LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
A propósito del debate desatado por el chiste de Gustavo Sala, María Graciela Rodríguez se pregunta cuál es el límite del humor. ¿Se puede hacer humor con algunas situaciones y no con otras?
› Por María Graciela Rodríguez *
A mí me parece que no se entendió el chiste que Gustavo Sala publicó en el Suplemento NO de Página/12 el 19 de enero pasado. Que se confundió el objeto de la crítica; que se desvió el foco; que se puso la figura como fondo y el fondo como figura. El protagonista de la tira, el objeto de la crítica, la figura principal, son los que pretenden que todo el mundo “la pase bien no importan las circunstancias”. Y para ello Sala eligió, como es habitual, el grotesco.
En efecto: los que seguimos sus tiras sabemos que Sala trabaja con el grotesco a fin de generar humor. Según planteara hace mucho Mijail Bajtin, el núcleo del grotesco es la deformidad; y esto se consigue llevando al extremo alguna característica que sobresale en alguien conocido, un rasgo que el humorista selecciona, amplifica, pone “por delante”, y de este modo lo exhibe en su deformidad. No todo el humor se basa en el grotesco, pero quienes lo usan, como Sala, toman una característica y la radicalizan, la “agrandan”, la hacen más visible aún y la exhiben colocando al personaje en una situación reconocible. Esa operación es la que produce en el receptor el efecto humorístico: la deformidad jugando en un contexto cotidiano. La característica de Sala es que lleva esta deformidad al límite y allí encuentra el absurdo, lo que hace reír.
Su tira del 19 de enero trabaja grotescamente con un músico afanado en lograr que las personas que participan de sus encuentros se diviertan. No trabaja sobre el Holocausto, sino sobre aquellos personajes dedicados afanosamente a que los públicos la “pasen bien”. Y para eso, toma como representante a David Guetta, un DJ francés de música electrónica y productor discográfico que, en su corta carrera, lleva vendidos alrededor de siete millones de discos, todo un record para un DJ cuyo mayor objetivo laboral es hacer feliz a los asistentes.
En ese sentido, la tira de Sala es eminentemente crítica al colocar en los límites de la deformidad a Guetta. Y, por extensión, es crítica hacia estos personajes del que Guetta es un representante. No es una crítica al Holocausto. En verdad, para extremar el atributo de este DJ hasta el límite de lo deforme, Sala debe haber imaginado qué audiencia sería la menos adecuada para que Guetta consiguiera que “la pasaran bien”: ninguna otra que un grupo de personas en situación extremísima de fragilidad humana. La radicalización del atributo del DJ (“que todo el mundo la pase bien”) se torna, así, en un contexto de vulnerabilidad extrema, sumamente grotesca. Y en esta operación está justamente el humor, la búsqueda de la sonrisa a través de esta situación absurda.
Tal vez es verdad que Sala podría haber elegido a otro grupo pero, no nos engañemos, hubiera sido igualmente controversial. Sidosos, niños famélicos, víctimas de trata... cualquier elección hubiera tenido las mismas reacciones. Fue la resonancia del apellido del DJ con la palabra “gueto”, la asociación sonora Guetta-gueto, lo que hizo el resto: era un trayecto por demás lineal. Y todo el mundo sabe que las asociaciones sonoras son también ingredientes básicos del humor. Con otros personajes quizás Sala hubiera encontrado, para producir la asonancia, mayores vínculos con grupos distintos. Lo que funciona en un caso no funciona en otro.
Y en ese sentido me parece pertinente que muchos nos hayamos preguntado cuál es el límite del humor. ¿Se puede hacer humor con algunas personas y no con otras, con algunas situaciones y no con otras? Responder a esta pregunta me parece relevante, porque es verdad que ubicar a un grupo en posición de vulnerabilidad para burlarse es sensiblemente ofensivo. No obstante, no es el caso. Es necesario discriminar a quién está dirigida la crítica humorística. ¿Quién es el criticado y quién funciona como contrafigura? En este caso, claramente la figura criticada es un DJ. El efecto humorístico fue extremar al límite un atributo de Guetta, y no uno de las víctimas (¿o sí? ¿Se tratará acaso de las “víctimas” de Guetta?). De modo que cualquier grupo imposibilitado de “pasarla bien”, hubiera funcionado igual en la operación humorística. Justamente, el grotesco aparece allí donde Guetta (o en este caso David Guetto, el personaje creado por el humorista) pretende que “todos lo pasen bien”, incluso aquellos que el receptor menos esperaría.
Sala apunta a los entretenedores-más-allá-de-cualquier-obstáculo, y no a las víctimas del Holocausto. El grotesco está puesto en el DJ, no en las víctimas.
Por eso me parece que la tira no se entendió.
* Docente e investigadora Unsam-UBA.
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