ESPECTáCULOS
› “SPIRIT, EL CORCEL INDOMABLE”, DE DREAMWORKS
Un caballo de pocas pulgas
Con la inminente llegada de las vacaciones de invierno a la Capital Federal, las novedades están todas dirigidas al público infantil. Se destaca “Spirit”, una aventura habitada por el espíritu del western y el de la animación marca Disney, dos de los cánones más clásicos de Hollywood.
› Por Martín Pérez
Nueve meses. Ese es el tiempo que se tomaron los animadores de Spirit para gestar un largo paneo en cinemascope por los prados, los cañones y las praderas del oeste norteamericano antes de la llegada de la “civilización”. Un plano con el que –nada casualmente– comienza Spirit, el corcel indomable, aventura habitada por el espíritu del western y el del dibujo animado marca Disney, dos de los cánones más clásicos del más tradicional cine de Hollywood. Pero a los que pretende revisar al mismo tiempo que revivir. Por eso, ese prólogo animado acompañado por la primera frase en off de su equino protagonista, en la que se anuncia que la historia del oeste se ha contado desde la montura de un caballo, pero nunca desde su corazón. Hasta ahora, claro.
Finalmente, en su tercer intento animado tradicional –luego de las decididamente fallidas El príncipe de Egipto y El camino hacia El Dorado-, la compañía DreamWorks ha logrado alcanzar su objetivo inicial, que siempre fue realizar un film más Disney que los de la propia Disney Company. Claro que, para lograrlo, debió dejar flagrantemente de lado todo lo conseguido en su mejor logro animado desde su fundación. “De los productores de Shrek”, reza la frase que acompaña la promoción de Spirit, pero poco y nada hay de aquel espíritu juguetón y rebelde del film que les deparó el histórico primer Oscar a la mejor película animada. Tomándose en serio todo lo que en Shrek es motivo de burla, Spirit es una de aventuras con héroe libre e indomable, y un águila omnisciente que revolotea cada tanto a su alrededor para recordarle lo que es ser, efectivamente, libre e indomable.
Suerte de Pocahontas protagonizado por caballos, Spirit cuenta la historia de un corcel salvaje criado (como bien señala la crítica del New York Times) a la Bambi: con madre adorable y padre ausente. Sus problemas comenzarán al encontrarse con los humanos, que le despiertan curiosidad antes que temor, pero que rápidamente lo hacen prisionero. Cual gaucho reclutado de prepo en la pampa, le raparán su pelo largo y lo pondrán listo para ser domado. Pero no podrán con su rebeldía salvaje. Escapará ayudado por un indio tan rebelde y digno como él, a través del cual conocerá a una yegua que se ganará su corazón. Pero sus desventuras, obviamente, estarán lejos de terminar.
Narrada a través de una voz en off que en el original fue realizada por Matt Damon, y de canciones escritas e interpretadas por Bryan Adams –dos colaboraciones imposibles de evaluar, ya que no hay copias subtituladas, todas se presentan rigurosamente dobladas en México–, lo mejor de Spirit, sin embargo, es cuando el film se decide a contar sin ninguna otra ayuda que lo visual, algo que hace mucho mejor que cualquier megaproducción del mismo nivel industrial en el último Hollywood. Excesivamente lineal y previsible en su derrotero eufórico, Spirit es como un largo “puta-que-vale-la-pena-estar-vivo” (que exclamaba Héctor Alterio en Caballos salvajes), pero pletórico en canciones que explican cómo se siente elanimal ante tantos estímulos. Durante las mismas es imposible no recordar la escena de Shrek en la que su protagonista canta en el bosque hasta hacer explotar un pájaro, para luego almorzarlo. De eso, precisamente, se alimenta Spirit. De canciones y cabalgatas, tal libres unas, tan previsibles las otras, todas finalmente responsables y rebeldes a su manera, tradicionalmente animadas y libres como un águila... dibujada.