ESPECTáCULOS
› QUIQUE GONZALEZ PREPARA SU DESEMBARCO EN ARGENTINA
Historias de amor callejero
El músico español escribe canciones sencillas y ásperas. “Cualquier comparación con Sabina va a halagarme, porque él es un referente: está a 5000 kilómetros de todos los demás letristas en castellano”, dice.
Por Javier Aguirre
Tan nítida es la huella dejada por Joaquín Sabina en el camino de los cantautores españoles que es difícil no pensar en su herencia artística cuando aparece un compositor en castellano que escribe canciones simples pero filosas, románticas (en el menos sensiblero de los sentidos) pero ásperas. La referencia es para Quique González, madrileño de 28 años que lleva editados dos discos y que prepara su desembarco en la Argentina de la forma menos ortodoxa: si bien sus discos todavía no se editaron aquí, y aunque nunca visitó el país, su primer sitio web, años atrás, fue creado por fans argentinos. Eso lo obsesiona. “Quiero ir a la Argentina cuanto antes por razones sentimentales, más allá de las dificultades económicas. Creo que mis canciones tienen un mensaje universal, porque son sencillas, pero que además tienen una clave muy afín al sentir argentino. La conexión de Sabina con los argentinos, además, me empuja y me incentiva”, dice.
–¿La comparación con Joaquín Sabina le genera alguna presión?
–Cualquier comparación con Sabina va a halagarme muchísimo, porque él es un referente absoluto: está a 5000 kilómetros de todos los demás letristas en castellano. Yo sé lo que significa él en la Argentina, así que si la gente lo toma como referencia para conocerme a mí, significará algo muy simple: que estoy haciendo buenas canciones.
Después de haber editado su –también– dylaniano primer disco, (Personal, de 1998), su carrera sufrió un imprevisto golpe, a contramano de la inmediata buena repercusión que había obtenido en su debut: la fusión de las discográficas multinacionales Polygram y Universal, que significó la anulación de contratos con artistas de todo el mundo (en la Argentina, por ejemplo, les tocó a Palo Pandolfo y a Turf), dejó a González afuera. Pero cuando dos años después llevó los demos de sus nuevas canciones, Universal volvió a contratarlo y editó su segundo álbum, Salitre 48, en 2001.
–¿Esperaba un resultado así durante la grabación de aquellos demos?
–Cuando te botan un contrato el golpe se siente, pero también sentí como una victoria que volvieran a contratarme después de escuchar las nuevas grabaciones. En realidad, Salitre 48 es, en cierto modo, un disco de maquetas, ya que quedé tan conforme con esos demos que no volví a grabar las canciones, apenas si agregué algún instrumento. Es un disco registrado en casa, en forma sencilla pero a la vez con plena comodidad y con muchas horas de grabación. Por eso suena muy auténtico.
–¿Editar una grabación doméstica lo acerca al criterio desarrollado por Andrés Calamaro en El salmón?
–Hay puntos de contacto, seguro. No es cierto que para que una canción suene bien haga falta emprender una superproducción en un estudio de grabación. El único contacto que tuvo Salitre 48 con un estudio profesional fue la masterización. Por eso lo veo como un álbum pequeño en cuanto a concepto, debido a que está hecho con una instrumentación básica, sólo para realzar las canciones. Hasta quité algunas pistas en la mezcla. No me gusta adornar las canciones demasiado, no soy amigo de meter muchas manos. Me gusta presentarlas en el estado previo al que se las suele escuchar por la radio.
–¿Existe un estilo madrileño de escribir canciones?
–Es posible. Madrid para mí es el punto de partida del viaje, es aperturista. Hablo de viajes, pero con arraigo urbano. Creo que eso funciona como una cuna de rock viajero, mediterráneo. A la hora de componer, yo lo hago tanto en Madrid como en la playa. En Salitre 48 las canciones, a pesar de la identidad urbana, se vinculan al mar y también a la carretera, y ésas son las metáforas tradicionales de la vida de todo buen viajero. Nunca he tenido prisa por llegar a ningún lado, ya que loque más me divierte es seguir haciendo canciones. Así que el desafío futuro para mí es, justamente, escribir temas. Y lograr que sean buenos.