ESPECTáCULOS
› HOY SE ESTRENA LA PRIMERA VERSION TEATRAL DEL FILM “SONATA OTOÑAL”
Bergman, en una ciudad bergmaniana
Leonor Manso, Héctor Bidonde y Virginia Innocenti protagonizan desde hoy una puesta del español José Carlos Plaza, quien buscó reforzar el tono onírico que el sueco imaginó para su film.
› Por Hilda Cabrera
La pianista Charlotte no tolera a nadie que no sepa qué desea realmente. Ni siquiera a su hija Eva, en apariencia tan dubitativa. Pero decide visitarla cuando ella la invita a su casa, después de siete años de no verse. El encuentro es breve. Apenas una noche y unas horas más. La “pequeña avinagrada”, esa hija suya de 35 años, la cubrirá de reproches por haberla abandonado toda la vida, y cuando más la necesitaban, tanto ella como su hermana, Helena, enferma desde niña, y a la que Eva cuida, protegida a su vez por su esposo, el comprensivo Viktor, pastor a cargo de una vicaría, a quien respeta pero nunca llegó a amar plenamente.
Con estos personajes, más otro que es recordado (Leonardo, ya muerto) y Paul, el amigo y representante artístico de Charlotte (de breve aparición), el realizador sueco Ingmar Bergman construyó a fines de los 70 una de sus películas más conmovedoras, Sonata otoñal, retrato de un enfrentamiento entre una madre y su hija ya mayor, respecto del cual se duda si es real o se produce en la interioridad de cada personaje. Dirigida por el español José Carlos Plaza, también régisseur con importante trayectoria en Alemania, Francia e Italia, esta realización de sesgo catártico llega hoy en versión teatral a una de las salas de Multiteatro (Avda. Corrientes 1283), interpretada por Leonor Manso (Charlotte), Virginia Innocenti (Eva), Héctor Bidonde (Viktor) y Verónica del Vecchio (Helena). Escenografía e iluminación corresponden a Tito Egurza, y el vestuario es creación de Mariana Pérez Cigoj.
En una entrevista con Página/12, Bidonde, Innocenti y Manso aclaran que éste es un proyecto de larga data del productor Mauro Simone (el mismo de Confesiones de mujeres de 30). Los intérpretes vieron en distintas épocas el film de Bergman y coinciden que han optado por trabajar sus personajes independizándose de las imágenes: “No quise empastarme”, sostiene Innocenti, cuyo último espectáculo fue M aquí, un recital de canciones, algunas sobre letras propias. Es esta actriz la que recuerda el ofrecimiento que el productor Simone le hizo a Liv Ullman para que se encargara de dirigir la versión escénica. (En la película de Bergman, Ullman protagonizó a Eva y la actriz Ingrid Bergman, a Charlotte.) Pero la artista no aceptó: “Lo rechazó diciendo que le era muy difícil hacer una puesta en un idioma que no era el propio”.
En opinión de Bidonde (actor en Canciones maliciosas y Hombre y Superhombre, entre las obras más recientes), Sonata... aporta intensidad a esta época en la que “es imprescindible mantenerse lúcido”. Fundador y director de la Casa–Teatro–Taller La Paternal (donde a fin de año lanzará un ciclo junto a sus alumnos), entiende que la puesta del madrileño Plaza conserva la huella del cine, sobre todo por la fragmentación del relato. Como contrapartida, la traslación acentúa el diálogo entre música y texto y subraya el elemento pictórico: “Se ha tratado de recrear un tiempo continuo y en una sola planta, donde las luces actúen en concordancia con el espacio, que a veces se duplica”. Respecto del film, dice haber hallado en aquél a un Viktor liviano, con poco peso dramático: “Bergman hizo una serie de consideraciones respecto de este trabajo. No estaba conforme con la totalidad de la película, porque según dijo la imaginó como un sueño y con situaciones muy poéticas, y el resultado fue casi realista”. La impresión de Bidonde respecto del montaje de Plaza es, por el contrario, la de una apuesta a la irrealidad.
Innocenti califica a la obra de “dolorosa maravilla”. Destaca en ella “la necesidad de amor de sus personajes y el rencor que manifiestan por no ser correspondidos”. Pone de relieve el tema de la responsabilidad de los unos respecto de los otros. “Estos personajes –observa– son incapaces de manifestar sus sentimientos. Parecen haber estado durante mucho tiempo paralizados.” Por su lado, Manso (quien acaba de estrenar, como directora, Instrucciones para un coleccionista de mariposas, de MarianaPérez, en el marco del ciclo Teatro por la Identidad) pone el acento en las características propias de la vida que llevan los artistas. En este caso, una pianista siempre en gira que en determinado momento de su historia se pregunta si al cabo de los años y del alejamiento de los suyos (su esposo y sus hijas) ha vivido realmente como persona. “Charlotte siente que puede expresar sus emociones a través de la música, pero no sabe hacerlo en la cotidianidad”, precisa Manso. “Por eso, al enfrentarse con Eva, cuando se abre esa especie de caja de Pandora que han guardado durante años, el odio estalla con tanta fuerza que la madre se asusta. No entiende cómo pudo haber generado tanto rencor, y entonces se quiebra. Pero no por un sentimiento de culpa, sino por el descubrimiento del odio que su hija siente hacia ella.” Según la actriz, Charlotte huye constantemente del dolor. “Su personalidad –dice– está muy conectada con ciertas características de los artistas, de la gente que se expone públicamente y parece vivir para el afuera. Muchas veces así también lo creen los hijos de esas personas. Ellos sienten que los demás se los están quitando, que los otros les roban un tiempo que les pertenece, y lo reclaman, a veces con miedo y rencor.”
Bidonde estima que su personaje es “un poco testigo y contenedor de las situaciones, pero cuando llega el momento del combate entre madre e hija les deja el campo libre”. De todos modos, adelanta que en esta versión Viktor tiene una mayor participación dramática: “La obra (que es estreno mundial) está trabajada en un tono más alto que el de la película, y apunta a mostrar esa confrontación entre madre e hija como una imperiosa necesidad de expresar verdades. Esto universaliza esa situación y la escena del round deja de ser un episodio de psicodrama. Si trasladamos ese momento a nuestra realidad, podemos decir que representa esa cuota de verdad que necesitamos para integrarnos, tanto en el plano individual como en el social. Esto, más allá de la locura que ronda a los personajes”. El actor considera también que el tono impreso por Salas a su montaje es menos escéptico que el que impregna el film del realizador sueco: “La relectura que se produce en la última escena me parece fantástica, porque abre nuevas perspectivas y propicia el sinceramiento. Esa aspiración a la verdad que es, en mi opinión, una conquista ética que se fue perdiendo. Esto lo vivimos a diario los argentinos. Una carencia que se convierte en enfermedad”.
Innocenti pone a su vez el acento en “la limpieza” resultante de ese enfrentamiento, de Eva sobre todo. Esa catarsis “la libera de la ponzoña que acumuló, quizá sin ser demasiado consciente del dolor que le producía”, apunta. “Veo a esta obra como una apuesta a la esperanza, porque muestra que si en lo personal uno puede contar su secreto más doloroso es posible hallar alguna cura. Admiro la intensidad y belleza del texto de Sonata... para expresar un conflicto que se mete con temas que nos conmueven de raíz, como el amor y el odio, la fe y la soledad, la eutanasia y el aborto. Uno puede, si quiere, quedarse solamente con la anécdota, pero si se atreve a llevarla a un plano más amplio descubre que aquí hay en germen un tratado filosófico.”