Mar 13.08.2002

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA AL MUSICO ESPAÑOL ISMAEL SERRANO

El deber de dar testimonio

Desde que compuso “Papá, cuéntame esa historia” lo comparan con Serrat, que podría ser su padre. Acaba de publicar su cuarto CD.

› Por Javier Aguirre

La tapa del último disco de Ismael Serrano es un montaje de dos fotos, una actual y una de cuando era chico. El recurso revivalista de la moda hace que, a diferencia de las fotos de la infancia de otras generaciones, el Ismael niño parezca muy actual, tanto en su ropa como en su peinado. El álbum –cuarto en la carrera del cantautor madrileño– se llama La traición de Wendy, título que alude a Peter Pan y al crecimiento sin claudicaciones; y Serrano refuerza en sus canciones su idea de compromiso y lealtad con los propios valores. Informado y agudo a la vez, el disco tiene una agenda temática casi propia de la sección Internacionales de un diario: el poblador nordafricano en “Un hombre espera en el desierto”, la opresión del FMI sobre la Argentina en “Buenos Aires 2001”, la crueldad de las favelas en “Si Peter Pan viniera”, la sangre en Chechenia en “Fue terrible aquel año”. Aun así, esa mirada urbana y periodística del mundo es sensible, y la voz franca y la instrumentación suave hacen que La traición de Wendy no pierda la calidez ni la emoción.
–La canción “Buenos Aires 2001” menciona a Los Redondos, a los Rolling Stones y al FMI. ¿Buscaba evitar lugares comunes de un español su visión de la ciudad?
–No deliberadamente, aunque es cierto que son elementos no tan habituales en las miradas de extranjeros sobre Buenos Aires. Lo interesante es que, si bien escribí esa canción antes de la hecatombe de De la Rúa, el desastre y el desánimo ya estaban, y no se veía la luz que alguna vez tuvo la ciudad. Está la indignación contra el FMI y contra gobiernos como el de España, que prioriza los intereses de las multinacionales al bienestar de las personas. Está la tradición rockera tan fuerte que hace que en ningún otro sitio los Stones llenen tantos estadios como allí. Y están Los Redondos, referentes no sólo musicales sino también de resistencia, para varias generaciones; y no sólo resistencia a la policía. Por otra parte, la letra también menciona el salto de Charly García desde un balcón, que creo fue una metáfora del arte, una imagen desesperada. Esa imagen de un artista suspendido en el aire, y que después dice: “Me tiré por vos”, es impresionante.
–Las inclusiones de Peter Pan y del crecimiento de Wendy, ¿expresan nostalgia por la ingenuidad de la infancia?
–No, no es una reivindicación del no crecimiento sino del crecer de otra forma, sin renunciar a la utopía, sin olvidar ideales, sin volverse gris, reaccionario o conformista. Cuando Wendy crece, se olvida de cómo volar. Y lo que pido es que no nos quedemos anclados, que no nos traicionemos a nosotros mismos.
–¿Un artista necesita estar informado, en términos periodísticos?
–No es obligación, hay distintos tipos de música. En mi caso, sí. Creo que el periódico de cualquier día te puede permitir hacer un disco. A mí me hace falta empaparme en el mundo, aunque también es cierto que el miedo a la soledad te lleva mucho a mirar afuera. No puedo desatender, por ejemplo, al panorama actual que se presenta a los artistas. Fenómenos televisivos de reclutamiento como “Popstars” alientan un perfil de artista que nos asedia, y que no significa demasiado. Es una cultura pop que no me interesa. Ni Bob Dylan ni Joaquín Sabina, por ejemplo, podrían pasar esos castings. Yo prefiero a Chavela Vargas antes que a Luis Miguel.
–¿Se considera un cantante de protesta?
–Creo que la canción de protesta tiene absoluta vigencia, aunque a veces, como etiqueta, genere prejuicios. La poesía social es un deber del artista, y siempre va a existir. No sólo te emocionan tus propias historias de amor. Mirar el mundo y hablar de él ya es un género artístico, literario y a veces pictórico. La canción de protesta implica creer que otro mundo es posible, que puede haber una globalización distinta, más a favor de los pueblos que de las empresas y sus cumbreslobbistas acorazadas. El Foro de Porto Alegre, por ejemplo, sin perder la utopía, hizo propuestas serias. Ya no podemos pensar qué seremos de mayores. Ya somos mayores y tenemos trabajo por hacer.

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