Llama la atención, en Una de dos, la homogeneidad del elenco, que sin embargo proviene de los orígenes más encontrados: el training teatral, el amateurismo y la formación vocacional. ¿Cómo logró Alejo Taube emparejar esas diferencias? “En primer lugar, puse mucha atención y cuidado en la elección de los actores”, explica. “Hice un casting en la zona donde filmamos, y de allí seleccioné a buena parte de la troupe: las amigas de la protagonista, la mamá y el militante fabril, entre otros. Por otro lado, busqué actores muy identificados con cierta vertiente de realismo cinematográfico social. Uno de ellos es el protagonista, Jorge Sesán, que es el rubio de Pizza, birra, faso. Lo elegí justamente por ser rubio, ya que no quería caer en el cliché del “morochito pobre”. Otro es Ariel Staltari, el paseador de perros de la serie Okupas, que casi al mismo tiempo que mi película filmó Buena vida delivery. Y completé el elenco con actores que tenían mucho entrenamiento teatral encima. Sobre todo Jimena Anganuzzi, que se pasó años actuando en el grupo del teatrista Federico León y que me dio la clase de intensidad que buscaba.
–Pero después hay que unificar todas esas disparidades en un tono común.
–Eso se logró trabajando en el rodaje mismo. No es que hayamos ensayado mucho con los actores. Pero sí rodamos mucho, en proporción de 15 a 1, que es una barbaridad. Eso me sirvió para poder ir encontrándole la vuelta al tenor de cada personaje y de cada escena. Tenía muy claro qué quería, pero a la vez me interesaba que cada actor pudiera encarnar, realmente, a su personaje. Y para que eso suceda hay que dar mucha libertad. Así que yo iba cambiando diálogos y otras cuestiones vinculadas con la actuación, a medida que los actores lo iban haciendo suyo. Esa es posiblemente la mayor ventaja del digital, que como sale muy barato permite filmar y filmar, hasta conseguir lo que uno busca. Sería una boludez trabajar en digital y no filmar 15 a 1, ¿no?