Sáb 06.03.2004

ESPECTáCULOS • SUBNOTA  › OPINION

Con los mayores respetos

› Por Sandra Russo

A lo mejor porque era tan lindo, o porque era tan cool, o porque era tan televisivo, porque tenía éxito, porque tenía ideas y sus ideas funcionaban, o a lo mejor porque ganaba plata, o porque fue un pionero en entrecruzar temas duros, sórdidos, oscuros, con una estética que los hacía atractivos para las generaciones que mamaron, con la leche templada, el vértigo del videoclip; a lo mejor porque era audaz y se le notaba, porque parecía siempre en ascenso, siempre para arriba; a lo mejor por todo eso, cuando Juan Castro habló de “infierno”, hubo un malentendido.
No lo conocí personalmente, de modo que del Juan Castro que hablo es del Juan Castro público, ese que aunque hablara en cámara sobre su “infierno” siempre se reservó el significado que le daba a esa palabra. Hablo del Juan Castro que conocimos todos, ese chico de ojos irresistibles, tan bien provisto de aristas polémicas, tan proclive a desnudarse, tan hermético con respecto a su verdadera desnudez, esa que ahora los carroñeros de siempre vulneran intentando penetrarla (Paparazzi titula Las cartas secretas de Juan Castro: Jorge Rial, Luis Ventura, entérense de que toda carta es secreta, salvo que sea una carta abierta), profanando esa correspondencia privada y exponiéndola como baratija informativa.
Juan Castro probablemente haya perdido la noción de lo público y lo privado, y pudo haber estado más loco que algunos de éstos, pero algo es indudable: era mejor persona. Sus confesiones de alto impacto fueron cornisas. Pero no entregó a nadie en sacrificio. Se expuso él.
Cuando Juan Castro hablaba de “infierno”, no se estaba refiriendo, a la luz de los hechos, a un título marketinero. Estaba hablando de algo imposible de ser vendido, como se vende un programa o como se vende tanta gente. Hablaba de algo tan hondo que no se puede poner en palabras.
Se lleva con él, Juan, la dimensión abismal de su existencia, y se lleva también, de parte de quienes solamente lo conocimos por su trabajo, y lo vimos crecer y vacilar, acertar y no acertar, involucrarse y seguir yendo por más, nuestro profundo respeto.

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