ESPECTáCULOS
› TEATRO
Un paisaje de relaciones familiares enrarecidas por el paso de los años
“Lengua madre sobre fondo blanco”, escrita y dirigida por Mariana Obersztern, gira en torno de los inevitables choques generacionales.
› Por Cecilia Hopkins
Escrita y dirigida por Mariana Obersztern (creadora de la impactante Dens in Dente, estrenada en el marco del Proyecto Museos) Lengua madre sobre fondo blanco es una obra que recrea un pequeño mundo confortable en el que una madre y sus dos hijas intentan vincularse. A pesar de que los lazos que alguna vez las unieron ya acusan una laxitud alarmante. Así, las palabras y los silencios encubren olvidos y resentimientos antiquísimos. Desmemoriada e implacable, la madre emite juicios y enuncia leyes sobre los temas más inverosímiles, aun cuando se encuentra en el territorio de la hija. Cada vez que va a visitarla, sus frases encuentran módicas resistencias, si bien existe la voluntad de la hija de salvar ciertos equívocos enfatizando las claves que rigen su vida privada. Pero ni el discurso materno se detiene ni se modifica la sordera virtual de esta mujer que, al menos, admite la posibilidad de que el amor maternal sea una forma de equívoco. Ya sin mamá adelante y junto a la hermana, la hija se interrogará acerca de otros asuntos, asumiendo juegos en los que se distribuyen roles.
Con una enigmática rigidez, los personajes se encuentran y se separan sin que medie explicación o dato alguno sobre el tiempo que ha pasado entre una entrevista y otra. Las breves escenas van conformando un estilizado paisaje de relaciones enrarecidas por los años y la desconexión. Un muestreo que comienzan las actrices de izquierda a derecha, recorriendo por tramos el friso blanco resplandeciente e iluminado “a giorno” -.obra de Dino Bruzzone-., que le brinda un cuerpo conceptual a esa vivienda que ocupa la hija. En mansa e inexorable progresión lineal, las escenas se suceden alternando conversación y juego, en cuadros dominados por el estupor y el desconcierto. Madre e hijas remontan diálogos o monólogos acerca de algunas experiencias que vivieron juntas y cada una desde su óptica considera los modelos femeninos disponibles. Sobre las mesas blancas acompañan la acción unos pocos elementos que intentan, tal vez, funcionar como símbolos –un teléfono, una procesadora, un microondas y un radiograbador– pero que el conjunto escenográfico termina valorizando más por su diseño.