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• SUBNOTA › LOACH Y CRONENBERG EN CANNES
El amor de los hijos
Aunque radicalmente distintas, las dos películas presentadas ayer en la sección oficial del Festival de Cine de Cannes –Sweet Sixteen, del inglés Ken Loach, y Spider, del canadiense David Cronenberg– tuvieron como denominador común el amor de un hijo por su madre. Con Sweet Sixteen Loach regresa a Glasgow. Esta vez no habla de los trabajadores desempleados sino de un muchacho de 15 años (Martin Compston) que, por intentar ganar dinero para cuando su madre salga de la cárcel, acaba arruinándose la vida. Interpretada por actores no profesionales, la película engancha al espectador con su naturalidad y realismo. El interés de este realizador por los desheredados se debe –según explicó ayer– a que el desempleo y la pobreza están en el horizonte de millones de jóvenes y este panorama favorece a la extrema derecha. “Hay una enorme responsabilidad de cara a los jóvenes, hay que decirles que el mundo necesita un cambio”, explicó.
El canadiense Cronenberg se cuela en la intrincada mente de un enfermo de esquizofrenia (Ralph Fiennes), quien tras haber pasado gran parte de su vida en instituciones mentales regresa al barrio de su infancia en el londinense East End. Allí afloran los recuerdos a través de los que finalmente es consciente de lo que realmente ocurrió con su madre.
El realizador, que comenzó haciendo cine de terror de serie B antes de convertirse en autor de culto, vuelve a consagrarse como un especialista en la exploración psicológica con este thriller basado en la novela homónima de Patrick MacGrath, coautor del guión. En la carrera por la Palma de Oro también se mostró ayer la película rusa de Alexandre Sokurov Russian Ark, que se desarrolla por completo en el interior de uno de los palacios más majestuosos del mundo: el Hermitage en San Petersburgo.
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