Jue 22.08.2002

ESPECTáCULOS

Una pobre mujer en medio del fragor de cacerolas

Un esforzado grupo de actores que encarna hasta ¡doce personajes cada uno! pone el cuerpo en “¿Qué te pasa?”, una paródica lectura de las confusiones que la protagonista debe atravesar a diario.

› Por Cecilia Hopkins

En ¿Qué te pasa?, Alicia Muñoz plantea un sinfín de situaciones que en conjunto recrean con humor aspectos poco amables de la vida diaria. “Nuestros espectáculos están siempre atentos a la realidad que nos circunda –cuenta María Esther Fernández, directora de la obra–, tratando de utilizar el teatro como herramienta del pensamiento en la tarea cotidiana de integrarnos para esclarecer y fortalecer nuestra capacidad de lucha.” Según el objetivo planteado y en tono de parodia costumbrista, las secuencias se suceden alrededor de un azorado personaje femenino (a cargo de Zully Olmos), observador involuntario de una realidad que le pasa por encima. De esta manera, el espectador encuentra en esta clásica estrategia una oportunidad inmejorable de establecer una relación de identificación con el personaje y convertirse también en eje de las escenas del espectáculo.
“El futuro está a la vuelta de la esquina”, dice el padre de la protagonista en uno de los pocos flashbacks que propone el espectáculo. En plena década del 30, el hombre creía firmemente que la crisis se desvanecería con prepotencia de trabajo. Ahí nomás, el país entraría en una etapa triunfal de desarrollo. La otra vuelta al pasado sucede cuando el marido de la protagonista, ya en los años ‘50, interpreta el espíritu de un país que intenta encontrar el desarrollo ansiado en la tecnificación que aportarían las nuevas empresas. Mientras la distraen los recuerdos, la mujer-que-necesita-creer-en-algo es asaltada por un ratero, luego vapuleada por promotoras y encuestadoras y finalmente, resulta víctima de una cámara sorpresa.
Entre políticos advenedizos y corruptos, la estresante caravana de personajes farsescos –que los actores encarnan hasta una docena cada uno- no deja de lado rumores de cacerolazos ni de asambleas barriales. Egresados del Taller Actoral Libre que dirige la propia directora del espectáculo, el grupo se maneja con soltura en el marco de un espacio despojado de todo elemento de escena. Imprevistamente, el tono ligero que trasmite todo el espectáculo es el origen del desenlace, que encuentra a los actores fuera de personaje reflexionando sobre su labor. Allí, el fervor testimonial y la crítica impiadosa del estado de la situación actual expuestos se paralizan de pronto, para dar lugar a un replanteo que tiene que ver con las responsabilidades que a cada uno le tocan. En cuanto a la interpretación, la elección del trazo grueso, el tono superficial y burlón ha sido deliberada, no obstante lo cual hay personajes que lucen demasiado elementales.

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