ESPECTáCULOS
› “FRIO DE PERROS”, CON CUBA GOODING JR.
El síndrome del humorista sin gracia
› Por Martín Pérez
Sentaditos en fila, panza arriba y tomando sol en sus reposeras. Ah, y todos con anteojos oscuros. Así es como descansan los perros esquimales de Teddy en una playa de Miami. Junto a él, está su madre cocinando galletas y la belleza del film, con muchas menos ropas de lo que su Alaska natal se lo permite. Así es el delirante sueño que el dentista de La Florida, transplantado al Polo Norte (interpretado por Cuba Gooding Jr.), sufre cuando se pierde en la salvaje pero fría belleza de la tierra natal de sus recién descubiertos padres biológicos. Que resulta ser también el mejor momento de un film inútil llamado Frío de perros, una comedia que se pretende delirante pero que termina careciendo por completo de gracia.
Dirigida por el responsable de Beethoven (1992) –el perro, no el compositor– y Los Picapiedras (1994), Frío de perros es otro gran ejemplo para quienes sostienen que un premio como el Oscar es mufa. Y ahí está Cuba “Show-me-the-money” Gooding Jr. en el punto más bajo de su constante caída desde el Oscar por Jerry McGuire (1995). Como en aquel gag en el que se pedían donaciones para los negros sin ritmo, Gooding Jr. está listo para pedir limosna por sufrir del síndrome del humorista negro sin gracia. Apenas si lo ayudan las premisas delirantes de la trama de Frío de perros –su personaje de dentista de Miami viaja a Alaska a presenciar la lectura del testamento de una madre que no sabía que existía, y termina tratando de sacarle una confesión de su padre–, y la presencia del eterno James Coburn en el reparto, cuyas manos devenidas en garras son lo único llamativo de un film que transcurre más que avanzar.