Lun 13.06.2005

ESPECTáCULOS • SUBNOTA

Los pedidos de Alejandra

En 1965 apareció Pequeños poemas en prosa, de Alejandra Pizarnik, en el suplemento cultural de La Nación. Un lector en Coronel Pringles quedó impresionado con la lectura de esos poemas: Arturo Carrera. “Traté de seguir leyendo sus materiales, pero ella editaba muy poco –recuerda el poeta–. Y mi profesora de castellano, que fue y es una genia, Beatriz de Nóbile, estaba trabajando en una tesis sobre Oliverio Girondo y la conoció a Alejandra, y ella le regaló Arbol de Diana. Mi profesora me pasó el libro y así seguí con la lectura de Alejandra”. Cuando Carrera llegó a Buenos Aires para estudiar, en 1966, buscó el apellido Pizarnik en la guía y descubrió que figuraba una dirección en la calle Montes de Oca al 600, en el barrio de Barracas. “La llamé por teléfono y fui a la casa. Me había pedido que le comprara, sin conocerme, un paquete de cigarrillos Gitanes, y además le compré una tortuguita de cáscara de nuez, que movía las patitas y la cabecita”, señala el poeta. Cuando se la regaló, Alejandra lo miró fijo y le dijo: “Soy una tortuga”. Desde entonces, Carrera y Pizarnik fueron muy amigos. En 1972 se presentó Escrito con un nictógrafo en Viamonte al 400, por supuesto en la oscuridad, con la magnética voz de Pizarnik desgranando los versos de su amigo Carrera.

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