ESPECTáCULOS
“Clásicos de estreno”, un rescate heroico del cine
El ciclo que comienza hoy en el Malba es producto de una iniciativa privada, que rescató doscientos films casi destruidos. Es, también, un modo de impulsar la reglamentación de una ley de preservación.
› Por Horacio Bernades
Será un sueño cinéfilo hecho realidad. A partir de hoy, y durante un mes, el espectador porteño podrá transportarse a una dimensión paralela en la que será posible ver películas como El ciudadano, Fuerte Apache, El Sheik, Gritos y susurros, Yojimbo y Rosaura a las diez, como si fuera la primera vez. Esto es, en copias de 35mm tan impecables como en un estreno. No es un milagro, un viaje en el tiempo o un fenómeno paranormal, sino el trabajo de recuperación fílmica emprendida por el grupo de cinéfilos, restauradores e investigadores que componen el núcleo duro de lo que podría llegar a ser, en caso de que se reglamente la ley respectiva, la futura Cinemateca Nacional.
Digno de una Argentina Año Verde, esos particulares vienen trabajando desde hace meses ad honorem, y otro tanto hicieron empresas privadas y laboratorios, que por una vez dejaron de facturar en beneficio de la preservación fílmica. El resultado es este primer ciclo de Clásicos de estreno, que la asociación sin fines de lucro Aprocinain presenta con apoyo del Incaa, el Museo del Cine y la filial local de Fipresci (que agrupa a los críticos de cine del mundo), además de Kodak Argentina y los laboratorios Cinecolor y Stagnaro. Integrado por una decena de copias, el ciclo se realizará en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415, Capital) y se extenderá hasta comienzos de agosto. Además de las mencionados films de Orson Welles, John Ford, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Akira Kurosawa y Mario Soffici, también podrán verse las argentinas Apenas un delincuente (H. Fregonese, 1948) y La quintrala (H. del Carril, 1951). Completan el ciclo Una noche en la ópera y Adiós, muñeca, en un arco temporal y estético que sus programadores quisieron ecléctico y variado, muestra de un heterogéneo lote que alcanza a 200 títulos y promete ampliarse. Lo recaudado con la venta de entradas (cuyo valor equivaldrá a la mitad de un estreno) se destinará a la profundización del trabajo.
Todo empezó en septiembre del 2001, cuando el crítico, investigador y restaurador Fernando Martín Peña bajó a los sótanos de Enerc, la escuela de cine que depende del Incaa. Allí se encontró con un Hades de latas tiradas, apiladas de cualquier manera y desafiando sin mucho éxito hongos, humedad e inundaciones, retrato vivo de decenios de descuido. Miembro de Aprocinain (asociación que brega por la concreción del proyecto de Cinemateca Nacional), Peña ofreció a las autoridades del Incaa su trabajo y el de media docena de voluntarios para ordenar, limpiar, clasificar, estibar y acondicionar las copias, todas ellas en 35 mm y provenientes en su mayor parte de los laboratorios de Alex Cinematográfica, cerrados hace lustros. Se trataba de 60 mil latas conteniendo películas nacionales y extranjeras, no necesariamente completas y en muchos casos trastrocadas. Por poner un ejemplo, de los doce rollos que componen la copia de El ciudadano se hallaron once, hasta que la última apareció bajo el nombre de El último cuplé, insufrible españolada protagonizada por Carmen Sevilla.
De ese rompecabezas lograron armarse, hasta la fecha, doscientas películas completas, que en algunos casos corresponden a copias positivadas y en otros a negativos, lo cual da la posibilidad de tirar nuevas copias a partir de ellos. Dos de ellas son los films primigenios argentinos Nobleza gaucha y Mosaico criollo, cuyas copias recuperadas se exhibieron en enero pasado en el Centro Borges. De las películas que integran el ciclo, Apenas un delincuente es la única que no cuenta con su correspondiente negativo, por lo cual será exhibida en una sola ocasión (el sábado a las 22.45), a fin de preservarla. Los organizadores estiman que con lo que se recaude será posible solventar el costo de un negativo, única garantía de preservación para el film de Fregonese. Una sola de las diez películas programadas no proviene de los sótanos del Enerc: Rosaura a las diez, mítico film de Mario Soffici cuyo negativo atesoraba el sello Argentina Sono Film, y del que se obtuvo una copia nueva en formato panorámico. Exhibida por primera vez meses atrás en el Festival de Mar del Plata, ésta será la primera vez que se la vea en Buenos Aires. Entre las películas que quedan para exhibirse en el futuro merecen nombrarse Invasión, de Hugo Santiago –se halló una copia de mejor calidad que la que el realizador presentó en el Buenos Aires Festival de Cine Independiente–, I pugni in tasca, Mientras la ciudad duerme (John Huston), la versión original de El padre de la novia, Ascensor para el cadalso, Los amantes, Rebelión (Masaki Kobayashi) y El salario del miedo. De casi ninguna de ellas circulaba una copia decente desde hace años. Los miembros de Aprocinain confían en que todo este acervo cinematográfico, aún disperso y sin reunir las condiciones de seguridad, climatización y estacionamiento debidas (aun ordenado, el sótano del Enerc sigue siendo húmedo e inundable), pasará a engrosar las existencias de la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (Cinain) una vez que esté funcionando. Para que esto se concrete es necesario que se reglamente la ley 25.119, sancionada y promulgada por ambas Cámaras legislativas hace tres años y vuelta a aprobar poco más tarde, luego de que el entonces presidente Menem la vetara en su totalidad, asesorado por el inefable Julio Mahárbiz.
Si bien la ley 25.119 es irrevocable, para que sus postulados dejen de ser mera expresión de deseos es necesario que se reglamente. En este momento el director del Incaa, Jorge Coscia, tiene en sus manos el proyecto de reglamentación que la semana pasada le elevaron los miembros de Aprocinain, y que deberá llegar al despacho del secretario de Cultura, Rubén Stella, quien se habría comprometido a concretar la reglamentación. De ser así, un proyecto largamente soñado finalmente estaría en condiciones de hacerse realidad, y palabras como archivo, preservación y difusión del patrimonio cinematográfico dejarían de ser letra muerta para convertirse en hechos.
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