Lun 22.07.2002

ESPECTáCULOS

Las idas y vueltas de un Fausto de la escena under

El actor Danilo Devizia murió a los 54 años, víctima de una infección pulmonar. Se destacó siempre en los márgenes de la actividad teatral, trabajó en cine y, en menor medida, en tv.

› Por Silvina Friera

El actor Danilo Devizia, recordado por su interpretación de Juan Sombra en Don Fausto, de Pedro Orgambide, solía repetir que era actor por el placer infinito que le provocaba la idea de jugar. Ese diablo made in Argentina, erudito y mediocre, épico y de trazos saineteros, que ofreció en el teatro Alvear durante 1995, le deparó una de las mayores satisfacciones artísticas de su carrera, que empezó en Necochea –ciudad en donde nació el 30 de enero de 1948–, con la pieza Delirata 75 a mediados de los años ‘70. Curiosa paradoja la de este hombre que reemplazó la toga (de chico soñaba con ser sacerdote) por la máscara teatral para transformarse en un auténtico “animal de teatro”. Esta vez, el final del juego lo sorprendió: el viernes pasado, a los 54 años, Devizia murió a causa de una infección pulmonar.
Las ansias de trabajar en su ciudad natal lo impulsaron a transitar el género del café-concert, en un show que armó junto con Enrique Otranto. “Lo que ganábamos nos alcanzaba apenas para comer y pagar el hotel. Pero un día vino a ver el show un crítico teatral de un diario de Buenos Aires y escribió un comentario elogioso sobre nuestra labor. A partir de ahí la sala empezó a llenarse”, recordaba Devizia. Pronto saltó de las playas necochenses a los escenarios de Buenos Aires. Aquellos primeros tiempos en los escenarios porteños distaron de ser el paraíso prometido: “Me he cagado de hambre, pero siempre elegí lo que hice. Trabajé por conchabo porque me llamaron o porque lo pedí, pero a gusto con el papel”. A pesar de la “mishiadura” que vivió durante esos años, Devizia, que pasó por los talleres de maestros de la talla de Agustín Alezzo y Raúl Serrano, logró ingresar en el elenco estable del teatro San Martín, mientras, paralelamente, representaba Sacco y Vanzetti, dirigida por Jaime Kogan. Así fue recorriendo obras tan disímiles como La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca, La gota de miel, de León Chancerel, Madre Coraje, de Bertolt Brecht, y Pinocho, con dirección de Hugo Midón.
De su época de coqueteo con la televisión, quedó el registro de algunas participaciones especiales en “Hombres de ley” y en la serie “De poeta y de loco”. Algo similar sucedió con las películas en las que participó, donde interpretó papeles secundarios, como en Sentimientos (Mirtha, de Liniers a Estambul) y Chorros, ambas dirigidas por Jorge Coscia y Guillermo Saura, Peperina, de Raúl de la Torre, y recientemente en Bajar es lo peor, una versión libre de Leyla Grunberg basada en la novela homónima de Mariana Enriquez. “Soy parte de una generación a la que dispersaron, mutilaron y mataron. Mi generación perdió una guerra porque quiso cambiar la realidad. Todo lo que tenemos son como botines de guerra que uno tiene que pagar”, resumía Devizia, el significado que tuvo para él la dictadura militar. El sacerdote que no fue, el inmenso e inolvidable Juan Sombra que encarnó, el actor comprometido con su oficio, el cristiano confeso que afirmaba que “dios no juega a los dados”, tal vez ahora alcance lo único que no logró sobre los escenarios: mirar a Dios.

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