ESPECTáCULOS
› EL NOTABLE “DE LA CABEZA CON BERSUIT VERGARABAT”
Los profetas del apocalipsis
El grupo homenajeó su propia y descontrolada historia con un disco en vivo iluminado por su versión de “El tiempo no para”, de Cazuza.
”Nos tildan de ladrones, maricas, faloperos/ y ellos sumergieron un país entero/ porque así se roba más dinero”, canta Gustavo Cordera y la multitud lo acompaña, en un coro soñado. Ha llegado hasta allí traído por estos versos: “Unos días sí, otros no/ estoy sobreviviendo sin un rasguño/ por la caridad de quien me detesta/ Y tu cabeza está llena de ratas/ te compraste las acciones de esta farsa/ y el tiempo no para/ Yo veo al futuro repetir el pasado/ veo un museo de grandes novedades/ y el tiempo no para/ no para, no, no, no”. Le faltan todavía, entre otros, éstos: “En las noches de frío/ es mejor ni nacer/ las de calor se escoge/ matar o morir/ y así nos hicimos argentinos”. La versión 2002 de “El tiempo no para” no es sólo un homenaje a su autor, el brasileño Cazuza, que murió de sida hace doce años: parece una radiografía de docenas de cosas que están pasando en la Argentina. No es extraño que encabece el CD en vivo De la cabeza con Bersuit Vergarabat: se trata de una canción que nació como obra maestra para ser reactualizada una y otra vez por los gobernantes.
De la cabeza... parece necesario tanto por su poder de síntesis como por la conmovedora dosis de energía que transmite. Bersuit fue varios grupos en sus quince años de vida. Un combo de culto under en los comienzos, un grupo de petardos humanos poco después, un desperdicio años más tarde, un grupo resucitado casi milagrosamente cuando ya a nadie importaba, un número fuerte del fenómeno del rock latino hoy. De aquel Bersuit dominado por los consumos poco queda, pero quedan las leyendas urbanas, las anécdotas y los temas. El CD en vivo tiene entonces el mérito de ir presentando, mezcladas, canciones de distintas etapas, tocadas por una banda que, por fin, tiene un status profesional. Y pasa por un momento en que puede mirar el pasado no como una carga pesada sino como el camino inexorable hacia acá. El modo en que pega esta versión de “El tiempo no para” tiene que ver con eso: un cantante y un grupo en la cúspide de su rendimiento técnico, sin tener que explicar ya el motivo de los pifies, la lógica del desgaste. Por otra parte, el vivo de Bersuit, ese ida y vuelta con la gente, merecía un testimonio que sobreviviese a los tiempos. Una banda no sólo es sus discos de estudio: inexorablemente será para su gente el rendimiento en público. Este disco en vivo es uno de los mejores que registre la historia del rock argentino, tal vez porque llegó en el momento justo y no tiene el olor a muerto de esos que inventan las compañías y los artistas para cumplir contratos.
Si “El tiempo no para” el momento artístico culminante de este trabajo muy correctamente posproducido, no debería haber duda alguna respecto de que el pico de emoción está en el hit “Señor Cobranza”, el tema que el Comfer de Menem sugirió a las radios no pasar por su retahíla de insultos a los políticos, transformándose en gestor de una campaña de difusión que cotizó a la banda más alto que nunca en su historia. El tema, original del grupo Las Manos de Filippi, que reproduce el discurso sacado de alguien a quien le van a cortar un servicio por falta de pago, es un claro precedente del “Que se vayan todos”, un exabrupto de aquellos que no tienen por qué seguir creyéndole a nadie. En el registro en vivo, al grupo le basta insinuar que va a tocarlo para que la multitud lo recite de pe a pa, como un rezo pagano. Algo similar ocurre con los coros de “Vuelos”, el tema sobre los desaparecidos que Cordera suele dedicar a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y a la agrupación HIJOS. El rito no es aquí el de un grupo de rock tocando para su gente sino el de la gente haciéndose dueña de los temas de un grupo. Atahualpa Yupanqui habló de eso en “Destino del canto”, cuando los Bersuit no habían nacido.
“Se viene”, el tema que prenunció los estallidos sociales, cuando la clase media todavía creía en las bondades del voto licuadora, es una puerta de ingreso al otro gran aporte del grupo a su público: la mezcla de militancia y descontrol, el juego de los límites desbordados para huir detodo lo que oprime y juzga. “Si no puedo vencerlos, me voy a burlar de ellos hasta sangrar”, han dicho de sobra estos profetas del apocalipsis. Dicho de otro modo: si ésta es la realidad que construyeron los cuerdos, viva la locura. Y viva el desafío violento a los bien pensantes. Si, para cierta intelectualidad, la música de cuarteto es grasa, los Bersuit hacen la cumbia tropical “Yo tomo”. Si, para cierto pop que se babea con el Imperio, el candombe es decadente, los Bersuit hacen “Murguita del sur”. Si de lo que se consume no se habla en público, los Bersuit cantan la “La bolsa”. Así sucesivamente.
Un tipo rapado cantando en pijamas delante de una multitud es la imagen de un país que siempre amaga con despertarse, pero vive entre sueños y pesadillas. Y el tiempo no para.