Mié 06.10.2010

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

La otra agenda

Carlos De Angelis ofrece su propia perspectiva sobre Bailando por un sueño concebido como un reality show y de qué manera estos programas contribuyen a la formación de la otra agenda de los medios.

› Por Carlos F. De Angelis *

Se debate en la Argentina actual la capacidad de unos pocos medios de comunicación para imponer temas de discusión a la sociedad, en forma independiente de su relevancia política, económica o social. No obstante, las modalidades de construcción y funcionamiento de los mecanismos conocidos como “agenda setting” no suelen ser obvios ni sus resultados directos, dado que dependen de factores particulares en cada momento de la sociedad.

Desde la mirada de la recepción, si no se logra filtrar y decodificar la información producida por los medios masivos de comunicación que motorizan la agenda, quedan dos posibles caminos. Uno es incorporar acríticamente estos contenidos fusionándolo con la “realidad real”. El otro camino posible consiste en “cerrar la mente” como defensa a la sobresaturación de información. Parte de estos sectores finalmente son ganados por la apatía ciudadana y el desinterés por la res publica.

Sin embargo, existe otra agenda mediática, naturalizada e imperceptible que avanza sobre los hogares de millones de televidentes cada día. La referencia es al programa Bailando por un sueño y sus incidencias repetidas por cantidad de otras emisiones. Los datos de rating disponibles verifican que, por lejos, estos programas son los más vistos de la televisión argentina y las franquicias que retransmiten aspectos del concurso (rebote) también se llevan su tajada. En la magnitud de su audiencia encontraría su autolegitimación.

Dos posibles líneas de análisis coexistentes permiten intentar acercarse el fenómeno.

La primera, de superficie, se encuadra dentro de la tradicional “televisión del espectáculo”. Esta remite al rol histórico que se le ha asignado a la “caja boba”: escapismo de la realidad y entretenimiento. Aquí las motivaciones más habituales sobre por qué sintonizar este programa y similares se refieren a la necesidad de diversión para distenderse de las “amarguras de la vida”.

Se puede plantear una segunda lectura dentro del modelo de la “televisión de la realidad”, donde desaparece el modelo de relato anterior, para dar paso “a la realidad misma”. Ya no son actores, políticos o deportistas, sino simplemente gente exponiendo las diversas situaciones de su vida.

Aquí la relación con el espectador tiene mayores matices y se puede acceder a este entramado mediante el concepto de “interacción mediática”, acuñado por el sociólogo norteamericano John. B. Thompson. Lejos de una recepción pasiva, los sujetos forman una relación expresiva con este tipo de programas, a los que le dedican muchas horas de su vida. Esta interacción implica un modo de recepción de valores, y aprendizaje, pudiendo hasta internalizar estrategias de afrontamiento para las situaciones de la vida personal. En síntesis, mirar televisión colabora en la construcción de la realidad que los sujetos perciben.

Uno de los formatos que más claramente han desarrollado esta modalidad de interacción de los televidentes con el medio de comunicación son los llamados reality shows. Estos programas se basan en una idea sencilla: supone la reunión de un grupo de personas comunes sometida a una serie de pruebas de distintas características.

Dentro del mundo de los reality shows pueden identificarse diferentes subgéneros. En los reality shows, a diferencia de la televisión tradicional basada en un relato ficcional, la realidad es trasplantada al televisor. El corazón narrativo de los realities se basa en el esfuerzo, la autosuperación, la competencia despiadada, el triunfo y la fama a cualquier precio. Valores propios de la era de la globalización neoliberal.

De este modo, quienes participan en los realities presentan sin tapujos sus vidas privadas, expresando mediante una guionada emotividad, confesiones, reconciliaciones, rupturas, renuncias, peleas, llantos, etc. “La intimidad como espectáculo” como bien explica la antropóloga argentina Paula Sibilia.

El vernáculo Bailando por un sueño cumple en parte con aquellos requisitos, pues la motivación central del envío pone el foco en los “escándalos” privados de sus protagonistas. El formato original del programa tiene el sello transnacional, dado que fue desarrollado por la BBC, bajo el nombre de Strictly Come Dancing y vendido a más de cincuenta países de todo el mundo. Para América latina fue adaptado por Televisa de México, que lo licencia a la Argentina.

En el caso argentino, se han realizado modificaciones sucesivas a la estructura narrativa del programa conforme la captura de audiencia. Pero no pierde el espíritu del reality, pues, con la bandera del entretenimiento, cumple con la tarea de transmitir valores en forma subrepticia, apuntando a la emotividad de los millones de personas que lo siguen día a día, se identifican, sufren con las peripecias de los participantes y analizan con detalle sus estrategias y discursividades (y gastan dinero votando).

A diferencia de la agenda mediática de raíz informativa que “invita” a los ciudadanos a pensar e interesarse en determinados temas, la “agenda de la realidad” invita “a la gente” a compartir una versión del mundo, discutible desde muchos puntos de vista, pero una versión que tiene cada día más adeptos.

* Sociólogo y docente de la UBA.

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