ESPECTáCULOS
› SIETE LARGOS Y QUINCE DOCUMENTALES
El cine chileno ataca
Un amplio panorama de la producción trasandina más valiosa y reciente desembarca a partir de hoy en los cines Village Recoleta y Cosmos.
“El cine chileno no es una comunidad, no hay una escuela, existen diferentes temáticas y conviven directores que volvieron del exilio con otros que provienen del video o de la publicidad”, afirma Orlando Lübbert, el director de Taxi para tres, la película que ganó el año pasado el premio mayor del Festival de San Sebastián y que es el mascarón de proa del Primer Festival de Cine Chileno, que comienza hoy y se extenderá hasta el próximo miércoles en el Complejo Village Recoleta, con siete largometrajes, y en el Cine Cosmos, con quince documentales en video (ver aparte). Para Lübbert, “el repunte del cine de mi país es un fenómeno que surge desde hace tres o cuatro años. De ahí que podemos hablar de un renacimiento. Recién ahora estamos creando la Plataforma Audiovisual, luchando por una ley de cine y tomando conciencia de la creación de una cinematografía nacional”.
Además de Taxi para tres, la muestra del Village Recoleta incluye el notable documental El caso Pinochet (de Patricio Guzmán) y los largos de ficción Bastardos en el paraíso (Luis Vera), La fiebre del loco (Andrés Wood) Negocio redondo (Ricardo Carrasco), El chacotero sentimental (Cristian Galaz) y Time’s Up (Cecilia Barriga). Para Vera, quien junto con Lübbert, Carrasco y Viviana Erpel Quevedo (de Asociación de Documentalistas de Chile) llegaron especialmente para presentar sus films, “el año 2000 fue la eclosión, el auge del cine chileno. A mediados de los ‘90 se producían entre diez y catorce largometrajes por año. Además contábamos con la indiferencia por parte del público a ver cine nacional. Pero hace dos años, todo cambió. Con Bastardos en el paraíso, la respuesta de la crítica y del público fue unánime. La película se refiere a la revisión de una familia chilena que ha vivido exiliada. Concentro el relato en la segunda generación, en los jóvenes y qué les está sucediendo, que no es tan lejano a otros jóvenes en iguales circunstancias en Uruguay o la Argentina. La gran mayoría de los chilenos tenían preconceptos, hablaban de un exilio ‘dorado’ y estaban convencidos de que los exiliados lo estaban pasando muy bien en el exterior”.
Según Vera, “a pesar de que el modelo chileno es fiel a las recetas neoliberales, el cine no ratifica el modelo, no es propagandístico, ni se refiere a los bondades del sistema”. Lübbert pide la palabra y retruca: “Mi visión es más crítica. Con nuestra películas no hemos tocado ni el pellejo de los grandes temas, que la literatura y el teatro han abordado hace años. No hemos producido una película como La historia oficial. En definitiva no nos convertimos en seres peligrosos para el sistema. Nuestras películas cuentan historias de corte folklórico. El gran desafío es filmar historias dramáticas e interesantes. No hemos sido capaces de filmar todavía ningún largo de ficción sobre los desaparecidos. Los documentalistas, en cambio, han ido más lejos y son consecuentes con las temática del exilio”.
El director de Negocio redondo, Ricardo Carrasco, da la visión de un realizador joven: “A los productores no les atraen películas de corte político y generar algunos cambios en ese sentido va a llevar un tiempo. Algunos directores jóvenes se sienten atraídos por películas sobre vampiros o de género. Nuestra sociedad es muy pacata. Pinochet está libre y las heridas de la dictadura son muy recientes”.