Mar 13.08.2002

ESPECTáCULOS

“El año en que quisieron imponernos la banalidad”

En “1989. Por cuatro días rotos”, el director y psicoanalista rosarino Cacho Palma alude a un poema de Juan Gelman y a una época de la Argentina “hegemonizada por un poder demencial”.

› Por Hilda Cabrera

Para el director, dramaturgista y psicoanalista rosarino Cacho Palma, el año 1989 fue el de la cristalización de la hegemonía de “un poder demencial que pretendió imponer una cultura de la banalidad y lo chabacano”. Por ello, su última obra, elaborada junto al grupo que lidera, Par 5, de Rosario, se denomina 1989. Por cuatro días rotos. Lo de “rotos” proviene de uno de los poemas de Juan Gelman (dedicado a Manuel Scorza), que comienza diciendo: “Los sueños rotos por la realidad/ los compañeros rotos por la realidad/ los sueños de los compañeros rotos/ ¿están verdaderamente rotos/ perdidos/ nada...?”. Cumpliendo una breve temporada en Buenos Aires, y en diálogo con Página/12, Palma opina que aquel año simboliza “la entrega del gobierno de Alfonsín, los saqueos, la mentira de la revolución productiva que prometió Menem y esta servidumbre que se profundiza”. Con estos y otros elementos, el director intenta ofrecer un espectáculo que reúna “humor y juego sin soslayar el dolor ni la muerte”. La obra ya está en cartel y se la puede ver los sábados a las 21 y domingos a las 20 en la Sala Ernesto Bianco del C.C. San Martín (Sarmiento 1551). Actúan Pablo Solari, Carla Rodríguez y Marcos Ramos, autor del “texto de apoyo” (Comunicado de prensa Nº 14) que acompaña al programa de mano.
Alternando la profesión de psicoanalista con la de director, Palma fundó en su ciudad, en 1982 y junto a la directora Chiqui González, el Grupo Discepolín. Se había iniciado en la actividad teatral en los años ‘70, siempre a la búsqueda de las raíces populares del teatro, dirigiendo obras en gremios y universidades. Otro interés suyo ha sido el empleo de lo que denomina “iconos plásticos”, que no son otros que los maestros de la pintura. Lo inspiran particularmente algunos cuadros del holandés Rembrandt y el sevillano Diego Velázquez, estudiosos de los efectos de la luz en la plástica y artistas geniales de las fusiones de luces y sombras. Se confiesa incapaz de dibujar una rosa, pero ha escrito un ensayo surgido de su fascinación por las artes plásticas: El poeta, el pintor y el niño en escena, publicado por la editorial Homo Sapiens, de Rosario.
Palma considera a la puesta un arte integrador, donde se valora tanto el cuerpo como la voz de los intérpretes y la música en vivo (en sus montajes predominan las cuerdas, el canto y los instrumentos de percusión). Ex alumno del actor y director Norman Briski, quien en el 2000 le cedió su espacio Calibán para el montaje de La hora del té, espectáculo basado en un texto del psicoanalista francés Alan Didier Weil, es autor, entre otras piezas (algunas de creación colectiva), de Nosotros, los de entonces (sobre un sector de la sociedad de los ‘70 y los desaparecidos por la dictadura militar en Rosario), también de una versión de Edipo Rey, de Sófocles (que en el momento del estreno supervisó el director Alberto Ure), y de El Cairo, cuya historia alude al famoso café rosarino, materia de varios relatos del escritor y humorista Roberto Fontanarrosa. Bajo la mirada de Palma, el célebre café es “una fábrica de encuentros amorosos”.
Incursionó además en la línea testimonial e histórica con Canto homenaje al grito de Alcorta, obra que rescata la huelga agraria de 1912, escrita en colaboración con el periodista Reynaldo Sietecase. Respecto de Por cuatro días rotos, esta pieza cumplió ya cuarenta funciones en Rosario y emprendió una gira nacional. El punto de partida fue una investigación sobre dos piezas del teatro inglés: Recordando con ira (Look back in Anger, de 1956), de John Osborne, y Las cuatro estaciones, pieza de 1965 de Arnold Wesker. En un sentido amplio, se sirve –según cuenta– de la estética del teatro de los iracundos (el personaje Jimmy Porter, de Recordando..., expresó cabalmente el descontento de los angry young men de la segunda posguerra). Esta indagación condujo al grupo al estudio de los personajes marginales, “de los exiliados en el propio país”. El paso siguiente fue la adopción del mito de Orfeo (el músico-poeta que bajó al Hades para recuperar a su amada Eurídice y fue despedazado por lasMénades), pero “en la versión de Jean Cocteau –aclara Palma–, de figura convertida en testimonio de una época. Por eso nuestro personaje se llama Orfeo D, por Desaparecido, Drogadicto, Desocupado y Decapitado”. Orfeo es también aquí un poeta y escritor desaparecido: “Es Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Paco Urondo, y todas las voces y las presencias que nos están faltando”, dice, convencido de que “el teatro es ceremonia, y se sostiene cuando se lo convierte en verdadera experiencia personal y en compromiso ético e ideológico”.

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