ESPECTáCULOS
› ATENCION, NIÑOS, ESTRENAN LOS CAZURROS
Una fábrica de sueños
Pablo Herrero y Ernesto Sánchez, los integrantes del grupo, explican su propuesta: “Nos interesa que los chicos sepan, o recuerden, que la imaginación tiene el poder de salvarlos o ayudarlos”. Hoy estrenan en el Cendas.
› Por Verónica Abdala
No es ninguna originalidad que los actores digan que nacieron sobre las tablas. Es más bien un lugar común, que la mayoría de las veces, además, no tiene ni una pizca de cierto. En boca de Pablo Herrero esas palabras no están alejadas de la verdad: “Tengo fotos en que estoy durmiendo en un moisés que descansa al borde de un escenario, mientras mi papá actúa. Puedo decir que siento como si hubiese nacido en un teatro”, explica con orgullo. Su padre, que también se llama Pablo y es la cabeza visible de una familia de actores y titiriteros, lo acostumbró desde chico a la penumbra de las bambalinas, la rutina de los camarines, el olor de la madera vieja. Es por eso, precisamente, que el mayor de los cuatro hermanos Herrero es incapaz de puntualizar el momento en que decidió también dedicar su vida a la animación infantil. “Crecí en una casa en la que las marionetas se agolpaban en los cuartos: de día las manejábamos frente al público y de noche dormíamos con ellas”, explica y pone cara de payaso cuando su mirada se encuentra con cinco dedos largos que acarician el aire. “Fuimos y somos parte de una misma historia”, dice.
Hace ocho años Pablo formó su propia compañía, Los Cazurros, junto a su amigo Ernesto Sánchez, al que conoció en las clases de teatro del macoco Martín Salazar. Desde entonces se presentan juntos en las playas de Cariló y Pinamar durante el verano, a mediados de año montan su propio stand en la Feria del Libro Infantil y durante los meses restantes animan cumpleaños y recorren escuelas de la Capital y el interior del país con sus espectáculos. El estreno de su tercera y más ambiciosa obra los tiene especialmente entusiasmados. Los Cazurros infinitamente fascinantes fue pensada para chicos de entre 3 y 12 años. (“A los de 1 y 2 los perdemos detrás de las pelusas que pasan volando”), e incluye números con títeres y marionetas, aunque sus autores y protagonistas se resisten a las clasificaciones. “Es un espectáculo para chicos, en un sentido amplio, integral, no una obra de títeres”, explican. Los chicos y sus padres podrán entender cabalmente sus palabras recién a partir de hoy en el Auditorio Cendas (Bulnes 1350, entre Gorriti y Cabrera), todos los domingos a las 15.30, y de martes a domingos a la misma hora durante las vacaciones de invierno.
“La idea central de la obra –plantea Herrero– es la de ofrecer una alternativa a las superproducciones teatrales y, por sobre todo, a los videojuegos y la televisión. Nos interesa que los chicos sepan, o recuerden, que la imaginación tiene el poder de salvarlos o ayudarlos, al menos, a enfrentar otro tipo de carencias.” Ernesto agrega que “está bueno apagar la tele un rato, o los videojuegos, para salir a jugar con los amigos, inventar una historia o fabricar un juguete”. Antes de lanzarse a la aventura con su actual socio Sánchez, trabajaba en una oficina del microcentro enfundado en un traje al que no piensa darle otra oportunidad, al menos mientras pueda. “Apostamos a transmitirles una idea que creemos interesante para cualquier etapa de la vida, aunque cobre más trascendencia en la niñez: no en todos los casos, no con la comida o el vestido, pero en lo que tiene que ver con el espíritu, las emociones y el juego, se puede aprender a inventar aquello de lo que prescindimos materialmente. Nosotros jugamos a que una mano es un ser vivo que nos mira o que podemos convertirnos en superhéroes de un momento para el otro, y lo hacemos con tanta convicción que hasta llegamos a creerlo. Esa es la magia que nosotros desde nuestro modesto lugar pretendemos conservar e incentivar, al punto de querer ser parte de eso. De ese ‘Dale que...’ en el que todo absolutamente es posible.”
Sus shows son también una prueba de que con poco se puede hacer mucho, sostienen. Y aseguran que no les interesa la actitud pasiva del espectador tradicional, sino crear un espacio para la interacción con el público, enel que incluyen a los padres. “La transformación y la diversión empiezan a hacerse posibles a partir del momento en que uno se decide, precisamente, a ser parte de algo”, piensan. “Eso es lo que les proponemos a los chicos: que nunca abandonen esas ganas de participar, de comprometerse y de jugarse en los distintos sentidos que admite esta palabra.”
El precio general de cada entrada será de 6 pesos. También se venderán en el hall de entrada del teatro remeras de la marca Chibel –que auspicia la obra–, a un costo de 5 pesos, más un peso que los chicos depositarán en una urna y que será destinado a un hogar de niños carenciados. “Es una forma de convertir en hechos las propuestas de solidaridad en un momento en que tantos otros chicos pasan hambre”, reflexiona el dúo de actores. “Una forma de enseñarles que el consumo de algo que les gusta puede ser un placer, pero que ese placer se multiplica si al mismo tiempo ayudan a que mejoren las vidas de otros.”