ESPECTáCULOS
› “CROSSROADS, AMIGAS PARA SIEMPRE”, DE TAMRA DAVIS
Britney, el sueño de la chica perfecta
› Por Martín Pérez
Todo está listo. El chico está esperándola en el cuarto en paños menores, y ella está preguntando desde el baño si está listo. A la cuenta de tres, la chica emerge luciendo un completísimo juego de ropa interior femenina, con el cual da un par de seductores pasos hasta que decide que esto no es lo que ella imaginaba. “Pero es tal como yo lo imaginaba”, apenas si alcanza a farfullar él, pero eso no alcanza para convencerla. No hay caso. Apenas si ha comenzado su debut en la pantalla grande y Britney Spears ya se las ingenió para anticipar algo que no va a entregar. Aunque esta vez, sí, al final terminará entregando nomás.
Dirigida por la especialista generacional Tamra Davis –autora del falso documental de rap CB4–, Crossroads es una road movie, una película de chicas y una película de iniciación sexual, todo en el mismo paquete. Uno que lleva como moño las eternas caritas de la chica Pepsi por excelencia, que como actriz es apenas un rejunte de mohínes y miradas serias e inocentes capaces de trocar rápidamente al paso dominante de una vedette sobre las tablas, en busca de un micrófono al que agarrarse.
La historia que cuenta el film de Britney es la de tres amigas de la infancia que en el camino de la adolescencia se han ido separando, pero el final de la secundaria las volverá a unir, a su pesar. Todo detrás de un viaje no muy planeado, pero que las reunirá en un mismo auto, escapando de casa en busca del sol y el futuro de California y con casi un desconocido al volante. De las tres, hay una engreída y coqueta, otra que es una rebelde casi punk y una tercera que es la chica perfecta. Esa es Britney. Una protegida por papá Dan Aykroyd, que se sube al auto en busca de encontrarse con una madre que la abandonó desde pequeña, pero terminará encontrando un chico que sí era lo que imaginaba y un futuro como cantante, cuándo no.
Previsible en cada uno de sus giros, de sus diálogos e incluso de sus bromas, Crossroads es al menos una película prolija. Sin dar vergüenza ajena, lo que tal vez sea su mayor problema. Su corrección de telenovela es tal que termina siendo un film sin gracia, con una megaestrella todo el tiempo escapándole al ridículo. Para caer inevitablemente en él cada vez que aparece la megaestrella que su público paga por ver. Esa que asegura que ya no es una chica, pero aún no es mujer. O la que canta “I love rock and roll” cuando necesita dinero para seguir en su viaje. Un rock que en el caso de Britney sólo es impostura y un sexo que apenas si factura una gélida seducción, sin olor ni peligro. Algo así como el producto “perfecto”. Salvo por el detalle de la película, claro está.