ESPECTáCULOS
› OPERA DE BRITTEN POR TELEVISION
Arte de ambigüedad
› Por Diego Fischerman
Nació el día de la música, en el año 1913. Escribió un Requiem de Guerra con poemas de un pacifista –al que, como no podía ser de otra manera, mataron en la guerra–. Lord Benjamin Britten escribió como nadie para voces infantiles y compuso óperas de formidable dramatismo, donde nunca nada está dicho del todo, donde la ambigüedad es la que da el tono definitivo. The Turn of the Screw, Peter Grimes, Billy Budd y, sobre todo, Muerte en Venecia, basada en la novela de Thomas Mann, establecen un cuerpo estético que, más allá del desprecio que sintieron por él las vanguardias musicales de la segunda mitad del siglo pasado, constituye el legado más importante recibido por el género operístico en ese período. En Muerte en Venecia, que hoy a las 21 podrá verse por Film & Arts en una versión del festival de Glyndebourne protagonizada por Robert Tear, Alan Opie y el contratenor Michael Chance, con la dirección de Graeme Jenkins, la familia del niño (el bello Tadzio que lleva a la perdición al profesor Aschenbach) está reducida a sombras sin voces, actuadas por bailarines. Allí, Britten demuestra haber comprendido algo tan obvio para el sentido común como extraño para los fundamentalismos de la época en la que le tocó vivir. Para él las óperas deben funcionar teatralmente.