Mar 06.08.2002

ESPECTáCULOS

“Una sociedad con miedo puede llegar a traicionar sus principios”

Mónica Gutiérrez, conductora de “América Noticias”, que acaba de ganar el Martín Fierro al mejor informativo, sostiene que se puede abordar la realidad sin necesidad de fogonear el miedo de la gente.

› Por Patricia Chaina

Mónica Gutiérrez cree, a la hora de pensar en su papel, que representa la expresividad y la sensibilidad femenina en los noticieros televisivos. La conductora del informativo central de América (“América Noticias”, de lunes a viernes a las 19) sostiene que la capacidad de trabajar con la sensibilidad a flor de piel le permite contar los hechos desde una dimensión real, por más crueles que sean. “Trato de no perder objetividad y de respetar el orden de la verdad”, se define. Su trabajo remite a lo que dice, en sintonía con un equipo periodístico que se benefició con el favor del público: hoy el noticiero dobla el rating que lograba al promediar al año pasado. En América, creen que cuando Aptra premió a “América Noticias” como mejor noticiero –mientras los pronósticos auguraban otro premio a “Telenoche”, o en todo caso, al “El noticiero de Santo” (ambos de Canal 13)– privilegió una línea periodística capaz de dar una respuesta rápida y eficaz en plena crisis. “Ya tenía cinco Martín Fierro”, enumera Gutiérrez en una entrevista con Página/12. “Tres por el programa de cable (“Las manos en la masa”), uno por noticiero de cable, otro por mejor conducción periodística femenina en televisión abierta, hace dos años. Este fue el sexto.”
–¿Se imaginaba que “América Noticias” podría ganar el premio?
–No. Y no estaba nerviosa porque estas cosas no las tomo muy a pecho. Pero sentí una alegría muy fuerte. Me la contagiaron los que estaban conmigo, que son mis compañeros de trabajo, nuestro gerente que es Eduardo Cura, Leo Flores y el mismísimo Enrique Llamas (de Madariaga), que estaba muy contento. Fue una vibración de alegría, cuando la alegría es escasa. Además, me permití sentirla.
–¿Por qué cree que los eligieron a ustedes?
–Me pregunté mucho qué premia Aptra, si premia el éxito, el rating, la eficiencia, la calidad.
–O premia influenciado...
–Todo eso. Ahora, ¿por qué rompimos la racha nosotros? Creo que se trata de un premio a América. En la crisis del año pasado el canal rápidamente tuvo respuestas frescas y dinámicas. También desde los programas periodísticos, pero ante lo imprevisto de la crisis, lo que actúa rápido es la gerencia de noticias. Las autoridades del canal acompañaron y actuaron también sin prejuicios para dar esa respuesta. Se permitieron los cacerolazos a la hora en que ocurrían, o levantar programas para una megatransmisión que no se sabía qué respuesta de rating tendría. Se permitieron romper los esquemas. Creo que eso pesó en Aptra.
–Es válida la aclaración, porque técnicamente hubo tres noticieros en ese canal durante el 2001, en el horario de las 19. Usted estuvo en los tres, con diferentes conductores.
–Es que hubo buena parte del año una gestión de Mario Gavilán y tres conductores (Llamas, Néstor Ibarra y yo). Luego, en los dos últimos meses del año llegó Eduardo Cura y fue en ese momento cuando comenzó esta dinámica sobre la realidad, que funcionó. Hoy lo que hay es una continuidad del camino que comenzamos en diciembre, y el premio es a la presencia en la crisis, desprejuiciada y activa. Yo diría que es el premio a un equipo de trabajo con una química especial, que la gente registra.
–¿Cómo es la colaboración con Enrique Llamas de Madariaga?
–Cuando empiezo un trabajo me pregunto: ¿voy a sentirme bien, especialmente con quien tengo que compartir la pantalla? ¿Voy a poder conjugar algo grato con el otro? La primera responsabilidad de un conductor es ser riguroso con el material, que esté constatado por alguna fuente, que sea lo más completo posible. La otra prioridad es: con la persona con la que estoy al lado, ¿puedo sostener esa química? Parece que se está dando. Con Enrique hay diferencias, no pensamos igual, pero estamos logrando un equilibrio del que tengo más noticias por el afuera que del registro interno. Los dos buscamos en el otro aquello que pueda funcionar bien. Es una tarea de conocimiento. El no casualmente habló de pluralismo y objetividad al recibir el premio. Además es infatigable, una cualidad importante.
–¿Qué marcas importantes fueron definiendo su estilo, ligado a la sensibilidad, que se permitió expresar hasta las lágrimas (en Semana Santa del ‘87) logrando un perfil que la identifica con la espontaneidad?
–La primera es una mamá que me impuso una impronta no sexista fuerte. A veces me manejé como varoncito, pero la cosa femenina te sale y al contar la realidad suma diferencias entre mujer y varón. Los varones piensan a largo plazo, las mujeres tenemos una relación con lo urgente por una diferencia biológica gestacional, sabemos que los partos no esperan. Que la mamadera no espera, que los pañales tampoco, que los viejos enfermos no esperan. De esto no zafa ni Amalita Fortabat. Frente a la realidad esto da un matiz fuerte. Yo trato de sacar la parte femenina, animal, de adentro y ponerla a disposición, pero que no me nuble la objetividad. Trato de ser correcta, directa, de tener cierta riqueza de vocabulario. En la Argentina hoy no se puede ser aséptico.
–En este estilo donde impone su sensibilidad, ¿cuál cree que es el riesgo?
–Le tengo miedo al personaje de mí misma. De eso no escapa nadie que trabaje en tele. Busco ser lo más parecida a mí, en la televisión y en la vida. Me repito: el día que mejor lo pasás es el que más te parecés a vos misma. Ultimamente hago un esfuerzo por no despachar en cámara toda mi angustia. –¿Le preocupa la abundancia de noticias policiales en pantalla como signo de un tiempo donde impera la violencia?
–La inseguridad creció. Yo estoy para contar lo que pasó, si un hecho está constatado, lo planteo y lo presento por peor que sea. Pero no estoy para hacer tachín-tachín sobre el miedo de la gente. Una sociedad con miedo puede traicionar sus principios, abjurar de la ley, de las reglas de juego de la Justicia, puede pedir cualquier método a cambio de neutralizar sus temores, y de inventar nuevos miedos. En toda crisis aparecen fantasmas que por ahí no tienen vida real. Una cosa es que digamos aumentó la inseguridad, y que delinquen más menores, otra es que ver a un chico por la calle y vivirlo como una amenaza. Si convocamos eso estamos perdidos. En la última toma de rehenes les dimos protagonismo a los chicos. Censurarlos no sería la opción. Pudimos ver cómo funcionan en esta circunstancia. Vimos a sus padres, la otra cara de esa realidad, y pudimos entender mejor la situación. Si eso a la larga nos hace bien o mal no lo sé. A la gente le interesó, hizo 16 puntos de rating.
–La responsabilidad de informar ¿no tiene límites?
–Es difícil evaluar porque los principios básicos del periodismo no alcanzan para la realidad de los medios electrónicos. Hoy la televisión tiene un termómetro que es el rating y eso a veces la tiñe de elementos perversos. Además la tecnología permite transmitir en vivo y con una inmediatez que años atrás no existía. Los que hacemos noticias nos tendríamos que sentar a pensar cuáles son las reglas para este tiempo que ya no tiene reglas. Está todo tan deshilachado que pensar que periodistas con buena voluntad se puedan sentar a pensar las reglas de juego desde la honestidad es difícil.
–¿Puede ayudar la televisión a la sociedad a salir de este estado de crisis?
–La sociedad es así, los valores los construimos entre todos. Y la televisión nos muestra con nuestras propias lacras. Es bastante fiel, muestra una sociedad bastante parecida a lo que es. Aunque haya personas que trabajan desde el silencio y no están en la tele. No podemos esperar que la televisión resuelva los problemas. Es un medio, muestra, mira, cuenta, aun desde la ficción.

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