Mié 14.08.2002

ESPECTáCULOS  › “INDAGACIONES SOBRE EL EXPRESIONISMO EN EL CINE”, EN EL MALBA

El delirio, la fiebre y los fantasmas

La megamuestra que comienza mañana redescubre más de cuarenta títulos que honran al género, en copias restauradas. Además, los films mudos contarán con música en vivo, a cargo de una formación siempre cambiante.

› Por Horacio Bernades

“Dejadnos a nosotros los alemanes los horrores del delirio, los sueños de la fiebre y el reino de los fantasmas”, pedía a comienzos del siglo XIX el poeta romántico Heinrich Heine, que dedicó su obra a hacer suya aquella requisitoria. Un siglo más tarde, el llamado de Heine fue recogido a pleno, en tierras de ese reino fantasmal que es (o supo ser) el cine. La eclosión no pudo haber surgido en ningún otro lugar que no fuera la propia Alemania, que a lo largo de una larga década parió a través del cine un mundo mudo de terrores, claroscuros e imaginerías espectrales, que pasaría a la historia con el nombre de expresionismo. Una megamuestra que a partir de mañana se desplegará durante una quincena en el Malba de Buenos Aires dará cuenta de la gestación, madurez y legado de ese movimiento estético nacido hacia fines de la década del 20, cuya vasta influencia puede registrarse hasta hoy en el cine del mundo entero.
Con el título de La imagen errante y llevando por subtítulo “Indagaciones sobre el expresionismo en el cine”, la muestra se extenderá hasta el domingo 1º de setiembre y presentará más de 40 películas, producidas en Alemania y otras partes del mundo (Argentina incluida), de las cuales la más antigua es de 1912 y la más reciente de los 80. Organizado en colaboración con la Filmoteca de Buenos Aires (que dirige el historiador, crítico y coleccionista Fernando Martín Peña) y contando con apoyo del Goethe Institut y de firmas privadas, el ciclo se desarrollará en el auditorio de ese museo a lo largo de tres fines de semana sucesivos. De inusitada amplitud, la muestra puede considerarse la más amplia y abarcativa jamás realizada en Buenos Aires sobre el tema, y a ello le suma otros dos factores de atracción. En primera lugar, muchas de las copias en 35 mm han sido recientemente recuperadas o reacondicionadas, tratándose en más de un caso de films poco o mal vistos en esta ciudad. En segundo término, todos los films mudos que se presenten (alrededor de la mitad de la muestra) lo harán con música en vivo, compuesta para la ocasión por la National Film Chamber Orchestra, un conglomerado de músicos argentinos. Capitaneado por el guitarrista y compositor Fernando Kabusacki, este ejército musical de casi treinta miembros (que incluye a Juana Molina, Sami Abadi y Juan Carlos “Mono” Fontana) se reunirá en formaciones variables, que tanto podrán ser dúos como grandes masas orquestales.
Nacida con un par de décadas de retraso con respecto a las artes plásticas, el teatro y la literatura, la fundación del expresionismo en su vertiente cinematográfica suele fecharse por 1919, cuando el realizador Robert Wiene, el guionista Carl Mayer y los artistas plásticos Walter Röhrig, Walter Reimann y Herman Warm dieron forma, bajo la mirada atenta de Erich Pommer (todopoderoso director de producción de la mítica productora alemana Ufa), a uno de los films más famosos de la historia del cine. Por supuesto, El gabinete del Dr. Caligari será parte de la muestra del Malba, pero con un detalle particular: la copia a exhibirse cuenta con los virajes de color originales y fue vista una sola vez en Buenos Aires, hace varios lustros. A lo largo de su desarrollo, la muestra viajará hacia atrás y adelante en el tiempo, para recoger otros films pioneros, aunque mucho menos conocidos y revistos que Caligari. Tal el caso de las Historias siniestras que Robert Oswald dirigió en el mismo año, y que incluyen adaptaciones de Poe y Robert L. Stevenson. También se verán intentos primitivos de cineastas esenciales como Fritz Lang, de quien no sólo se programaron Dr. Mabuse, el jugador (1922), Los nibelungos (1923) y Metrópolis (1926), sino películas tan ignoradas como El amo del amor (su segundo opus, de 1919) o la propia La imagen errante, que da nombre al ciclo y es del año siguiente. El hecho de que éstas se exhiban por primera vez en Buenos Aires da una idea de la importancia de esta muestra.
Obviamente, no faltarán en el ciclo del Malba los superclásicos del período 1919/1926 –El Golem, Nosferatu, La última carcajada, Varieté,Fausto, Misterios de un alma y Lulú o la caja de Pandora–, así como ciertos films clave producidos fuera de Alemania por algunos de sus cineastas de cabecera (el caso de Amanecer y Tabú, que Friedrich W. Murnau filmó en Estados Unidos). Todas ellas son hitos del movimiento en el que confluyen el viejo romanticismo germano, el cine nórdico de las décadas del ‘10 y el ‘20, las propias manifestaciones del expresionismo en plástica y literatura y las experimentaciones teatrales de Max Reinhardt. Al ponerse sobre el fuego de las angustias alemanas de la primera posguerra, teñidas por la derrota y la muerte en el campo de batalla y por la inmediata catástrofe política y económica de la república de Weimar, ese caldero estético decanta en un desfile de horrores, oscuras fantasmagorías, asesinos dementes y viejas leyendas recuperadas que suelen identificarse con el nombre de “expresionismo alemán”.
El subtítulo de la muestra (“Indagaciones sobre el expresionismo en el cine”) señala que esa etiqueta puede resultar insuficiente si se quiere dar cuenta de otras manifestaciones contemporáneas al fenómeno. Para cubrir esos flancos se incluirán aquí seriales “a la americana” realizados por Fritz Lang (Las arañas, 1919/1920), el cine social alla Brecht de Los maldecidos (1925), la fantasía orientalista del largo de animación Las aventuras del príncipe Achmed (1926), el experimentalismo urbano de Berlín, sinfonía de una gran ciudad (1927) o la crónica realista de Gente en domingo (1929). Pero sería un acto de ceguera reducir el expresionismo a un momento y un país: la idea de que el cine –arte de luces y sombras– puede ser vehículo ideal para darle forma a las inquietudes anímicas se derramaría, en verdad, sobre el entero planeta fílmico. En concordancia con ello, la megamuestra del Malba incluirá las deformaciones visuales a las que tan afectos serían tanto el Orson Welles de El ciudadano y Sed de mal (para nombrar dos que serán parte de la programación, en sendas copias restauradas) como el rioplatense Román Viñoly Barreto de El vampiro negro (1953; remake local de M, de Lang), así como ciertas expresividades lumínicas de El delator (John Ford, 1935), las argentinas Camino del infierno (L. Saslavsky & D. Tinayre, 1946) y No abras nunca esa puerta (C. H. Christensen, 1952) o del melodrama mexicano Cuando levanta la niebla (Emilio “Indio” Fernández, 1952). En el paquete pos expresionista no podía faltar algún capítulo de la serie “Los vengadores” (“La casa que Jack construyó”, 1965) ni ciertos films de terror como La escalera de caracol (R. Siodmak, 1946), Venecia rojo shocking o Suspiria, de Dario Argento. La lista lo confirma: acercarse al Malba en estos días será como atravesar un puente tras el cual aguardan los más bellos y torturados fantasmas.

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