LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Héctor Thompson y Mela Bosch invitan a pensar sobre los desarrollos tecnológicos de la comunicación y su apropiación alternativa, en particular por los movimientos sociales que, según sostienen, generan nuevas y novedosas iniciativas en la red.
› Por Héctor Thompson * y Mela Bosch **
La historia de los pueblos, y en nuestro caso la de los argentinos, contiene acontecimientos que se han gestado fuera de la visión que transmiten los medios de comunicación, fuera de la visión mediática. Un caso notable es lo sucedido antes del 17 de octubre de 1945, algo estaba ocurriendo en lo subterráneo y emergió en esa fecha. En 2001, también en nuestro país, hubo otro acontecimiento, a partir del cual nacieron miles de grupos, la mayor parte efímeros, asambleas barriales, piquetes y cacerolas.
Algunos se apagaron –las cacerolas volvieron a sus alacenas de origen, por ejemplo– pero otros grupos trascendieron. En virtud de la monstruosa desocupación del menemismo y su continuidad durante el delarruismo, se vieron forzados a percibir que vivían el momento de crecer creyendo en sus propias fuerzas.
Así, los trabajadores desocupados se encontraron solos con su única fuerza: la del trabajo. También encontraron una oportunidad, ser patrones de sí mismos y, sin aislarse de la comunidad, comenzaron a autogestionarse en fábricas recuperadas y en emprendimientos de distinto tipo. Estas experiencias tuvieron resultados variables, buen éxito en la persistencia y no tan bueno por la necesidad de vivir de un modo diferente, con tiempos solidarios, en medio del individualismo que la convertibilidad impuso. Muchas veces la nueva posibilidad caía sustraída por la vieja ilusión de salvarse uno mismo.
Paralelamente, se creaban en todo el mundo nuevas formas de comunicación persona a persona, en forma virtual, a través del e-mail primero, del chat, blog, Facebook y Twitter.
En un primer momento se lo vivió como amenazante por parte de los poderes centralizados. Un editorial de The Economist del mes de septiembre recuerda la intervención de Bush en 2004. Cuando le preguntaron qué opinaba sobre las estadísticas que mostraban su credibilidad por el piso, dijo frunciendo las cejas como sólo él lo lograba: “Son rumores de eso... internetes (“rumours in the, uh... internets”).
Esa pluralización de la palabra Internet, según recordamos quienes lo vivimos, fue tomada en broma y repetida jocosamente hasta la saciedad... en Internet. Era obvio para los que estamos en el ambiente virtual que la red de redes es una sola, una con millones de voces.
La simiesca expresión de Bush lamentablemente no ha dejado de ser premonitoria. En el mencionado editorial de The Economist, se habla de la Walled Wide Web, de la web amurallada, y hacen una lista de las nuevas murallas (fuente: http://www.economist.com/node/16943579?story_id=16943579 /25/09/2010).
Indican tres grupos de murallas. La primera, los regímenes políticos, que proponen la limitación física, a través de máquinas y servidores para controlar el acceso de las personas a la web. La segunda, las empresas que crean “jardines amurallados”, ejemplificadas en las estructuras mediáticas de Berlusconi, Murdoch o en menor escala global, aunque en relación con ellos, el grupo Clarín. La tercera, unida a la segunda, es el amurallamiento de los operadores de redes de conexión también pagas, como los usuarios de los móviles Apple.
Las tres metodologías tienen algo en común: aplican una enorme presión en el flujo de la red, al punto de que Internet deja de ser un río placentero donde navegar para transformarse en un torrente de coerción, física, económica, moral, simbólica.
Así como un viejo aforismo dice que de un laberinto sólo se sale por arriba, otro truco sabido hasta por los castores que hacen embalses es que la única manera de aprovechar un flujo violento en la circulación es creando nuevos espacios.
El editorial de la prestigiosa revista habla de muros. Cuando lo sean lograrán solo estancamiento y podredumbre.
Por suerte, además de la web amurallada se están creando embalses, nuevos espacios en Internet, donde se acumulan reservas y se experimenten sinergias, se orientan cursos y se hacen canales: medios alternativos comunitarios, redes ubicuas, comunidades de práctica, que aprovechan y usan recursos abiertos y gratuitos.
Hemos ya dejado atrás el paraíso terrenal de la web de los años ’90. Las redes de trabajadores y grupos autogestionados en Argentina y las de las personas que interactúan a través de Internet tienen en común que funcionan como redes de personas –no de máquinas– independientes de nodos centrales controladores, que con distinto nombre –poder financiero, económico, político, o de concentración multimedial– suman la totalidad de poder jerárquico, hegemónico en la vida cotidiana.
Los medios masivos intentan cooptar la nueva comunicación. Felizmente, fracasan al pensar al automóvil como un “carro sin caballos”. Es decir, en pensar que Internet es un gran diario con otro formato.
Hoy comienzan a emerger los resultados de los nuevos espacios alternativos a impulsos de tecnologías más simples y portátiles, que contextualizan la comunicación persona a persona.
Mientras en el establishment se sigue creyendo y practicando que nada de lo nuevo –mencionado arriba– sucede y trata de manejarse con la vieja política, los dos fenómenos (el accionar autogestionado en la vida real y en la red) continúan creciendo y comienzan a vincularse.
Existe la coerción de que la mayoría de las aplicaciones se refieren a la comunicación cotidiana o el entretenimiento, pero en el mundo del pensamiento y la ciencia las tecnologías de información y comunicación han reemplazado en parte los congresos y las publicaciones en soporte papel, por la rapidez de intercambio y disposición en línea. Las bibliografías se ven acompañadas por sitiografías. Compartir y exhibir se ha vuelto más importante que esperar los resultados de jurados o réferis a quienes, plagados de trabajos, se les suele escapar la tortuga. Miles de lectores potenciales no sólo califican la producción científica sino que rectifican los caminos errados.
Empezamos, a mediados de los ’90, quienes trabajamos en ámbitos académicos, a conectarnos primero a través del e-mail, luego el chat y las páginas. Los blogs permitieron tener un medio propio, que requiere un gran esfuerzo de difusión para ser leído ampliamente; pero lograron generar fuentes veraces sin ataduras al interés editorial de un medio masivo. Luego llegó el celular, y detrás de él llegó el Twitter. Con más celulares que habitantes, pareciera ser éste el medio popular de comunicación. Más que eso, es el carril por donde lo subterráneo está circulando hasta que decide emerger en una comunidad pequeña o no, con más o menos fuerza, cambiando la realidad percibida de una manera no imaginable en el pasado.
El vínculo entre ambos componentes del acontecimiento, virtual y real, se da por la apropiación de la tecnología por parte de los grupos autogestionados que entienden y comprenden la potencia de la comunicación, junto con la existencia inevitable de la parte subliminal que instala, no sólo en la agenda sino también en nuestras creencias. Al percibir esta situación se ve que es preferible manejar la propia fuente y generar aquellas creencias que nos ayuden a rectificar los caminos erróneos que ha seguido la humanidad, beneficiando los intereses de todos y salir del dominio de aquellos que están en la cúspide de la jerarquía, el famoso primer decil, que –comunicación jerárquica mediante– dicen hace siglos que no alcanza para todos, cuando vivimos en un mundo de abundancia real y escasez artificial.
* Docente titular de la Cátedra Tecnologías en Comunicación Social en la FPyCS de la UNLP, orientada al Periodismo Digital.
* * Docente on-line de la Cátedra Tecnologías en la FPyCS de la UNLP. Vive en Milán, donde es consultora lingüística.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux