ESPECTáCULOS
Un viaje al detrás de la escena de una pasión que es única y universal
Esta noche se podrá ver el preestreno del film documental “Gracias por el juego”, que gira en torno de la final de Boca-Bayern Munich.
› Por Esteban Pintos
El fútbol puede hacer que los hombres recorran miles de kilómetros por aire para asistir a una función especial de este espectáculo deportivo, el más popular del siglo XX. Están los mundiales, la historia grande; pero también la historia puede hacerse desde un partido, 90 minutos de juego, pequeña pero igualmente atractiva. Y emotiva. Si con algo debe lidiar el documental Gracias por el juego, con guión y dirección de Pablo Salomón, y el “protagónico” –texto y narración– del escritor y periodista Juan Sasturain (editor de la sección Deportes de Página/12) que tendrá su función de preestreno esta noche a las 20 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415), es con el poder de hechizo que el fútbol ejerce. Un juego convertido en negocio millonario que, sin embargo, conserva el espíritu lúdico que lo hizo grande y desde esa pureza básica e indispensable atrae la atención de millones de personas al mismo tiempo. Con un resultado final, que de la manera en que casi ninguna otra cosa inventada para entretener influye. El fútbol entretiene, claro, pero va mucho más allá de eso. En la Argentina está claro que, para bien y para mal, se sabe de qué se está hablando cuando se habla de fútbol.
El trabajo filmado en Munich, Buenos Aires y, fundamentalmente, Tokio, gira alrededor de la final Boca Juniors-Bayern Munich que se jugó en noviembre del año pasado y que concluyó con la victoria del equipo alemán por 1 a 0. Pero ése no es el punto, en verdad: un partido, éste en particular, sirve de trasfondo para disparar otros pensamientos. La pregunta ¿de qué hablamos cuando hablamos de fútbol? recorre la espina dorsal del relato y en 48 minutos se ve aquello que rodea al momento de la verdad, el de los dos tiempos de 45 minutos protagonizado por 22 jugadores. Antes, durante y después. En Tokio, la sede del partido, el contraste se hace notable entre la indiferencia local y el interés del protagonista, que viajó más de un día para llegar hasta ahí. Un rato antes del partido, en un diálogo que revela cómo es que se vive la previa de un gran día futbolístico, Sasturain juega con sus pensamientos y la mezcla de emociones que lo invaden.
Durante el partido, con el narrador en plena platea (e incluso de curiosos hinchas de Boca, convertidos en llamativos coprotagonistas de la historia), el documental planea sobre Munich y Buenos Aires. Es el contraste entre un grupo de personas sentadas a la mesa de un coqueto bar temático, con sus bufandas y camisetas como única identificación partidaria (los alemanes), en el mediodía de una ciudad que sigue su ritmo; y una montonera de hombres, niños y mujeres que gritan frente a un televisor a las siete de la mañana, en el corazón de un barrio pobre pero orgulloso. Así se puede vivir un partido, de todas las maneras. Sasturain camina y observa Tokio, espera en el lobby del hotel en donde concentran los jugadores de Boca, observa los entrenamientos, conversa con Carlos Bianchi, discurre sobre qué se pone en juego en el partido. Es un gran choque de culturas futboleras que ocurre a miles de kilómetros de donde esas culturas nacieron y se desarrollaron. Europa contra Sudamérica, que es como decir el clásico histórico y universal, organizado en Oriente lejano, donde el fútbol es apenas un espectáculo global más. Por cierto, bastante menos que el deporte nacional (el sumo) y también que el deporte global favorito de los japoneses (el béisbol).
De ese doble contraste (los estilos enfrentados, la extrañeza del escenario) se nutre el relato y desde allí se dispara en diferentes direcciones. Lo que se ve, desde la figura del hombre canoso y pelado -futbolero, y de Boca– que recorre una ciudad de edificios y neón, es como el detrás de la escena de una gran película cuyo final no está previsto y a cuyo estreno se asiste con una mezcla de ansiedad, tensión, miedo y, por supuesto, alegría. Al fin y al cabo, ¿qué futbolero no desea estar presente en una final de campeonato?