la gente, porque es mucho dinero y no hace falta tanto para vivir como corresponde”.