Mié 16.12.2015

LA VENTANA  › MEDIOS Y COMUNICACIóN

El poder invisible

El análisis del caso Samarco le permite a Esteban Magnani afirmar que ningún algoritmo es ni puede ser neutral y que los mismos constituyen un poder invisible en el mundo digital.

› Por Esteban Magnani *

Para la mayoría de los argentinos la palabra “Samarco” no contiene demasiada información. En Brasil, en cambio, es el nombre con que se sintetiza el desastre ambiental que ocurrió en Bento Rodrigues, un pueblo del estado de Minas Gerais de cerca de 600 habitantes. En las montañas cercanas, la transnacional Samarco había construido un dique para contener los desechos que producía una mina de hierro. El 5 de noviembre último las paredes cedieron y se produjo un deslave de 55 millones de metros cúbicos de barro y deshechos que cubrieron el pueblo totalmente. Hay más de veinte víctimas entre muertos y desaparecidos. El desastre no terminó allí: el barro, alimentado por las lluvias, llegó al río Doce afectando la vida y el abastecimiento de agua de casi 300.000 personas. Por esa vía los desechos están llegando al océano para agregar otro eslabón al desastre ecológico.

El relato medio ambiental podría continuar e incluir, por ejemplo, que no es infrecuente en el mundo este tipo de roturas de diques de desechos mineros. Pero para esta columna “Samarco” es el punto de partida de un debate sobre el poder de los algoritmos en Internet. En estos últimos días circuló por las redes sociales una comparación entre los resultados que arrojaban dos buscadores al ingresar el nombre de la minera. En Google imágenes daba como resultado una serie de fotos y logos de la empresa sin ninguna referencia al desastre ecológico. El resultado se comparó con el de DuckDuckGo (DDG), un buscador similar a Google pero que no acumula información sobre sus usuarios y que viene creciendo aunque es muchísimo menos utilizado que su competidor. Al buscar “Samarco” en DDG las imágenes eran todas del desastre ecológico y el barro acumulado.

¿Por qué tanta diferencia? La discusión entre expertos, informáticos, ecologistas y demás se multiplicó en el ciberespacio. Desde un extremo se suponía que, al ser Google una corporación, lo que hacía era defender los intereses de otra ocultando el desastre ecológico. Desde el otro rincón se explicaba que el algoritmo simplemente daba ese resultado y que quien quisiera información sobre el “desastre medioambiental” no tenía más que agregar esas dos palabras para obtener el mismo resultado que en DDG. Entre ambas posiciones florecieron las explicaciones intermedias y los detalles técnicos.

Los buscadores utilizan un algoritmo, es decir, una fórmula matemática para jerarquizar las respuestas. El algoritmo de Google, de millones de líneas de código, es constantemente probado por los especialistas y empresarios para entender su lógica; comprenderla es fundamental para poder posicionarse mejor en esa puerta de entrada a Internet que es el buscador. Distintos analistas indican que son cerca de doscientas las variables analizadas, entre las que priman búsquedas anteriores, información sobre el usuario y sus intereses, links desde otras páginas, palabras exactas, localización, etc.. Ese entramado de variables entretejidas hace muy difícil saber qué primó finalmente. ¿Es posible una manipulación puntual para silenciar o amplificar determinados contenidos? Sin duda: la empresa ha quitado resultados por una orden judicial o pedidos específicos.

Resulta muy difícil concluir definitivamente que Samarco es un ejemplo de manipulación intencionada de información. En cambio queda claro que ningún algoritmo es ni puede ser neutral. El problema es que en la práctica, el de Google determina el flujo de la información en Internet a nivel mundial. La experiencia indica que resulta difícil resistirse a la tentación de usar el poder cuando es muy grande, más aún si no está contrabalanceado por fuerzas equivalentes, una diversidad de opciones de peso similar o controles externos. Más preocupante aún resulta si tenemos en cuenta, como dicen especialistas como Julian Assange o Edward Snowden, que esta corporación del mundo digital, al igual que otras, trabaja tan cerca de los aparatos del Estado norteamericano que resulta muy difusa la frontera entre ambos.

Más allá de las dificultades para sacar conclusiones definitivas para este caso, van saliendo a la luz discusiones acerca de un poder hasta ahora invisible: el de los algoritmos.

* Periodista y docente. Autor de Tensión la red.

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