ESPECTáCULOS
La ofrenda musical de un grupo de grandes músicos
En el último concierto del ciclo Festivales Musicales, se tocaron obras de Telemann y Bach y se estrenó una obra temprana de Händel. Las interpretaciones unieron virtuosismo y conocimiento del estilo.
› Por Diego Fischerman
Pocos campos cambiaron tanto en tan poco tiempo como el de la interpretación de la música anterior al clasicismo. Hace treinta años todavía el paradigma estaba fijado por grupos como I Musici y resultaban mucho más frecuentes las orquestas sinfónicas tocando música barroca que las entonces incipientes (y rechazadas por el establishment) interpretaciones historicistas. Este movimiento, del que Britten, Hindemith y, más tarde, Thurston Dart y Dolmecht habían sido precursores, buscaba respetar aquellas normas interpretativas que en esos años habían empezado a descubrirse en tratados de época e intentaba recuperar los timbres y las densidades orquestales originales, mediante la exhumación de instrumentos que durante unos doscientos años habían dejado de usarse, como el clave, la viola da gamba o las flautas de madera.
Hace treinta años, una interpretación que aunara virtuosismo con conocimiento de estilo y que llegara al nivel de calidad que tuvo el estreno sudamericano, realizado en Buenos Aires, de un Gloria de Händel cuya autenticidad fue recientemente probada, hubiera sido casi imposible. Que los intérpretes hubieran sido argentinos habría sido más imposible aún. Por eso el último concierto del ciclo de Festivales Musicales tiene una importancia singular. No sólo se estrenó una obra de un autor mayor (lo que por sí mismo constituye un acontecimiento) sino que quienes la trajeron a la vida, además de ser argentinos están entre los mejores instrumentistas y cantantes del momento. El violinista Manfredo Kraemer, fundador e integrante de The Rare Fruits Council, uno de los grupos mejor considerados en el mundo entre quienes tocan música barroca (su grabación de Sonatas de Biber, para el sello Astrée/Auvidis, es un hito), el violagambista Juan Manuel Quintana (que grabó para el sello francés Harmonia Mundi dos CD solistas excepcionales, con piezas de Marin Marais y con las Sonatas para viola da gamba y bajo continuo de Johann Sebastian Bach), la soprano Graciela Oddone, la violinista Joëlle Perdaens, el flautista Manfredo Zimmermann y Mario Videla en clave, fortepiano y órgano dieron un concierto de gran nivel en el que, además del estreno de Händel, tocaron una versión de impactante claridad del Cuarteto en Sol Menor de Georg Philipp Telemann y de uno de los monumentos del contrapunto, la Ofrenda Musical de Bach.
Videla, factotum de mucho de lo sucedido alrededor de la música antigua en Buenos Aires, como intérprete de instrumentos de teclado, como director de la Academia Bach y, también, como impulsor de Festivales Musicales (una asociación de conciertos que se adelantó a su tiempo trayendo grupos como Musica Antiqua Köln o Les Arts Florissants y cantantes como el contratenor Kevin Smith, cuando todavía estaban lejos de convertirse en estrellas) tocó en esta ocasión, además de un clave y un órgano portativo, un fortepiano, reproducción de un modelo construido por Silbermann, similar a los que el rey Federico de Prusia (dedicatario de la Ofrenda Musical) y el propio Bach poseían. Fue verdaderamente encantador el efecto del primer Ricercar a 3 de la Ofrenda, tocado en ese instrumento que conjuga la absoluta diafanidad en la definición de las voces con la posibilidad de matices que dan los martillos (en un clave no hay manera de que el sonidosea más fuerte o más débil ya que el plectro accionado por la tecla pulsa la cuerda siempre con la misma fuerza). Oddone, precisa en la coloratura, de timbre cálido y homogéneo y fraseo sumamente cuidadoso, hizo una versión magnífica del Gloria y Kraemer y Quintana, bien secundados por Perdaens y con Zimmermann como destacado partenaire, volvieron a demostrar por qué están entre los nombres más destacados de la escena actual.