ESPECTáCULOS
› EL PLANETARIO, UNA OPCION PARA CHICOS (Y PADRES) INQUIETOS
Galileo resucitó, en pleno Palermo
Durante las vacaciones de invierno, el Planetario se presenta como una opción ineludible para aquellos que quieran combinar el placer con el saber.
› Por Verónica Abdala
La primera vez que en la imponente cúpula del Planetario porteño se proyectó la imagen del cielo, en junio de hace exactamente 35 años, el hombre todavía no había pisado la luna. Actualmente, en el primer piso del edificio semiesférico ubicado Av. Sarmiento y Belisario Roldán, se exhiben en una vitrina tres pequeños fragmentos de “piso lunar” que viajaron en el “Apollo 11”, regalo a la Argentina del ex presidente norteamericano Richard Nixon. Los pedacitos de luna descansan dentro de una cajita del tamaño de un botón, y los chicos se pelean por ver. Bajo la cajita, hay una bandera argentina: uno de los guías explica que ésta viajó a la luna en cohete. Entonces los chicos abren aún más los ojos, pegan la ñata contra el vidrio y se codean como si les costara creer lo que ven y escuchan.
Esta escena, que se repite diariamente frente a los padres que acompañan a los chicos en estas vacaciones de invierno, resume buena parte de lo que se proponen los organizadores de las actividades culturales y educativas que allí se realizan. Los objetivos del proyecto que impulsa el director del Planetario y editor del suplemento Futuro de Página/12, Leonardo Moledo, apuntan a estimular el interés de los chicos –y del público general– por la astronomía, la paleontología, y la geología. Además de ampliar la llegada de los conocimientos científicos a nuevos sectores de la sociedad, bajo la certeza de que ésta es una de las responsabilidades que le corresponden al Estado a través, en este caso, de la actuación del gobierno porteño.
Las alternativas –numerosas y variadas– que invitan a los visitantes a participar, agudizar los sentidos, aprender y por, sobre todo, a sorprenderse son aproximadamente treinta. Sin pagar un solo peso, los chicos pueden recorrer durante el día la feria de ciencias montada en sus jardines, el Parque cretácico, con sus fósiles y réplicas de dinosaurios y fauna prehistórica (todos los días de 12 a 20.30), acceder a las visitas guiadas para conocer las características de cada uno de los planetas del Sistema Solar (todos los días a las 12.30, 16.30 y 18), y presenciar los espectáculos al aire libre, de música, malabares y danza, entre muchas otras cosas.
Diariamente, se realizan cinco funciones en la sala del 2º piso, a las que se accede abonando una entrada de 4 pesos (los menores de cinco años y jubilados entran gratis). Las obras representadas son: Noticias del espacio. (Relato en vivo, para niños en familia), a las 13 y 16, Pintando el cielo (para menores de siete años), a las 14.30, Nuestra estrella en el cosmos, a las 17.30 (para mayores de siete años), Nacimiento y muerte del sol (para mayores de 12 años), con locución de Quique y Lucila Pessoa, de lunes a viernes a las 19, y Sin embargo se mueve (para adolescentes y adultos), sábados y domingos a las 19, con Walter Santa Ana en el papel protagónico. Pero las hay gratuitas también: ése es el caso de Preludio de Galileo (espectáculo de marionetas a cargo de Mirta Soto que se puede ver los domingos y los viernes a las 13 y los martes y miércoles a las 14) y Magia en las estrellas (audiovisual interactivo para los menores de siete años que se presenta sábados y domingos a las 14 y de lunes a jueves a las 13).
En las carpas de tela que rodean el planetario (son nueve en total, cada una a cargo de alguna institución educativa u organismo de investigación), los chicos tienen la opción de participar de diversas experiencias relacionadas con la astronomía, la física, la química, la hidrografía y las ciencias naturales. Vale la pena visitar la carpa 3, montada por estudiantes de geología de la Universidad de Buenos Aires, en donde es posible observar desde la curiosa textura de un pelo humano, los movimientos de una araña viva, o la densidad de una gota de sangre a través de una serie de microscopios. “¿Es una escalera?”, pregunta un nene de seis años a su mamá, tras observar la visión aumentada de una pluma. En la carpa 4, a cargo de la Escuela Técnica Otto Krause, se realizan, entretanto, diversos experimentos químicos, entre ellos el proceso natural por el que se forman ciertos cristales en soluciones saturadas. “¡Es una piedra preciosa!”, comenta una nena rubia de alrededor de cinco cuando ve emerger de un recipiente con líquido uno de estos cristales con forma de diamante. “¡Yo quiero una así para hacerme una anillo!”
Cuando se acerca la noche, un telescopio desde el que se puede curiosear lo que ocurre allá arriba y a lo lejos es ubicado en la explanada de acceso al Planetario (entre las 18.30 y las 20.30). Los pequeños astrónomos se amontonan frente a él y hacen turno para mirar. A pocos metros, dos chicas que representan a la luna y el sol, improvisan una danza que acompañan con antorchas. La música en vivo suena mientras anochece, y ellas dibujan con fuego en la oscuridad del parque. Los chicos se entusiasman, tocan, preguntan, se asombran, miran. Comprueban, a cada paso, que el cielo y la tierra se reservan misterios y encantos que sólo descubren los ojos curiosos. Los que hacen el intento por ver siempre un poco más allá de lo evidente.