Mar 15.01.2002

ESPECTáCULOS

Ocho películas ganadas al olvido y la desidia nacional

Un ciclo gratuito, que empezará hoy en el C. C. Borges, exhibirá films rescatados por un puñado de amantes del cine. Entre ellos el primer largo y el primer corto sonoro rodados en la Argentina.

Por Horacio Bernades

Una película de 1915 y otra filmada quince años más tarde son las mayores novedades que ofrecerá el ciclo “Cine argentino, memoria en imágenes”, a llevarse a cabo, a partir de hoy y hasta fin de mes y con entrada libre y gratuita, en el Centro Cultural Borges. Se trata de dos hitos en la historia del cine argentino. Filmada en 1914 y estrenada al año siguiente, Nobleza gaucha es el primer largometraje jamás realizado aquí, mientras que Mosaico criollo, exhibido por primera vez en 1930, es el primer corto sonoro nacional. Calificar de “novedades” a estos films primigenios no es tanto una ironía como una paradoja. Como buena parte del cine local, ambas películas permanecieron en un polvoriento limbo durante larguísimas décadas, hasta que fueron rescatadas y reacondicionadas –en forma muy reciente– por un equipo de historiadores, restauradores, coleccionistas y técnicos.
Ambos films se exhibirán hoy a las 19, con música en vivo y en el sistema de video ampliado. El resto del ciclo, organizado en conjunto con Aprocinain (Asociación para apoyo al patrimonio audiovisual y la Cinemateca Nacional) se extenderá hasta el 30 de enero, y presenta un ecléctico ramillete de films rescatados del polvo y el olvido, que se proyectarán en copias de 16 mm (ver detalle aparte). El origen de estas películas es diverso, ya que provienen tanto de manos privadas como de instituciones oficiales (entre ellas el Incaa, en uno de cuyos subsuelos se halló recientemente una buena cantidad de latas cuya existencia se ignoraba). Lo que es común a todas ellas es el marco en que se viene realizando la recuperación, en todos los casos a cargo de la Aprocinain y en forma absolutamente ad honorem.
Entidad sin fines de lucro, Aprocinain se constituyó hace más o menos un año. Está integrada por realizadores interesados en la conservación del patrimonio fílmico (el caso de Fernando “Pino” Solanas), historiadores y coleccionistas (Fernando Martín Peña, directivo de la Filmoteca de Buenos Aires), autoridades oficiales (Salvador Samaritano, director de la escuela dependiente del Incaa), particulares y laboratoristas, como Juan José Stagnaro. El objetivo de Aprocinain también viene marcado por su condición paradójica, ya que la asociación está destinada a disolverse... siempre y cuando las cosas tengan una definición positiva. Ocurre que esta asociación se creó, para no quedarse de brazos cruzados, ante el impasse sufrido por la constitución de la Cinemateca Nacional o Cinain. La existencia de esta institución, impulsada entre otros muchos por los nombrados, fue sancionada por ley hace ya un par de años, y sin embargo no materializó. Para hacerlo, falta aún reglamentar esa ley, que lleva el número 25.119 y fue aprobada en 1999, en ambas cámaras legislativas.
Es la Secretaría de Cultura de la Nación la que debería llevar adelante la reglamentación, y el solo hecho de que esa cartera continúa en estado de acefalía no hace más que agravar la situación. Mientras ello ocurra, sigue sin haber una Cinemateca oficial (la única institución equivalente es Cinemateca Argentina, en verdad una fundación privada) y el material fílmico continúa bajo riesgo de deterioro, extravío o pérdida lisa y llana. Para evitarlo se creó Aprocinain, cuyos miembros vienen trabajando en la recuperación, archivo y reconstitución de ese material del más alto valor histórico, pero sin contar por el momento con el paraguas que representaría la existencia de un organismo oficial.
El rescate de Nobleza gaucha y Mosaico criollo es representativo de esos esfuerzos titánicos aunque, por el momento, aislados. La copia de Nobleza gaucha que se presentará hoy –tras haber sido exhibida en el marco del Tercer Festival Buenos Aires de Cine Independiente– surgió de un positivo en 35 mm hallado en instalaciones del Incaa, del que se corrigieron imperfecciones derivadas de la inexistencia de un negativo original, y al que se agregaron intertítulos, imágenes fijas y fragmentos en 16 mm hallados a posteriori. Filmada por el programador Humberto Cairo y los realizadores Eduardo Martínez de la Pera y Ernesto Gunche, Nobleza gaucha es un típico folletín campero que gozó de un enorme éxito de público en su momento. Tanto, que mereció un tango homónimo compuesto por Francisco Canaro en su honor, además de haber dado nombre a la popularísima yerba mate. Más allá de su precariedad dramática, el largometraje de más de una hora de duración presenta varias particularidades, sumamente llamativas para la época. En un artículo escrito en su momento, el crítico e historiador Jorge Miguel Couselo destacaba la filmación en escenarios reales, absolutamente original en una época de decorados pintados, así como un par de travellings sorprendentes para la época. La inexistencia de primeros planos tiene su explicación: cuando la película se filmó, el pionero David W. Griffith aún no se había hecho tiempo para inventarlos.
En cuanto a Mosaico criollo, que se había presentado en el Festival de Mar del Plata el años pasado, como el título lo indica se trata de una recopilación de cuadros musicales, con una duración que no excede el cuarto de hora. Hay una ranchera cantada, un malambo danzado por un dúo de “genuinos bailarines porteños” (sic), una improvisación al piano, un tango, una chacarera y un breve número dramático. Este lleva por título El adiós del unitario y es, según consta en títulos, la “primera realización en el país de una escena hablada”. En cuanto al tres por cuatro, se trata de “Botarate”, entonado por la cancionista española Anita Palmero, y es de hecho la primera composición del género jamás entonada en el cine argentino: recuérdese que Tango, considerada el primer largometraje sonoro argentino, se estrenaría tres años más tarde.
Tras largos meses de labor, el equipo que tuvo a su cargo la restauración logró “tirar” una copia sonorizada de Mosaico criollo. Lo cual no resultó nada sencillo, ya que en aquella época aún no existía el sonido magnético, sino que un asistente debía girar un disco de pasta, en paralelo con la proyección, rezando para que una y otra mantuvieran la sincronía. Antes de la proyección, Fernando Martín Peña, Hernán Gaffet y Roberto Bernardis (tres de sus restauradores e integrantes de la comisión directiva de Aprocinain) darán una charla, explicando en detalle el complicado proceso de reconstrucción. Nobleza gaucha, a su turno, se exhibirá con música en vivo, interpretada por Fernando Kabusacki en guitarra, Martín Iannaccone en bajo y percusión y Juana Molina en teclados. Mientras tanto, la ley que establece la formación de una Cinemateca Nacional sigue esperando reglamentación, en algún cajón de una secretaría por el momento vacía.

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