LA VENTANA › COMUNICACIóN Y MEDIOS
› Por Mirta Varela *
Desde Berlín
Las conmemoraciones del 40º aniversario del ’68 han comenzado. Los medios de comunicación de masas, que fueron un blanco enemigo para los manifestantes, resultan en la actualidad una fuente preciada para la construcción de su memoria. A la yuxtaposición de imágenes captadas por la televisión o la prensa de gran tirada, junto con documentos producidos por los manifestantes con medios más precarios, se le suman las huellas de otros aniversarios anteriores con entrevistas filmadas y una decantación de los símbolos del ’68.
En la Amerika Haus de Berlín, que es en la actualidad un edificio bastante deslucido, se está desarrollando una de las variadas actividades que van a tener lugar en esta ciudad a propósito del ’68 “alemán”. El edificio está ubicado a unos pasos de una estación de tren que funciona como nudo de transporte urbano y crea su propia ecología de comida al paso y de “Todo por dos pesos” (perdón: Jeden Teil ein Euro). Se trata de una exhibición que combina fotografías de prensa, fragmentos de emisiones de radio y televisión, afiches y objetos diversos. La mezcla de fotografías e imágenes televisivas con objetos de época otorga a estos últimos un efecto de envejecimiento inevitable. Las fotografías expuestas han sido reimpresas en la actualidad y las imágenes de televisión actualizan algo de la novedad de época. Un casco de policía, un megáfono o los innumerables panfletos descoloridos por el paso del tiempo compiten con dificultad en su capacidad de representación para un ojo contemporáneo.
Frente a algunas paredes se colocaron vallas de contención originales y escudos de protección de los policías que, en lugar de contener a la multitud, impiden tocar las fotografías o los objetos colgados. Los asistentes eran gente mayor que posiblemente hayan participado en las manifestaciones. Las fotos los mostraban jóvenes en Kürfurstendamm Strasse, a unos pocos metros de donde se encontraban ahora. Otro escenario repetido de las inmediaciones era la Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis Kirche, una iglesia cuya torre quebrada permanece como símbolo de la guerra. En 1961, el mismo año de la construcción del muro, se levantó una iglesia circular de vitrales azules que contrasta fuertemente con la ruina a la que se anexa. En Berlín, los restos de lo viejo, lo nuevo, lo vacío, lo que fue nuevo y lo por venir se encuentran a cada paso.
En el caso de la Casa Americana, la incrustación de objetos desborda el interior del edificio. En un espacio abierto, entre la vereda y la entrada del edificio donde se desarrolla la exhibición sobre el ’68, se encuentra estacionado un camión hidrante cuyas lanzaderas apuntan a quienes ingresamos a la muestra. Cuando fui a visitarla, llovía finito. Sin embargo, al salir, caían chorros de agua con presión sobre el espacio que había que atravesar hasta llegar a la vereda. Por un momento, pensé que el camión –que más bien parecía un tanque desde donde yo lo miraba– estaba lanzando agua. Cuando llegué a la vereda, una señora que ya debía ser adulta en el ’68 miraba el trabajo de tres hombres que se empeñaban en manguerear el camión. “Lo pintaron todo de rojo por la noche”, me dijo. Recién ahí me di cuenta de que un costado del camión, de un verde militar inconfundible, tenía un costado pintado de un color que tampoco se prestaba a confusión. Era el rojo furioso de muchos objetos exhibidos dentro del edificio: los pins con la estrella, los libros encuadernados de la Revolución cultural, el afiche del Che, el de Mao Tse Tung y el que mostraba la figura de un oso como el de la Berlinale sosteniendo un muro entre sus brazos junto a la leyenda “Berlín permanece Berlín”.
Lavar un camión hidrante a manguerazos a presión resultaba de por sí una escena absurda. Esto ocurría, además, en una muestra que exalta las pintadas callejeras y en una ciudad llena de graffitis que ha vendido trozos de muro pintado al turismo internacional. El camión pintado de rojo por los jóvenes –al menos la anciana no dudó que lo fueran– parecía lo único coherente con el ’68. Pero, pensándolo bien, las imágenes de época también abundan en mangueras lavando los muros y limpiando las calles para que no queden signos del destrozo.
* Investigadora Conicet/UBA.
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