ESPECTáCULOS
› “EL PAJARO AZUL”, DE MAURICE MAETERLINCK, EN EL TEATRO SAN MARTIN
Dos pibes en busca de la felicidad
El Grupo de Titiriteros del Teatro General San Martín, que dirige Adelaida Mangani, ofrece la clásica obra del dramaturgo y filósofo belga, en versión de la actriz y dramaturga Andrea Garrote.
› Por Silvina Friera
Entre las obras del escritor y filósofo belga Maurice Maeterlinck (18621949), tal vez ninguna alcanzó la fama universal de El pájaro azul (L’Oiseau Bleu). Dos niños, Tyltyl y Myltyl, realizan un viaje iniciático en busca del pájaro azul de la felicidad. En esa peregrinación descubren que la muerte no existe y que pueden encontrar la felicidad en las pequeñas vivencias cotidianas. Las reflexiones en torno de Dios, la eternidad, los otros mundos, los destinos humanos y la conciencia práctica, entre otros, constituyen algunos de los ejes dramáticos de la pieza. La directora del grupo de titiriteros del teatro San Martín, Adelaida Mangani, conserva un afecto entrañable por Myltyl, uno de esos niños que ella misma interpretó cuando tenía 12 años para una producción que realizó en el viejo Canal 7. “Esos chicos que son llamados por un ser sobrenatural para emprender la búsqueda de un valor, que nunca se puede alcanzar plenamente, es un tema que siempre aparece en mis puestas, debe ser una de mis principales obsesiones”, confiesa la directora, que acaba de estrenar esta clásica pieza del autor belga, en versión de la actriz y dramaturga Andrea Garrote, en la sala Casacuberta del teatro San Martín (Corrientes 1530, todos los sábados, domingos y feriados a las 15.30 con entradas a 4 pesos).
Además de la cuestión afectiva, Mangani asegura que la elección de la obra está relacionada con una línea de trabajo del Grupo de Titiriteros del San Martín, que indaga en la mitología, en los cuentos tradicionales y folklóricos de la Argentina y el mundo y, puntualmente, en aquellas historias que “representan los valores permanentes de nuestra cultura”. En la entrevista con Página/12, Mangani y Garrote coinciden en subrayar la complejidad, la riqueza y los desafíos que plantea la puesta de El pájaro azul. “Tiene largos parlamentos filosóficos, muy interesantes por la elaboración de un pensamiento elevado dentro de la escena. También la cuestión moral no es un rasgo menor –señala Garrote–. Hubo que suprimir varios mundos y privilegiar otros. En el proceso de reescritura no podía despojar a la obra de su concepción moral porque era como atacar su esencia.” Para Mangani, esta selección de personajes (que transitan por el país de los abuelos, de la noche, del porvenir y la naturaleza), responde a una limitación numérica: sólo 17 titiriteros estables en el elenco. “Los mundos elegidos sintetizan los aspectos del pasado y del porvenir, principalmente aquellos que tienen mayor peso con el presente”, aclara la directora.
–¿Cuáles son esos aspectos que resuenan en la actualidad?
Adelaida Mangani: –En el lugar de los misterios y los espectros se abordan todos los males que acosan al hombre, sin que ellos sean los responsables directos. Otros, en cambio, son provocados por el hombre, como las guerras. Pero lo más significativo es la inversión del tema del héroe que emprende el viaje y al regresar, la sabiduría adquirida le permitirá modificar a su grupo social. Lo peculiar de la obra es que este viaje lo protagonizan dos nenes, no un adulto o un hombre entrando en la adultez.
Andrea Garrote: –En el país de la naturaleza el tema ecológico se expone desde otra visión. La mirada anterior era más filosófica, una idea del hombre que era capaz de poseer el conocimiento para dominarlo todo. Todavía la naturaleza era un espacio inaccesible, que se ocultaba, que el hombre desconocía. Sólo a través de elementos mágicos podría tener acceso a ese mundo inexpugnable de la naturaleza, que tenía vida propia.
–En el viaje, los niños se enfrentan con situaciones reales y fantásticas. ¿Para ellos son mundos complementarios?
A.M.: –Los niños de la obra, y en la realidad también, distinguen perfectamente fantasía de realidad, pero tienen mucha menos dificultad para el pasaje entre una y otra porque ésa es la naturaleza del juego.Después, los adultos debemos realizar una serie de técnicas especiales para poder continuar jugando, convertirnos en actores o titiriteros para mantener lo lúdico, que en similar plano al de la inteligencia superior, es lo que nos hace humano.
–¿Cómo funcionan los títeres en este constante pasaje entre realidad y fantasía?
A.M.: –El muñeco se lleva muy bien con lo onírico. En esta puesta me gustó hacer una comparación paradojal: que los personajes humanos sean títeres y los personajes de la fantasía sean actores con máscaras. Me gustó jugar con esta idea de que la humanidad está representada por el objeto y la fantasía por los enmascarados. El otro día me contaron que una pareja, padres de uno de los miembros del equipo de trabajo, hicieron una apuesta: Myltyl y Tyltyl son niñas, cuando en realidad son títeres. Se han despegado tanto del manipulador que cobraron vida propia.
A.G.: –Me sorprende la belleza de los objetos y la fuerza que transmiten cuando aparecen. A veces los actores se olvidan de la situación más primaria que es entrar a un espacio, la existencia de esos cuerpos y cómo ocupan el espacio. Las entradas de los títeres son momentos magníficos porque pueden ser más literales que los actores.