LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN. ENTREVISTA A GERMáN REY
Doctor en Psicología, aunque se especializó en políticas culturales, Germán Rey fue asesor del Ministerio de Cultura de Colombia y en la actualidad dirige el Centro Etico de la Universidad Javeriana de Bogotá. En su reciente visita a la Universidad Nacional de Quilmes habló sobre la relación entre medios, políticas y poder en el entorno digital.
› Por Carla Rodríguez Miranda * y Ornela Carboni **
–¿Cuáles son las tendencias regulatorias para Internet en relación con la cultura?
–La primera vez que analicé esto fue cuando se firmaron los tratados bilaterales promovidos por EE.UU. Los tratados dejaron de ser arancelarios y se convirtieron en disciplinarios, por lo cual los países subalternos tienen que adaptar sus regulaciones a la normatividad de EE.UU. En el tratado entre EE.UU. y la Unión Europea (1986), y EE.UU. y Canadá (1988), la cultura fue una excepción de la negociación, esto se conoció como excepción cultural. Desde entonces EE.UU. firma tratados donde las condiciones para la cultura se encuentran en el mismo nivel que otros productos. Nunca más aceptaron la extraterritorialidad de la cultura. Y el tema de las responsabilidades de los prestadores de servicios de Internet ocupaba un papel predominante, querían desregular ese campo. Ya se notaba la presencia de las iniciativas privadas definiendo, más que los Estados, las reglamentaciones que darían forma a Internet.
–¿Qué características observa de las organizaciones regulatorias supranacionales para Internet?
–Es un juego de fuerzas. En el momento en que se constituyen las organizaciones regulatorias se mueven fuertemente los intereses para definir quiénes participan, en qué proporción, con qué funciones, cuáles son los límites. Es un momento clave de discusión pública. Si la norma es interesante hay que tener cuidado, porque después entra otro momento de hacer realidad la reglamentación. Ahí los intereses vuelven a jugar, ya no de manera esporádica sino persistente. Y las empresas son más persistentes, más que el propio Estado y las organizaciones de la sociedad civil.
–¿Cómo percibe el rol de la Sociedad Civil en los organismos regulatorios de Internet?
–La institucionalidad de Internet contemplará la presencia de la sociedad sivil. En términos mundiales la cosa se le está complicando a Estados y a los organismos supranacionales, porque hay una sensibilidad pública internacional mayor frente al papel que las tecnologías tienen en relación con la intimidad de las personas, la gestión del poder, el rol de los Estados. El gran problema es si se generan procedimientos efectivos para una participación eficiente y real.
–En un texto usted indica que el Estado tiene que realizar intervenciones mínimas y promover una autorregulación racional.
–Siempre he sido partidario de regulaciones estatales mínimas y no de presencia demasiado fuerte de los Estados. Pero lo he sido por la experiencia colombiana. Puede ser que en otros países sean necesarios niveles más intermedios, espero que no altos, de la presencia del Estado en la legislación de los medios e Internet. No soy partidario de grandes legislaciones. No sólo por el descontrol, sino porque los procesos de transformación tecnológicos son tan acelerados que los Estados, por más racionales que sean, siempre estarán un poco atrás. Las innovaciones muchas veces se desarrollan por fuera de los propios intereses de los Estados, incluso en contra.
–¿Cómo está reaccionando la sociedad civil ante la pereza de los Estados y el dinamismo del mercado?
–Hay grupos especializados que enfatizan una perspectiva democrática, libre, pluralista de la red. El contexto de Internet y la vida cotidiana se complejiza, cada vez más la gente encontrará que hablar de estos temas es hablar de su vida cotidiana. Ahora no lo sentimos, pero lo vamos a sentir cuando haya realmente una inmersión social en el nuevo ecosistema digital. Y eso ya está sucediendo. La gente va a experimentar aquello que no experimentó frente a la prensa. El problema de la libertad de prensa es que se pensó como la libertad de los medios pero nunca fue apropiada e interiorizada por la propia sociedad. Eso explica que cuando hay un problema en el terreno de las comunicaciones la sociedad no se preocupa. Hoy hay más discusión y habrá mucho más cuándo Internet sea un modo de vida.
–¿Cree que eso está pronto a suceder?
–En mi estudio sobre la cultura digital en Colombia planteo que ya está sucediendo. Las perspectivas sobre las brechas digitales variaron en poco tiempo. Mientras que la televisión tardó 30 años para ubicarse en el top del consumo cultural, la telefonía móvil tardó cinco años. Los sectores más populares colombianos tienen un uso de telefonía móvil que les permite la subconexión a Internet.
–¿Ese escenario va a ser más democrático?
–No soy tan optimista. En el ecosistema mediático la diversidad no viene per se y el pluralismo menos. Lo que vino fue homogeneidad de las mercancías. Hoy tenemos sistemas con una gran variedad de medios, poca pluralidad de contenidos y pocas representaciones sociales presentes. Que la red nos haga libres, plurales, democráticos será un aprendizaje para las sociedades.
–¿Qué rescató del trabajo en la gestión pública?
–Ver que el Estado es un queso gruyère y tiene más fisuras de las que pensamos. Pero mi experiencia pública más interesante fue como ombudsman del diario El Tiempo. Ahí era mediador entre lectores y directivos, con plena libertad para mi rol. Experimenté que son posibles algunas medidas de autorregulación al interior de los medios. No son perfectas, pero son posibles. La figura del defensor dejó de existir cuando el Grupo Planeta compró el periódico en 2012.
* Magister en Industrias Culturales, docente investigadora UNQ.
** Magister en Industrias Culturales, docente investigadora UNQ/Conicet.
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